¡®Juguetve¡¯
"Asombra el poco apego que los espa?oles tienen por lo propio cuando esa propiedad es a la vez colectiva"
Asombra el poco apego que los espa?oles tienen por lo propio cuando esa propiedad es al mismo tiempo colectiva. Ojal¨¢ el arraigado sentido de la propiedad y del individualismo se extendiera hacia las instituciones que son de todos. Un paso atr¨¢s en los mecanismos de higiene democr¨¢tica, como la vuelta al rodillo del partido m¨¢s votado en el nombramiento de la cabeza de RTVE, no provocar¨¢ revuelo en la calle. La semana pasada me toc¨® andar de promoci¨®n de una pel¨ªcula llamada Madrid, 1987 y tuve que rememorar la frustraci¨®n que sent¨ªamos quienes ten¨ªamos 17 a?os porque la llegada de la democracia no se estructur¨® en torno a la transparencia, los m¨¦ritos profesionales, la limpieza institucional, sino a las imposiciones partidistas. El recuento de voto como martillo para fijar desde jueces hasta directores de museos. A?os despu¨¦s, lo vemos a diario, la falta de identificaci¨®n de los ciudadanos con sus instituciones democr¨¢ticas es cada vez mayor, porque las perciben como juguetes del partido en el Gobierno.
El gui?o al ahorro al reducir los consejeros en RTVE solo ha afectado a los nombrados por los sindicatos. Los partidos siguen empe?ados en imponer el comisariado pol¨ªtico por encima de los criterios profesionales. Premian carreras en el partido, zafiedad que aqueja desde los nombramientos de embajadores hasta los indultos judiciales. La lista de recortes evidencia, cada d¨ªa m¨¢s, una tijera abiertamente ideol¨®gica, es decir, ti?e las reformas, muchas necesarias, de oportunismo. Lo cual perjudica la unidad de todos en la adversidad.
Las televisiones p¨²blicas son un juguete pol¨ªtico, que en TVE se empez¨® a corregir con la obligatoriedad del consenso parlamentario. Pero volvemos hacia atr¨¢s, era demasiado bonito para durar, para que funcionara. Incapaces de ponerse de acuerdo con alguien menor de 80 a?os, el segundo paso ha sido cargarse la ley. Pero lo grave es que demuestra un desprecio absoluto al Parlamento como organismo rector, como escenificaci¨®n de la representaci¨®n popular, cuyo pluralismo deber¨ªa agradarnos y no convencernos de su incapacidad para llegar a acuerdos. Los pol¨ªticos no acaban de entender que ellos tambi¨¦n pierden en cada representaci¨®n grotesca de torpeza y manipulaci¨®n, cada vez que vuelven turbio lo transparente. Los espa?oles, armados de paciencia o indiferencia, por ahora, se dejan hacer y deshacer. ?Durar¨¢ siempre?
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