La alegr¨ªa de la casta

Cuando se hace presente la casta, se olvidan los pesares y la alegr¨ªa se apodera de la plaza. Es una de las esencias del toro de lidia: la capacidad de acometer, la fiereza, la raza, la codicia, la acometividad¡­

As¨ª ocurri¨® en el tercio de muleta del quinto de la tarde, un toro manso y justo de fuerzas que se engall¨® al final y vendi¨® muy cara su vida. Fue de menos a m¨¢s, persegu¨ªa la muleta con rabia, embest¨ªa como una bala y de manera incansable, y la Maestranza, por unos instantes, fue feliz. Su matador, David Mora, quiso estar a la altura de las circunstancias, y no se dej¨® ganar la dura pelea. Aguant¨® con agallas el empuje del animal y lo mulete¨® con soltura por ambas manos, aunque sobresali¨® la casta del toro sobre la calidad del torero. De hecho, Mora cort¨® una oreja cuando su oponente le hab¨ªa puesto las dos en bandeja. Result¨® volteado de fea manera al citar para un natural y sufri¨® un varetazo corrido en el muslo izquierdo, de pron¨®stico leve. En fin, que, cuando menos se la esperaba, salt¨® la sorpresa.

Y no se la esperaba porque la corrida sali¨® chica, sin cara, muy blanda y descastada. El primer toro de Mora, de 560 kilos de peso, era un chotillo que nunca debi¨® saltar al ruedo sevillano. Pero as¨ª est¨¢n las cosas: todos los aficionados pendientes de los antitaurinos y no entienden que los grandes enemigos de la fiesta est¨¢n en ella. Mora lleg¨® a brindar este toro a la concurrencia, con lo que demostr¨® que no sabe que las birrias miserables no se dedican. Le dio muchos pases insulsos, siempre encorvado, y no supo que aquel espect¨¢culo vergonzoso era indigno de esta fiesta.

El Cid no est¨¢ ni se le espera. Los toreros est¨¢n hechos de otra pasta, pero son humanos. Y el gran torero Manuel Jes¨²s est¨¢ pasando un profundo bache. No lo ve, le puede la desconfianza, y ofrece la imagen misma de la derrota. Tiene unas prisas incomprensibles por acabar las tandas y parece que le pesa el traje de torear. Su lote vali¨® poco, pero ¨¦l no expuso un alamar.

Y Luque quiso hacer el esfuerzo en el ¨²ltimo toro de su feria y a poco se lo echan al corral. Fue la suya una faena largu¨ªsima, de menos a m¨¢s, henchida de voluntad, y brillante en algunas fases. Se acopl¨® en los acordes finales y all¨¢ estaba cuando son¨® el primer aviso antes de entrar a matar. En el otro, acelerado y aburrido.

Por cierto, en la grada hab¨ªa serias sospechas de que las astas de los toros podr¨ªan estar ¡®afeitadas¡¯. Hay que ver lo mal pensada que es la gente¡­