Entre la imaginaci¨®n y la convicci¨®n
Ning¨²n otro escritor latinoamericano recuerda tanto a Balzac como Carlos Fuentes, en la manera de armar su propia geograf¨ªa agrupando los territorios conquistados
A lo largo de toda su carrera literaria Carlos Fuentes llev¨® adelante la vasta tarea de hacer de la invenci¨®n un instrumento aleccionador de la historia, o al rev¨¦s, en ese constante juego de espejos que fue su escritura, hacer que las aguas revueltas de la historia entraran en el territorio ilimitado de la invenci¨®n. Que la historia se leyera como una novela, y viceversa, haciendo que los acontecimientos de la vida p¨²blica cumpliera el terrible papel que tienen sobre las vidas humanas, que es el alterarlas y trastocarlas, muchas veces destruirlas, y casi nunca redimirlas. El sistem¨¢tico capricho del destino vuelto literatura.
La suya fue una tarea ecum¨¦nica, y por tanto ambiciosa, libro tras libro, y ning¨²n otro escritor latinoamericano recuerda tanto a Balzac como ¨¦l, a¨²n en la manera de armar su propia geograf¨ªa agrupando en un vasto mapa personal, La Edad del Tiempo, los territorios conquistados. En este sentido, siendo un escritor de nuestra modernidad, que ¨¦l mismo ayud¨® a crear, fue un escritor que por totalizador parece nacido en el siglo diecinueve, cuando la narraci¨®n quitaba brazos y piernas a la historia misma, a la antropolog¨ªa, a la geograf¨ªa, a la demograf¨ªa, para echar a andar la novela que busca contarlo todo, decirlo todo, interpretarlo todo, y desde los acontecimientos vueltos a relatar, y desde los personajes concebidos como entes incesantes, darle un sentido al pasado, a la vida presente, y a¨²n al futuro. Un sentido que en Fuentes nunca deja de ser ¨¦tico.
Artemio Cruz mira al pasado con cinismo y busca en ¨¦l lecciones que en su lecho de muerte ya nunca le podr¨¢n ser ¨²tiles, porque la revoluci¨®n en la que luch¨® ha sido carcomida por la polilla de la ret¨®rica y ya no sirve para pensar el ma?ana. Pero su contempor¨¢nea, Laura Diaz, puede mirar el futuro a trav¨¦s de los ojos de su nieto, que se apagar¨¢n ante los fogonazos de la masacre de Tlatelolco. La historia que sigue traicion¨¢ndose a s¨ª misma. Pero en el futuro Fuentes, no s¨®lo de M¨¦xico, sino toda la Am¨¦rica Latina, ser¨¢ siempre una ambici¨®n desmedida, como lo es su ambici¨®n de contarla. Aunque todo haya sido contado, todo est¨¢ por contar. Y su Crist¨®bal Nonato es un relato para mirar al futuro, lo mismo que lo es La silla del ¨¢guila.
Fuentes inscribi¨® la imaginaci¨®n en el mapa m¨²ltiple de Am¨¦rica Latina, y una novela como La Campa?a cumple esa ambici¨®n tan suya del recorrido total por el continente. En tiempos del fragor de las luchas por al independencia, Baltasar Bustos, el intelectual ilustrado, salta de un pa¨ªs a otro, encandilado, y podemos verlo como la reencarnaci¨®n del propio Fuentes en el pasado, y el mismo Fuentes encarna a Bustos para el futuro.
Pese a las malas lecciones, el libro de la historia seguir¨¢ abierto para ser reescrita. Y la lecci¨®n es que toda lucha es incesante. Los ideales no terminan nunca de cumplirse pero siempre valdr¨¢ la pena pelear por ellos, y la escritura lo ¨²nico que hace es tratar de navegar en las aguas agitadas del curso de los acontecimientos. Ideas, sue?os, acciones, todo va siempre desbocado. Baltasar Bustos persigue a trav¨¦s de Am¨¦rica a Ofelia Salamanca, una mujer que a la vez es la historia, la historia donde los pr¨®ceres terminan siempre en el pudridero, o sus cabezas de bronce cubiertas por los excrementos de los p¨¢jaros en la plaza p¨²blica.
De Fuentes, en la hora de su muerte, me queda el haber aprendido mi devoci¨®n por la narraci¨®n total e incesante que ¨¦l quiso seguir haciendo sin tregua hasta la ¨²ltima hora, sabiendo que deb¨ªa robarle tiempo al tiempo, viajando de un lado a otro del continente, como Baltasar Bustos, con la imaginaci¨®n encendida a cuestas. Y me queda su ejemplar devoci¨®n, no menos incesante, por la ¨¦tica, convencido de que las convicciones existen para defenderlas, y que uno tiene la obligaci¨®n de no callarse nunca. Fuentes queda de cara al futuro, de pie en esa frontera entre el papel del escritor y el papel del ciudadano, entre la imaginaci¨®n y la convicci¨®n.
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