Historia e invenci¨®n
Si toda la historia que nos ense?an es presentista, es decir, est¨¢ hecha desde el contexto y la ideolog¨ªa de quien la escribe, todo el pasado que conozco (incluido, tal vez, el que he vivido) se me antoja construido desde distintos presentes ya pasados. Pertenezco a una generaci¨®n a la que le han contado la historia desde muy divergentes perspectivas, de ah¨ª que mi escepticismo respecto al estatuto cient¨ªfico del conocimiento hist¨®rico haya aumentado con los a?os.
La primera vez que me enfrent¨¦ a la disciplina fue en cuarto de bachillerato, cuando deb¨ª estudiar un compacto manual en el que entraba desde Altamira hasta el Glorioso Alzamiento Nacional, con un peque?o ap¨¦ndice en el que se mencionaba al amigo Eisenhower. Lo que entonces se llevaba era la historia descriptiva, heredera del positivismo y los historicismos del XIX, y en la que los de mi edad aprend¨ªamos de memoria listas de reyes, testamentos, pol¨ªticas matrimoniales y batallas decisivas, sin que jam¨¢s lleg¨¢ramos a entender el c¨®mo y el por qu¨¦ de todo aquel quilombo ¨¦v¨¦nementiel de ¡°sucesos sucedidos¡±.
En la Universidad la historia era ya otra historia. A partir de finales de los sesenta, y a trav¨¦s de disc¨ªpulos del gran Vicens Vives (quien, por cierto, no disimulaba su admiraci¨®n por Toynbee), ya se sent¨ªa el influjo de los primeros y segundos Annales e, incluso, el eco en sordina de los historiadores marxistas de Past and present: de repente el relato del pasado se despreocup¨® de sus tradicionales protagonistas y empez¨® a alimentarse bul¨ªmicamente de econom¨ªa y sociolog¨ªa, de estad¨ªsticas y estamentos, de explotadores y explotados. Luego aterrizaron los minuciosos estructuralistas y los obsesivos cli¨®metras, los historiadores de las crisis y de las mentalidades, los microhistoriadores del molinero Menocchio y los que extra¨ªan conclusiones de la vida cotidiana en una aldea occitana. Todo era historia y todo se pod¨ªa contar desde muchos puntos de vista: tras la aridez del estructuralismo y del linguistic turn, llegaron los derridianos, los deconstructores, las feministas, los historiadores culturales, los estudiosos de la queer history, hasta completar el resto de la abigarrada tropa. Y, cuando ya parec¨ªa que el viejo relato se hab¨ªa fragmentado en mil pedazos, un grupo de historiadores brit¨¢nicos que llegar¨ªa a ser muy influyente, requeridos por los medios, y posiblemente seducidos por la eclosi¨®n global de la novela hist¨®rica, volvieron a reinventarlo. De modo que se hicieron narradores y, tras triunfar en las televisiones escribiendo series hist¨®ricas de amplia audiencia, se convirtieron en celebridades medi¨¢ticas.
Uno de ellos es Orlando Figes, uno de los m¨¢s reputados estudiosos de Rusia y la URSS (sus principales libros han sido publicados por Edhasa). Hace un par de a?os, cuando ya era un celebrity historian y se hab¨ªa convertido en ¨¦xito mundial su estupendo libro Los que susurran (en el que despliega con arte de novelista y oficio de historiador la s¨®rdida realidad de un conjunto de vidas privadas durante los a?os de plomo del estalinismo), se vio mezclado en un esc¨¢ndalo cutre: utilizando un seud¨®nimo (¡°historiador¡±), se hab¨ªa dedicado a poner a caldo en Amazon los libros de otros colegas suyos. Fue descubierto y cometi¨® m¨¢s torpezas: primero amenaz¨® a los denunciantes con llevarles a juicio y, m¨¢s tarde, minti¨® ech¨¢ndole la culpa a su se?ora. Despu¨¦s pidi¨® perd¨®n y consigui¨® que sus ¨¦xitos de historiador medi¨¢tico difuminaran sus estupideces de individuo vanidoso. Ahora, mientras en el Reino Unido se acumulan las rese?as ditir¨¢mbicas de su ¨²ltimo libro, Just send me word, subtitulado con sentido de la mercadotecnia ¡°una verdadera historia de amor y supervivencia en el Gulag¡± y basado en la correspondencia de una pareja separada por la guerra y el castigo, algunos soviet¨®logos rusos y anglosajones han denunciado presuntas inexactitudes o tergiversaciones contenidas en Los que susurran.
Mientras se aclara el asunto, he decidido volver a leer Doctor Zhivago. S¨ª, ya s¨¦ que solo es una novela. Pero, ?acaso la historia no lo es tambi¨¦n, a su manera, mucho m¨¢s tr¨¢gica y terrible?
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