La superprofusi¨®n

¡°De la era del vac¨ªo, hemos pasado a la era de la saturaci¨®n, de la demas¨ªa, de lo superlativo en todo¡±, escrib¨ªan Gilles Lipovetsky y Jean Serroy al comienzo del cap¨ªtulo dedicado a la Imagen Exceso de su ensayo Pantalla global. Los blockbusters desbordados de los ¨²ltimos a?os se levantan sobre la imagen-profusi¨®n, una de las l¨ªneas rectoras de esa po¨¦tica barroca: la reciente Transformers 3 (2011) de Michael Bay podr¨ªa interpretarse como su ¨²ltima palabra, un espect¨¢culo capaz de forzar hasta el agotamiento la lujuria de sensaciones del espectador m¨¢s insaciable. Sobre el papel, Los Vengadores ¡ªun blockbuster de blockbusters¡ª corr¨ªa el peligro de subir la apuesta hasta el colapso, de hacer con las pel¨ªculas de superh¨¦roes lo que El mundo est¨¢ loco, loco, loco (1963) de Stanley Kramer hizo con la comedia coral: aplastarla por puro exceso de equipaje. La pel¨ªcula de Joss Whedon logra, as¨ª, algo heroico: ser lo que, en el fondo, los incondicionales deseaban que fuera sin auto-destruirse en el intento.

En Los Vengadores no hay poes¨ªa, locura, ni mirada personal, pero Whedon ha armado el tebeo Marvel definitivo para multisalas, sirvi¨¦ndose de una estructura impecable que dosifica ¡ªy equilibra¡ª los cl¨ªmax de acci¨®n y de unos di¨¢logos pasados por la esmeriladora del ingenio y el gui?o c¨®mplice. La pel¨ªcula alcanza su techo en un asombroso plano secuencia ¡ªo, m¨¢s bien, su simulacro digital¡ª que funciona como la m¨¢s hiperb¨®lica p¨¢gina desplegable de un comic-book imposible: una pirueta formal que saca pecho relacionando a los personajes principales en plena acci¨®n hist¨¦rica. Quienes tem¨ªan por la disneyizaci¨®n de la franquicia pueden descansar tranquilos: esto es Marvel puro ¡ªque, por cierto, nunca fue necesariamente adulto¡ª. Lo mismo de siempre, mejor que nunca.