Verne como educador
La colecci¨®n de La Pl¨¦iade, el m¨¢s respetado pante¨®n de la literatura francesa, ha dedicado dos vol¨²menes (unas 3.000 p¨¢ginas en semibiblia) a cuatro de las novelas de Julio Verne (1828-1905) incluidas en el extenso ciclo narrativo Viajes extraordinarios, que es el nombre que impuso el editor Pierre-Jules Hetzel a toda su producci¨®n literaria. Se completa de este modo la reparaci¨®n del reiterado malentendido que propici¨® que la obra del autor franc¨¦s m¨¢s popular y traducido haya sido considerada con inequ¨ªvoco desd¨¦n por gran parte de la cr¨ªtica ¡°seria¡±, que la ha relegado durante demasiado tiempo al condescendiente purgatorio de las obras ¡°menores¡± y las lecturas adolescentes.
Dejando a un lado la consideraci¨®n de que, frente a la actual producci¨®n literaria orientada al consumo adulto, las novelas de Verne ofrecen un sorprendente y estimulante nivel de elaboraci¨®n narrativa, lo cierto es que tambi¨¦n han servido para que varias generaciones de adolescentes experimenten el inefable (e intransferible) poder de la literatura. Verne ha sido probablemente el novelista por el que m¨¢s j¨®venes han perdido el sue?o, y el que ha conseguido con m¨¢s rotundidad que, durante el tiempo de la lectura, el mundo exterior se disolviera ante el poder de atracci¨®n y la m¨¢s s¨®lida presencia de otros que, a pesar de sustentarse en el artificio, adquir¨ªan mayor solidez. Con Verne descubrimos, mucho antes de que Henry James lo formulara estupendamente, que lo que en la vida es despilfarro y caos, en el arte es orden y discriminaci¨®n.
Supo utilizar los descubrimientos de los grandes cient¨ªficos, inventores, ge¨®grafos y viajeros de su tiempo
Se han publicado muchos libros para explicar el modo en que sus obras han moldeado nuestro imaginario. Representante de una generaci¨®n que cre¨ªa en el progreso sin fin y segu¨ªa apasionadamente en la prensa las haza?as de los exploradores que ultimaban el conocimiento del planeta, Verne supo utilizar los descubrimientos de los grandes cient¨ªficos, inventores, ge¨®grafos y viajeros de su tiempo (de Darwin a Pasteur, de Maxwell a Edison, de Reclus a Speke o Livingstone) para dar consistencia a la realidad f¨ªsica del mundo sin destruir el misterio que alberga. Deseaba parecerse al educador que instruye deleitando, pero su pedagog¨ªa no era la del profesor, sino la del hechicero que reencanta el mundo. Sartre, uno de sus lectores adolescentes, se refer¨ªa a su m¨¦todo en Las palabras: ¡°en los instantes m¨¢s cr¨ªticos suspende el hilo del relato para ofrecer la descripci¨®n de una planta venenosa o de un h¨¢bitat de ind¨ªgenas¡±.
Pero Verne tambi¨¦n fue un consumado creador de personajes. La mayor¨ªa de ellos est¨¢n desprovistos de las profundidades psicol¨®gicas propias de la novela decimon¨®nica, pero no la necesitan. Podr¨ªan considerarse ¡°planos¡± (flat) seg¨²n la c¨¦lebre taxonom¨ªa de Forster: aquellos que pueden ser caracterizados en muy pocas frases, algo en lo que tambi¨¦n Dickens era un maestro. De entre todos los personajes de Verne, Nemo (¡°Nadie¡±: se presenta igual que Ulises a Polifemo) es el que sigue siendo mi favorito. Se trata de un h¨¦roe oscuro e inteligente, moralmente ambiguo, capaz de compadecer y de aniquilar, explorador y cient¨ªfico (condens¨® en el Nautilus el saber m¨¢s avanzado de su tiempo e, incluso, del que iba a venir), fil¨®sofo y amante del arte, reformador con huella sansimoniana y, a la vez, ol¨ªmpico arist¨®crata; rom¨¢ntico, audaz, atormentado por algo que no llegamos a saber muy bien en qu¨¦ consiste, pero intuimos terrible. Y, como el hombre libre de Baudelaire, adora el mar, del que obtiene todo lo necesario (incluido tabaco) para ¨¦l y para sus seguidores. Sabemos poco de ¨¦l (se desvela algo m¨¢s en La isla misteriosa), pero con lo que conocemos ya es suficiente para convertirle en mito. He vuelto a frecuentarlo estos d¨ªas con admiraci¨®n y agradecimiento retrospectivo. Y, es verdad que, como leer consiste en haber le¨ªdo, ahora dispongo de herramientas para contextualizarlo y entenderlo mejor. Pero las cambiar¨ªa con gusto por revivir mi primer encuentro con ¨¦l: aquella alegr¨ªa estupefacta y estimulante que provoca el inesperado descubrimiento de la literatura.
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