Un forjador de utop¨ªas musicales
La marca que Roberto Medina cre¨® para globalizar el af¨¢n de superaci¨®n ameniza Madrid
Una noche de 1984 Roberto Medina, ya por entonces uno de los m¨¢s famosos publicistas de Brasil y miembro de una distinguida familia de empresarios y pol¨ªticos, paseaba por Rio de Janeiro con su primera mujer. Hombre tan amigo de las an¨¦cdotas edificantes como poco dado a las quejas, andaba dando rienda suelta a su hartazgo de la ciudad. Estaba decidido: se mudar¨ªa a EE UU. Ella le solt¨® entonces: ¡°Y t¨², ?qu¨¦ has hecho realmente por Rio?¡±. De vuelta en casa, Medina pas¨® la noche en vela. Por la ma?ana ten¨ªa un plan y un nombre: Rock in Rio. Casi treinta a?os despu¨¦s, el novato, cuya experiencia en el negocio de los conciertos se reduc¨ªa a un lun¨¢tico aunque hist¨®rico recital de Frank Sinatra en Maracan¨¢ en 1980, est¨¢ decidido a globalizar la idea de aquella noche de 1984, tras exportar con ¨¦xito a Lisboa y Madrid lo que entonces hizo por Rio.
Desde la primera cita (que en 1985 convoc¨® a 1,35 millones de personas) a la ¨²ltima (el fin de semana pasado y desde hoy y hasta el s¨¢bado en la Ciudad del Rock en Arganda del Rey, con Man¨¢, Lenny Kravitz, Red Hot Chili Peppers o David Guetta) suman 11 ediciones del ¡°mayor festival de m¨²sica y ocio del mundo¡±. Una experiencia superlativa para la que queda margen de crecimiento. Argentina tendr¨¢ su Rock in Rio en 2013, a?o en que la cita volver¨¢ de nuevo a su lugar de origen por quinta vez. Y hay planes para abrir sucursales en ¡°Estados Unidos, Oriente Medio, Alemania, Per¨², M¨¦xico y Colombia¡±.
Se trata de cumplir ¡°el sue?o de estar en todos los continentes¡± y ¡°devolver a la vida¡± lo que ella le ha ¡°concedido¡±, asegura este creyente en las ideas de superaci¨®n de su amigo Paulo Coelho en un improvisado despacho en el recinto del festival madrile?o ante la maqueta virtual de una Ciudad del Rock en un pa¨ªs ¨¢rabe por determinar que albergar¨¢ un centro comercial y un museo de la m¨²sica. ?Suena descabellado? Ese es el terreno en el que Medina se mueve con comodidad.
Nadie crey¨® probable hacer un festival con estrellas internacionales como Queen o James Taylor en plenos a?os 80 y en un pa¨ªs reci¨¦n despertado a la democracia, ni mucho menos parec¨ªa plausible abastecer a tantos sedientos de la cerveza que patrocin¨® el primer Rock in Rio (hubo que introducirla en el recinto por medio de conductos subterr¨¢neos de amianto). Super¨® un secuestro por motivos econ¨®micos en Brasil en 1990, entonces pas¨® ¡°16 d¨ªas sin apenas comer¡±, as¨ª que tampoco entra en sus planes arredrarse ante los reveses de la crisis en Espa?a y el clima de abatimiento que obviamente pasa factura a un evento como este; Medina tiene asumido que esta vez no alcanzar¨¢ los 220.000 asistentes que el festival registr¨® hace dos a?os (si bien se han reducido los d¨ªas de cinco a cuatro) y que quedar¨¢n lejos los n¨²meros de Brasil (700.000 entradas vendidas para la ¨²ltima cita de septiembre) y Lisboa (350.000 en la edici¨®n de mayo).
Se enciende al hablar de la recesi¨®n en Europa, como quien ve clara la soluci¨®n de los problemas que los dem¨¢s certifican como irresolubles. Emplea la primera persona del plural para diagnosticar la situaci¨®n del pa¨ªs donde vive parte de su tiempo: ¡°Parece que soy m¨¢s espa?ol aqu¨ª que los espa?oles. No podemos simplemente recortar y recortar sino pensamos inmediatamente en un plan para reflotar el pa¨ªs despu¨¦s. Esta crisis es sobre todo la de la ruptura de los paradigmas. El estado ya no va a venir a solucionarnos nada¡±. Y no culpa tanto a la gente como a aquellos que se dedican a extender el des¨¢nimo.
La desilusi¨®n es una perniciosa plaga para este empresario, cuya biograf¨ªa autorizada, escrita por Marcos Eduardo Neves, se titula Vendedor de sue?os (Nowtilus). Sobre todo lo es para un modelo de negocio como el de Rock in Rio, en el que los patrocinadores son cruciales. Este no es un festival al uso: no es solo porque que hay decenas de actividades l¨²dicas asociadas a los conciertos, es que las bandas de los carteles de las diferentes ediciones, salvo contadas excepciones (James Taylor, Guns¡¯n¡¯Roses o Gogol Bordello), no obedecen a los gustos de Medina, sino que se deciden practicando ¡°sondeos¡±. Y las marcas, lejos de situarse en estrat¨¦gico segundo plano para doblegar subliminalmente las voluntades de los asistentes, se colocan en primer t¨¦rmino. ¡°En estos tiempos no se puede enga?ar a la gente. No sirven de nada los trucos¡±.
Medina no es, con todo, de los que se cruzan de brazos a la espera de que amaine el temporal. Tras vender en mayo la mitad de Rock World S. A. al empresario Eike Batista para as¨ª poder acometer ¡°empresas mayores¡±, trabaja por descargar parte del protagonismo de su gesti¨®n (su hija, Roberta Medina, y Luis Justo, reci¨¦n nombrado CEO de la compa?¨ªa, tienen mucho que ver en eso). Ahora, de retirarse, ni hablar. ¡°Creo que al d¨ªa siguiente me morir¨ªa¡±, dice, entre las risas de su mujer Mariana Ferreira.
De su incapacidad para dejar de emprender proyectos a la edad en la que la mayor¨ªa se jubila hablan sus planes m¨¢s inmediatos: en cuanto Rock in Rio Madrid eche el cierre tras los conciertos del jueves, el viernes y el s¨¢bado, se mudar¨¢, esta vez s¨ª, a Nueva York para iniciar desde su mismo coraz¨®n la conquista de un nuevo y complejo mercado.
Babelia
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