H¨¦roes oper¨ªsticos
Se escriben novelas por innumerables razones: por dinero, desde luego, pero tambi¨¦n por amor o desamor, por venganza o por odio, por imitaci¨®n o por envidia, para ser amados (o admirados), para entretener a hijos o amantes, incluso por la imperiosa necesidad de contar una historia que ha crecido muy adentro y exige una salida de urgencia. Cada novelista tiene la suya, pero, entre todas las razones mencionadas cuando son preguntados, hay una que se repite con frecuencia: para vivir otras vidas, para ser otros.
Las razones por las que Emilio Salgari (1862-1911) escribi¨® m¨¢s de ochenta novelas y un centenar de relatos pueden rastrearse en El ¨²ltimo viaje del capit¨¢n Salgari (?tico de los Libros), de Ernesto Ferrero, una novela biogr¨¢fica en torno a la peripecia vital de uno de los m¨¢s le¨ªdos autores italianos de los dos ¨²ltimos siglos. Junto con Verne ¡ªdel que le separan tantas cosas¡ª Salgari es uno de los grandes exponentes europeos de la novela de aventuras, un aut¨¦ntico ¡°padre de h¨¦roes¡± venerado por adolescentes de varias generaciones. Entre otros, los de la m¨ªa. Lo descubr¨ª en dos o tres vol¨²menes sueltos de los que hab¨ªa publicado la editorial Maucci en los a?os veinte y que encontr¨¦ incongruentemente albergados en la biblioteca de mis abuelos, junto a insoportables novelas de Vargas Vila y obras m¨¢s modernas de Vicki Baum, Maxence Van der Meerch, o Mika Waltari. Fue en aquellos escasos libros donde conoc¨ª al aguerrido pirata (y, seg¨²n supe luego, furibundo anti-imperialista) Sandok¨¢n, a su fiel amigo Y¨¢?ez y a su enamorada lady Mariana Guillonk, la dulce ¡°perla de Labu¨¢n¡±. M¨¢s tarde, los vol¨²menes de la colecci¨®n Molino, bastante menos aparatosos, me permitieron completar el ciclo de los ¡°piratas de la Malasia¡± y descubrir a otros h¨¦roes salgarianos en escenarios tan diversos como el Caribe, el Far West, Australia, los mares ¨¢rticos o la India. Fue tambi¨¦n en Salgari (antes que en Verne) donde le¨ª mi primera novela de ciencia-ficci¨®n: Las maravillas del a?o 2000, de la que lo ¨²nico que recuerdo es un grabado que representaba una especie de barco-tranv¨ªa circulando por un ¨¢mbito helado.
Es verdad que las novelas de Salgari han envejecido peor que las de Verne. Quiz¨¢s porque sus h¨¦roes son m¨¢s aparatosos y est¨¢n menos cuidadosamente caracterizados (incluso para los est¨¢ndares de las novelas de aventuras). Supongo que le¨ª a ambos al mismo tiempo, pero entonces me gustaba m¨¢s Salgari que Verne, tal vez por sus mismos defectos y porque la fantas¨ªa del italiano apuntaba m¨¢s a lo irracional, a lo primario, a la necesidad infantil de identificaci¨®n con los m¨¢s fuertes. Eran h¨¦roes, en cierto sentido, oper¨ªsticos, desbordados, viscerales. Como las historias que protagonizaban.
La documentada novela de Ferrero muestra por la v¨ªa de la reconstrucci¨®n biogr¨¢fica que Emilio Salgari fue el m¨¢s complejo de todos sus h¨¦roes. Hijo y padre de una estirpe de suicidas, fantasioso con su propia biograf¨ªa, viajero inm¨®vil a trav¨¦s de los ex¨®ticos escenarios de sus libros, su vida fue un desmesurado drama personal y familiar. Sus editores se nos muestran como tremendos ejemplos de la voracidad, la rapi?a y la falta de escr¨²pulos tan frecuentes en su gremio a lo largo del siglo XIX. Vivi¨® miserablemente mientras escrib¨ªa art¨ªculos, cuentos y novelas a raz¨®n de tres p¨¢ginas diarias, y pobre de ¨¦l si la enfermedad o los imprevistos retrasaban la entrega. Harto de su sufrimiento y de asistir al hundimiento de su mujer en el manicomio en que estaba recluida, una ma?ana, tras escribir cartas a sus hijos, a su editor y al director de su peri¨®dico, se dirigi¨® con una navaja de afeitar a un parque de Tur¨ªn y all¨ª se practic¨® un (chapucero) seppuku. En 1998 dos astr¨®nomos italianos pusieron su nombre al asteroide 27094. Seguro que, como hab¨ªa hecho Pavese, de ni?os hab¨ªan jugado a ser ¡°piratas de la Malasia¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.