Fumaroli
Ninguna televisi¨®n requiri¨® su presencia de arist¨®crata con chispa porque en las teles espa?olas nunca hay sitio para esas cosas
El ensayista franc¨¦s Marc Fumaroli abri¨® la semana pasada un ciclo de conferencias en la Biblioteca Nacional. Ninguna televisi¨®n requiri¨® su presencia de arist¨®crata con chispa porque en las teles espa?olas nunca hay sitio para esas cosas. Fumaroli critic¨® hace veinte a?os en El Estado cultural la escuela de gobernanza art¨ªstica francesa heredera del ministro Malraux. Seg¨²n ¨¦l, tanta tutela del elemento cultural no hab¨ªa producido m¨¢s que rutilantes ministros, pol¨ªticos famosos pero no grandes pensadores ni eminentes hombre de letras. Esa burocr¨¢tica manera de encarrilar la Cultura con C may¨²scula llenaba las ciudades y provincias de enormes contenedores y lujosas puestas en escena, comisariados art¨ªsticos y festivales, pero se pod¨ªan contar con los dedos de una mano los nuevos dramaturgos, los compositores del d¨ªa y los artistas contempor¨¢neos.
Ese modelo escaparatista ayud¨® a sostener una ret¨®rica cultural en media Europa, que llegada la crisis se vac¨ªa de contenido sencillamente porque se vac¨ªa de fondos. En la otra media, regida por el desapego y el dejar hacer al mercado, la situaci¨®n no es mejor. Basta ver la destrucci¨®n del mundo literario en los pa¨ªses que suprimieron el precio fijo del libro y la sumisi¨®n de la inteligencia a los valores del dinero y la popularidad. Por eso quiz¨¢ el Fumaroli de hoy se empe?a en la recuperaci¨®n de la vieja Rep¨²blica de las Letras, la ¨¦lite universitaria, cient¨ªfica y art¨ªstica, que se coloque por encima de la ego¨ªsta ¨¦lite financiera que ha llevado a Europa a la ruina y a la renuncia de sus principios fundadores.
Para ¨¦l, esa Rep¨²blica ten¨ªa un Rey, Voltaire, cuya variedad de intereses y su influencia sobre las costumbres proven¨ªa de algo perdido, el af¨¢n de la ¨¦lite por ser generosa, no por aislarse, sino por expandir en la comunidad lo mejor del conocimiento. De ah¨ª que Fumaroli siempre haya sostenido que el Estado deber¨ªa quitar sus sucias manos del dirigismo cultural y sus glorificaciones interesadas, y volver la mirada a los dos pilares donde se funda la conciencia colectiva en la sociedad moderna: la educaci¨®n y la televisi¨®n, en toda su amplitud tecnol¨®gica. Los lugares donde los j¨®venes reciben la formaci¨®n en horas diarias de exposici¨®n, donde se asienta la cultura de verdad, con c min¨²scula.
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