Niall Ferguson: ¡°Europa tiene dos opciones: federaci¨®n o desintegraci¨®n¡±
Occidente domin¨® el mundo con seis instrumentos: la competencia, la ciencia, el imperio de la ley, la medicina, la sociedad de consumo y la ¨¦tica del trabajo, explica el historiador brit¨¢nico. Ahora ha perdido el monopolio, pero puede evitar la decadencia
Por qu¨¦ a partir del siglo XVI unos peque?os pa¨ªses de un extremo del continente euroasi¨¢tico pasaron a dominar el resto del mundo y mantuvieron durante siglos una predominancia que solo ahora empieza a declinar? Esta es la pregunta que se hace el historiador Niall Ferguson (Glasgow, 1964) en Civilizaci¨®n. Occidente y el resto (Debate). Autor tambi¨¦n de ensayos tan brillantes como El imperio brit¨¢nico, El triunfo del dinero o Coloso, Ferguson estuvo en Barcelona para participar en el ciclo Conversaciones en La Pedrera organizado por la Fundaci¨®n Catalunya Caixa. Este profesor de Harvard, Oxford y Stanford no tiene pelos en la lengua y considera que el futuro de Europa est¨¢ en manos de Alemania, cuyas clases dirigentes se miran el ombligo y no quieren pagar el precio por el euro, del que han sido los primeros beneficiarios. Si el proyecto europeo se hunde, caer¨ªamos en el caos, la irrelevancia y a la decadencia m¨¢s absoluta.
PREGUNTA. En su libro usted hace un diagn¨®stico bastante pesimista sobre el futuro de Occidente y, m¨¢s concretamente, de Europa. Parece que padecemos todos los s¨ªntomas de la decadencia de las civilizaciones. Pero al final es optimista y apunta que todav¨ªa podamos revertir esta tendencia.
RESPUESTA. S¨ª, depende de nosotros. No podemos hacer que una civilizaci¨®n se perpet¨²e por siempre, pero como descubri¨® el Imperio Austroh¨²ngaro, tal vez podemos decidir el momento de nuestra muerte. Europa tiene ahora una elecci¨®n muy clara; la libertad de determinar cu¨¢ndo, c¨®mo y si vamos realmente hacia abajo. En mi libro apunto los seis elementos que nos permitieron dominar el mundo durante siglos, de los que el resto del mundo carec¨ªa: la competencia entre los pa¨ªses y dentro de los pa¨ªses, la revoluci¨®n cient¨ªfica, el imperio de la ley y el gobierno representativo, la medicina moderna, la sociedad de consumo y la ¨¦tica del trabajo. Ahora, el resto del mundo los est¨¢ copiando con ¨¦xito y nosotros damos muchas cosas por hechas; esencialmente nos preocupamos por las que no importan. Solo tenemos que trabajar duro para mejorar, para ser m¨¢s competitivos, para mejorar la educaci¨®n cient¨ªfica de modo que nuestros hijos est¨¦n mejor preparados. No es el destino, el destino no existe; hay sistemas complejos que crean los seres humanos que tienen una tendencia a desintegrarse, pero est¨¢ en nuestras manos mantener nuestra civilizaci¨®n en funcionamiento.
P. ?Tenemos las herramientas? El pasado martes hab¨ªa una huelga en la educaci¨®n para protestar por los recortes. ?No es precisamente una mejor educaci¨®n lo que necesitamos? Usted cita las razones fiscales como uno de los elementos determinantes de las ca¨ªdas del Imperio Romano, de la Dinast¨ªa Ming o del Imperio Otomano.
R. Como toda civilizaci¨®n que tiene problemas, tendemos a acumular deuda. ?Por qu¨¦? Porque la actual generaci¨®n quiere vivir a expensas de las generaciones futuras y mantener intacto su alto nivel de vida. La deuda es el s¨ªntoma de que se quiebra lo que Edmund Burke llam¨® el contrato social entre generaciones, y lo ir¨®nico de esos j¨®venes que se manifiestan contra la reforma fiscal es que ellos son los que m¨¢s desesperadamente necesitan que el Gobierno espa?ol deje de tomar prestado el 9% del PIB cada a?o, porque ser¨¢n los que acabar¨¢n pag¨¢ndolo. La crisis fiscal es un s¨ªntoma de algo profundamente equivocado en nuestras sociedades. No podemos evitar tener que cortar los excesos del Estado de bienestar: la edad de jubilaci¨®n tiene que aumentar, el mercado laboral tiene que ser mucho m¨¢s competitivo. No hay otra elecci¨®n. Pero cuando miro a la situaci¨®n en Espa?a y alrededores veo que Europa tiene ahora una elecci¨®n clara: dar el paso a convertirse en una federaci¨®n, unos Estados Unidos de Europa o como quiera llamarlo. Esto mejorar¨ªa sustancialmente las posibilidades de Espa?a, de Portugal, de Francia y de Italia, incluso de Grecia, porque crear¨ªa lo que ha faltado hasta ahora, la contrapartida fiscal de la Uni¨®n. Si existiera una Europa federal, los recursos alemanes estar¨ªan disponibles para algo m¨¢s que aumentar el consumo en Alemania o el ahorro. Esta opci¨®n existe. Hay otra opci¨®n: la desintegraci¨®n de Europa, que puede suceder muy r¨¢pidamente. Una de las claves de estos sistemas complejos que creamos los hombres es que pueden existir en un aparente equilibrio durante un tiempo y desmoronarse con gran rapidez. Lo hemos visto con la Uni¨®n Sovi¨¦tica. La Uni¨®n Europea puede f¨¢cilmente desintegrarse si no tomamos las decisiones correctas en las pr¨®ximas semanas o meses. Lo ¨²nico que no podemos cambiar f¨¢cilmente es la demograf¨ªa. Ni con una varita m¨¢gica conseguir¨ªamos que las mujeres europeas doblaran su fertilidad.
P. Pero tenemos la inmigraci¨®n.
R. El cambio demogr¨¢fico nos crea un dilema: ?les decimos a los inmigrantes: ¡°Esto es Europa y esta es la lista de normas y costumbres que usted tiene que adoptar¡±? Esto es lo que hacen los norteamericanos. ?Lo hacemos o continuamos con esta pol¨ªtica de multiculturalismo que ha producido guetos? Los inmigrantes en Estados Unidos est¨¢n bajo una presi¨®n mucho mayor que en Europa para convertirse en americanos. Haga lo que haga la primera generaci¨®n, sus hijos han de ser estadounidenses. Siempre ha estado claro que uno se hace norteamericano porque asume la Constituci¨®n y todo lo que esto implica, y tambi¨¦n una serie de comportamientos que homogeneizan. El problema en Europa es que no se ha hecho ning¨²n esfuerzo real en forzar la integraci¨®n, sino lo opuesto, aplicando el multiculturalismo.
¡°La deuda es el s¨ªntoma de que se quiebra lo que Edmund Burke llam¨® el contrato social entre generaciones¡±
P. Tal vez por un sentido de culpa por el colonialismo¡
R. Tal vez algunos se sent¨ªan molestos si ten¨ªan que elevar una cultura por encima de otra. Pero no se trata de establecer que una cultura est¨¦ por encima de la otra, sino de la necesidad pr¨¢ctica de disponer de unas normas compartidas. El problema del Estado de bienestar es que necesita de una cierta coherencia para que los ciudadanos lleguen a aceptar un nivel tan alto de redistribuci¨®n de la renta. Esta cohesi¨®n es necesaria. No hay otro remedio. Podemos gestionar estas migraciones masivas de una manera correcta o de mala manera.
P. Pero hay que establecer cu¨¢les son estas normas, esta identidad. En Estados Unidos est¨¢ claro, pero en Europa todav¨ªa perviven los nacionalismos. Usted, en su libro, parafrasea a Marx cuando dice que la religi¨®n es el opio del pueblo y a?ade: ¡°El nacionalismo es la coca¨ªna de las clases medias¡±.
R. Una droga poderosa¡ Cierto, no es f¨¢cil. En Estados Unidos tampoco lo fue. Tuvieron que hacer una guerra civil para establecer el principio de la libertad del individuo y pienso que los ¨²ltimos cien a?os han pasado por un proceso largo y doloroso de integraci¨®n. En Europa tambi¨¦n han cambiado mucho las cosas en el ¨²ltimo siglo. La falta de una lengua com¨²n, de un conjunto de ideas, propici¨® dos de las mayores guerras de la historia, pero la Europa de hoy asombrar¨ªa enormemente a un visitante de 1912. Preg¨²ntese: ?d¨®nde est¨¢n los soldados?, ?d¨®nde est¨¢n los oficiales prusianos? Europa se ha desmilitarizado hasta un grado que nadie hubiera podido imaginar hace un siglo. Hemos desarrollado una lingua franca (el ingl¨¦s que ahora usamos) y el cuerpo de leyes europeas hasta un nivel remarcable, que permite decir que hoy en d¨ªa tenemos un cuadro com¨²n institucional. La coca¨ªna sigue en el mercado, pero solo est¨¢ disponible con receta; por ejemplo, en los momentos en que se celebran las grandes competiciones futbol¨ªsticas, como ser¨¢ este verano, cuando los machos europeos tomen algo de esta coca¨ªna para ver a sus equipos nacionales jugar. Y despu¨¦s la vida continuar¨¢. No es la droga del siglo XIX cuando la gente iba a la guerra por ella. Por eso creo que Europa puede convertirse en una federaci¨®n y mantener todo tipo de identidades nacionales.
P. ?Los brit¨¢nicos quedar¨¢n fuera?
¡°El Estado de bienestar necesita coherencia para que los ciudadanos acepten un nivel tan alto de redistribuci¨®n¡±
R. S¨ª, no hay manera de que Gran Breta?a se integre en una Europa federal. Nunca hubo esta opci¨®n. No entramos en la moneda ¨²nica porque, acertadamente, dedujimos que implicaba la creaci¨®n de una Europa federal. Helmut Kohl sab¨ªa perfectamente que no hab¨ªa una justificaci¨®n econ¨®mica para la uni¨®n monetaria, para ¨¦l era el camino hacia la Bundesrepublik de Europa. Y le digo: ser¨¢ mucho m¨¢s f¨¢cil gestionar una Europa federal sin Gran Breta?a.
P. Pongamos que no hay Europa federal; que la uni¨®n monetaria se va al garete y la Uni¨®n Europea se derrumba. ?Esa esquina del gran continente euroasi¨¢tico, que contra todo pron¨®stico acab¨® dominando el mundo, en qu¨¦ se convertir¨¢?
R. Si imaginamos el peor escenario: el colapso del sistema bancario en Espa?a que se extiende a Italia y luego a Francia; la desordenada fractura de la uni¨®n monetaria empezando por Grecia; una depresi¨®n severa, comparable a la de 1931, las consecuencias econ¨®micas ser¨ªan muy siniestras, mucho m¨¢s que ahora, y quienes piensan que con la vuelta de las viejas monedas llegar¨¢ la prosperidad quedar¨¢n muy decepcionados. Los pa¨ªses mediterr¨¢neos se convertir¨ªan en argentinas y Europa empezar¨ªa a parecerse a Am¨¦rica Latina en la d¨¦cada de 1980; un lugar en el que ser¨¢ muy dif¨ªcil llevar a cabo pol¨ªticas democr¨¢ticas, con monedas devaluadas e inflaciones desbocadas, y el auge de los populismos. Los partidos de centro se desmoronar¨ªan y aunque no creo que volvamos a los d¨ªas de los golpes de Estado militares, las consecuencias econ¨®micas no solo supondr¨¢n m¨¢s desempleo y que mucha gente pierda sus ahorros, sino que adem¨¢s se producir¨ªa una colosal p¨¦rdida de influencia. Desde el punto de vista de China, ahora, Europa tiene inter¨¦s porque es un mercado incluso m¨¢s grande que el de Estados Unidos. En la Organizaci¨®n Internacional del Comercio pesa tanto como Estados Unidos y China. Para el resto del mundo, especialmente para Norteam¨¦rica, Europa ya es un Estado federal, una entidad en la que ya no se distingue entre los pa¨ªses. No tienen ni la menor idea de la diferencia entre Espa?a y Portugal. Y si anunciamos que no hay m¨¢s Europa y que volvemos a 27 Estados separados, nuestra influencia en el mundo desaparecer¨ªa. Hay 11 Estados en la UE con una poblaci¨®n inferior a seis millones de habitantes. En China hay 11 ciudades con m¨¢s de ocho millones de habitantes. En cualquier caso, Europa ya no es la prioridad de la pol¨ªtica exterior norteamericana, por delante est¨¢n China y Oriente Pr¨®ximo; solo ahora, por nuestros problemas econ¨®micos, hemos conseguido volver a formar parte de la agenda, como un adolescente conflictivo que amenaza con suicidarse. Tenemos que ser conscientes de las dificultades y tambi¨¦n tener muy claro que tal y como se ven las cosas desde Alemania es completamente diferente de como se ven desde Espa?a o cualquier otro lugar. Estamos en un momento muy peligroso en el que las fuerzas centr¨ªfugas son muy poderosas. Estuve en Berl¨ªn hace dos semanas. No les importa el dolor que causa el desempleo en Espa?a, no les importa la econom¨ªa griega. Les importa un peque?o aumento de la inflaci¨®n o las elecciones en Renania del Norte. El mayor problema es que el pa¨ªs clave de Europa, Alemania, no quiere aceptar que el precio del euro ¡ªque ha sido extraordinariamente bueno para Alemania¡ª consiste en firmar los cheques al menos durante los pr¨®ximos diez a?os. Kohl lo entendi¨®; entendi¨® que la unificaci¨®n alemana solo se legitimar¨ªa en el contexto de la integraci¨®n europea. La ¨²ltima vez que vi a Kohl fue hace un a?o cuando le dieron el Premio Kissinger en Berl¨ªn. No estaba muy bien, iba en una silla de ruedas y ten¨ªa problemas para hablar porque hab¨ªa tenido un ictus. Creo que Kohl y Hans Dietrich Genscher tuvieron una visi¨®n hist¨®rica y Angela Merkel no la tiene. Ese d¨ªa, en su discurso, Kohl dijo: debemos entender que nosotros los alemanes tenemos que poner Europa siempre por delante. Y ella, que estaba enfrente, puso cara de haber mordido un lim¨®n.
Civilizaci¨®n. Occidente y el resto. Niall Ferguson. Traducci¨®n de Francisco Jos¨¦ Ramos Mena. Debate. Barcelona, 2012. 512 p¨¢ginas. 24,90 euros (electr¨®nico: 16,99). www.niallferguson.com.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.