El arte callejero pinta el futuro de Lisboa
La colaboraci¨®n entre el Ayuntamiento de la capital lusa y los grafiteros hace de la ciudad una ruta obligada para los amantes de esta pintura
Todo el que pasa por la avenida Fontes Pereira de Melo, una v¨ªa urbana c¨¦ntrica situada en el coraz¨®n m¨¢s bullicioso de Lisboa, se queda boquiabierto ante tres edificios antiguos vac¨ªos y abandonados, de cuatro plantas, cuyas fachadas est¨¢n pintadas de arriba abajo con la t¨¦cnica de los grafitis callejeros. En 2008, el Ayuntamiento de la capital lusa convoc¨® a varios de los m¨¢s afamados artistas callejeros del mundo y les ofreci¨® la posibilidad de dibujar a lo grande. El italiano Blu pint¨® a un tipo coronado chupando por una pajita el zumo de un mundo que se deshace; Los Gemelos, una pareja de hermanos brasile?os, prefirieron hacer la figura de un enmascarado apuntando con un tirachinas... Fue el principio. Desde entonces, Lisboa se ha convertido en el para¨ªso del pintor de botes de espray adicto a dibujar en la calle. Es inevitable recorrer esta ciudad sorprendente y no toparse con verdaderos cuadros inmensos, figurativos o no, de insultantes colores, adornando o tapando la cochambre de tanto edificio abandonado y echado a perder.
Uno de los mejores grafiteros portugueses, Ram, de 38 a?os, poseedor de un estilo propio que consigue a base de perforar la lata de pintura y pintar a trav¨¦s del agujero, explica esta eclosi¨®n: "Hay una suerte de colaboraci¨®n entre el Ayuntamiento y nosotros que se ha mantenido: ellos nos llaman y nos dicen ah¨ª podeis pintar y nosotros hacemos caso". A Ram le gusta pintar fachadas de edificios vac¨ªos con permiso municipal con esa t¨¦cnica suya tan parecida al abstracto puro. Pero tambi¨¦n, a veces, obedece a un impulso ciego y se introduce de extranjis en f¨¢bricas abandonadas de los alrededores de Lisboa o Sintra y pinta las columnas met¨¢licas o las paredes interiores, sin que nadie le vea, sin que nadie lo vea. Despu¨¦s, cuando ha terminado, hace fotos y las cuelga en Internet para dejar testimonio porque sabe que todo arte callejero es, por naturaleza, ef¨ªmero y que su supervivencia depende de mil circunstancias incontrolables: "Hace meses pint¨¦ por dentro de una f¨¢brica que ahora es un almac¨¦n de productos importados chinos. Las pinturas desaparecieron, claro".
Los responsables de todo esto en el Ayuntamiento de Lisboa se encuentran, sorprendentemente, en el departamento de Conservaci¨®n de Patrimonio. Jorge Ramos de Carvalho, su director, explica que hace unos a?os, tras una rehabilitaci¨®n urbana en el Bairro Alto, cuyas fachadas eran entonces blanco de grafiteros, se dieron cuenta de que o contaban con los j¨®venes o la limpieza de la zona pod¨ªa convertirse en una pesadilla recurrente: "As¨ª que decidimos buscar a los mejores y ofrecerles sitios donde expresarse. As¨ª, nosotros les ayud¨¢bamos y ellos entend¨ªan que no todos los sitios son buenos para pintar".
Un centenar de los 400 contenedores son r¨¦plicas de R2-D2 o monstruos
Desde entonces, el departamento cede a los pintores callejeros determinadas fachadas de edificios vac¨ªos que cumplen, entre otras, dos condiciones: que el propietario est¨¦ de acuerdo y que el edificio en cuesti¨®n tenga un proyecto de rehabilitaci¨®n en marcha, con lo que la pintura no durar¨¢ mucho. En el caso de los espectaculares dibujos de la avenida Fontes Pereira de Melo, la irrupci¨®n de la ahora omnipresente crisis econ¨®mica paraliz¨® los proyectos de rehabilitaci¨®n previstos. Por eso los edificios siguen ah¨ª, envueltos en sus grafitis de lujo, a la espera de tiempos mejores para el mercado inmobiliario.
Animados por el ¨¦xito de las convocatorias, los responsables municipales ampliaron el radio de acci¨®n y, para concienciar sobre la importancia del reciclaje, dieron permiso para pintar determinados contenedores de vidrio. La convocatoria, en principio, iba dirigida a artistas callejeros m¨¢s o menos reconocidos. "Pero respondi¨® mucha m¨¢s gente: vecinos del barrio, estudiantes, amas de casa, hasta una abuela de 70 a?os". As¨ª, de los 400 contenedores que existen en Lisboa, un centenar se han convertido, gracias a la pintura, en r¨¦plicas de R2-D2, en monstruos, en bocas o en floreros.
A la convocatoria respondieron muchos vecinos... hasta una abuela
Y el ¨¦xito por la pintura callejera invadi¨® otros ¨¢mbitos: hace unos meses, el Ayuntamiento invit¨® a cinco afamados grafiteros lisboetas a decorar un aparcamiento municipal. Cada artista se encarg¨® de un piso, a su gusto, a su estilo, con libertad total. Desde entonces, el aparcamienti de Chao de Loureiro, en la Alfama, destinado a ser uno m¨¢s, se ha convertido en una suerte de lugar de culto para los amantes de este tipo de pintura, en una etapa m¨¢s de la concurrida y poblada ruta del grafiti lisboeta.
El guarda jurado de la puerta ¡ªque distribuye postales de las pinturas (elaboradas por el Ayuntamiento) adem¨¢s de tickets para aparcar¡ª lo corrobora, extra?ado y orgulloso a la vez, convertido de golpe en una suerte de gu¨ªa de museo. Asegura que la pintura que m¨¢s gusta es la que representa un extra?o rostro de mujer. Est¨¢ en el segundo piso del garaje y es obra de un veterano grafitero lisboeta de 39 a?os conocido como Nomen, quien comenz¨® a los 15 a?os estampando su nombre en los vagones de los trenes de cercan¨ªas y del metro. Una vez fue atrapado por la polic¨ªa y pag¨® una multa de 6.000 euros en peque?os pagos mensuales. Ahora es admirado por las generaciones m¨¢s j¨®venes, ha conseguido vivir de pintar gracias a los encargos de empresas y particulares, el Ayuntamiento le respeta y le llama y ¨¦l afirma que no se jubilar¨¢ jam¨¢s. Pinta sus extra?os rostros admirados por los visitantes pero luego vuelve siempre al grafiti pele¨®n y callejero de las letras y la firma. En sitios legales, amparado por esta tolerancia municipal. "E ilegales", dice luego, con una sonrisa. "Supongo que con la fama que tengo, ya no me detendr¨ªan, pero vete a saber. Todo esto est¨¢ bien", dice se?alando el aparcamiento decorado, "pero yo de vez en cuando necesito volver a los vagones, necesito sentir que me persigue la polic¨ªa. El grafiti naci¨® en los trenes y morir¨¢ all¨ª".
Babelia
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