Hablando con Carlos Fuentes
La escritora Nuria Amat recuerda a Carlos Fuentes, fallecido el 15 de mayo
Ahora que te fuiste al reino de los vivos, donde tus queridos Cervantes, Faulkner, Borges, Reyes, Sontag¡ te habr¨¢n recibido con los brazos abiertos, me toca hablarte desde el otro lado, con la voz muda de cuando le¨ªas y comentabas mis conversaciones con Kafka (mi padre), Beckett (mi enamorado), Woolf (mi hermana), Joyce (mi esposo)¡.En verdad, llevo ya dos d¨ªas conversando contigo con el pensamiento, quiero decir: hablando con palabras que nadie oye, salvo nosotros dos. Sin escribirlas. Todav¨ªa no. Hasta ahora no he podido ponerme a ello. Pese a estar acostumbrada a dialogar con muertos, como dec¨ªamos que hac¨ªa Quevedo, esta metamorfosis tuya tan repentina me ha dolido. Es cierto que a algunos escritores nos gusta parlamentar con el m¨¢s all¨¢: el reino literario. Pero por mucho que alardee de saber bailar de puntillas por las tumbas, sufro y me rebelo ante el abandono, el adi¨®s, sin m¨¢s, el gran viaje, la separaci¨®n de las personas que quiero.
Ya no volveremos a vernos en Barcelona, en M¨¦xico, en Madrid, en Paris, en Londres y en tantos lugares que siempre fueron tu domicilio porque el mundo era tu lugar y tu paseabas por ¨¦l como esp¨ªritu inmortal reencarnado en Carlos Fuentes. Es triste y duro. Sobre todo, para Silvia. Tu amor. Y doloroso tambi¨¦n para los amigos y amigas a los que has dado tanto y sin pedir recompensa alguna por hacerlo. Durante estos dos d¨ªas, he hablado con algunos de ellos. Y he llorado a solas. Lo llaman duelo. Qu¨¦ palabra tan cierta para definir el dolor oscuro de quien no acepta una injusticia tan brutal como irremediable. Porque el que queda aqu¨ª, (en la tierra, dicen), debe emprender un combate a muerte con la gran provocadora de la existencia humana. Reto perdido de antemano pero necesario para amansar el sentimiento.
S¨®lo ahora, dos d¨ªas despu¨¦s de tu viaje, me dispongo a poner palabras al silencio, marcas al vac¨ªo de la vida. Escribir. Lo que tu no dejaste de hacer nunca y bajo cualquier circunstancia. Escribirte. Me enfrento a tu despedida al igual que otros amigos tuyos, y tienes muchos, que ahora est¨¢n record¨¢ndote en todos los peri¨®dicos del mundo. No es un texto de condolencia. O no solamente. Porque en este dolor que siento hay tambi¨¦n una paz muy especial, algo que me hace sonre¨ªr en cada ocasi¨®n que me viene a la cabeza algun recuerdo de nuestra amistad com¨²n, una armon¨ªa muy exclusiva que proviene de aquello tan misterioso que es la literatura. M¨¢gico pa¨ªs donde la vida y la muerte tienen el mismo apellido. Y donde podemos movernos por el espacio y el tiempo sin problemas. Escribiendo. Leyendo. Recordando.
Ahora que est¨¢s aqu¨ª (en tu foto, de perfil, con las manos unidas en forma de rezo que tengo en la pantalla del ordenador), y al mismo tiempo te has ido, debo resistirme al impulso de escribir sobre recuerdos comunes, viajes, an¨¦cdotas, cenas, conversaciones, lecturas¡porque, entonces, deber¨ªa tambi¨¦n hablar de mis vivencias contigo y con Silvia. No es tiempo aun. Tengo que aprender a olvidar para escribir de nuevo lo vivido. Alguien, adem¨¢s, acaba de decirme por tel¨¦fono que esta misma ma?ana recibi¨® un fax escrito por tu pu?o y letra. Y, conoci¨¦ndome como me conozco, no s¨¦ si alg¨²n d¨ªa conseguir¨¦ esta separaci¨®n, dicen que necesaria, de los que se van con los que se quedan: una presencia-ausencia llamada distanciamiento y descuido.
Una de las escenas m¨¢s personales de tu vida est¨¢ inmersa tambi¨¦n de literatura. Carlos Fuentes ni?o sentado en las faldas de Alfonso Reyes. Una fotograf¨ªa que es mucho m¨¢s que una fotograf¨ªa. Cu¨¢ntas veces te he escuchado decir: ¡°Yo aprend¨ª literatura sentado en las rodillas de Alfonso Reyes¡±. Frase tan llena de sentido para tu imaginaci¨®n y magisterio que me veo en la obligaci¨®n de a?adir una apostilla. La gran literatura, como tu has ilustrado justamente, se contagia. Por enigm¨¢tico que pueda parecer este descubrimiento, hay que acercarse a los grandes porque emanan una sensibilidad especial para el lenguaje, la reflexi¨®n y la sabidur¨ªa. Una energ¨ªa creativa s¨®lo accesible a los creyentes. Y tu credo es pura y vitalmente literario. De una generosidad y fidelidad con los escritores j¨®venes y no tan j¨®venes que no he visto en otros grandes maestros de la literatura. Siempre pendiente de nuevas voces narrativas y dispuesto a escribir sobre ellas y elogiarlas. Responsable directo de haber conseguido para este siglo la uni¨®n de las lenguas hispanas en una literatura com¨²n, una sola geograf¨ªa, que son tambi¨¦n muchas y diversas: Dijiste en voz alta: ¡°Es la lecci¨®n de La Mancha: (Cervantes). Es tambi¨¦n la lecci¨®n de Comala: (Rulfo) y la de Santa Mar¨ªa: (Onetti). No estamos solos y nos encaminamos hacia el mundo del siglo venidero con ustedes, los espa?oles, que son nuestra familia inmediata. Nos necesitamos. Pero tambi¨¦n el mundo del futuro necesita a Espa?a y a la Am¨¦rica espa?ola. Nuestra contribuci¨®n es ¨²nica; tambi¨¦n es indispensable; no habr¨¢ concierto sin nosotros¡±.
Te debo mucho, Carlos. Entre tus obsequios literarios te debo que mi voz mestiza, perif¨¦rica, atravesada fuera tambi¨¦n americana; invitarme a escribir la biograf¨ªa de otro grande mexicano: Juan Rulfo y regalarme horas de cercan¨ªa familiar y de tu pasi¨®n por la memoria, la erudici¨®n, la lengua y la diversidad de las culturas.
Te deben mucho, Carlos. Y la prensa, toda, no cesa de reconocer tus cualidades, tu talento, tu obra ¨²nica, tu maestr¨ªa. Eso me hace pensar que, pese a las injusticias de la vida, la muerte conserva su peque?a porci¨®n de generosidad. Concede gloria eterna a los genios. Tu disfrutabas, claro, de una consideraci¨®n universal. Pero es ahora cuando est¨¢s realmente sentado junto a Kafka, Borges, Cervantes, Chejov, Conrad¡ platicando con ellos sobre los vivos y los muertos. Es decir: viviendo en la literatura. No hay mejor Nobel que la Inmortalidad. All¨¢ donde seguir¨¢n para siempre las estrellas.
Nuria Amat es escritora.
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