Ahora se lleva el pardo
Hay una grasa buena y otra grasa mala. Como en el conocido caso del colesterol y de la especie humana misma hay, respectivamente, sustancias e individuos de cataduras opuestas. Los buenos y los malos. La esperanza tan ins¨®lita como importante es ahora que e acuerdo a las ¨²ltimas investigaciones org¨¢nicas en mitad de esta l¨®brega Crisis, las oscuras fuerzas del bien llegan para vencer a los albos malvados.
En el caso concreto de las grasas, un estudio dirigido por el doctor Bruce Spiegelman del Dana Faber Cancer Institute, anteayer aparecido en la revista Cell viene a decir que los beb¨¦s nacen con mucha grasa buena (de color parduzco o marr¨®n) que, afortunadamente, les protege de la obesidad. Despu¨¦s, sin embargo, al hacerse mayores, van acumulando porciones crecientes de "grasa beige" que viene ser, en su extremo, la causante de la posible obesidad m¨®rbida.
Ahora, parad¨®jicamente, el efecto positivo proviene de lo que posee un aspecto m¨¢s sombr¨ªo
?Remedios contra la grasa clara? Una hormona llamada "irisina" es el producto que recomienda el doctor Spiegelman para ir neutralizando las conspiraciones salvajes de la grasa beige.
Lo oscuro se opuso siempre a la claro pero ahora, parad¨®jicamente, extra?amente, el efecto positivo proviene de lo que posee un aspecto m¨¢s sombr¨ªo. La grasa marr¨®n o pardusca act¨²a a la maneras de un b¨¢lsamo y no nos provoca ya lo infausto sino, por el contrario, la victoria de la delgadez.
Esta ¨¦poca es especialmente desconcertante como todos los d¨ªas la marcha econ¨®mica nos hace saber. As¨ª, en otro ¨¢mbito, absolutamente alejado de las grasas, est¨¢ produci¨¦ndose tambi¨¦n un fen¨®meno de significaci¨®n tan rara como semejante.
En los noventa, los modelos insignia de cualquier marca de coches se presentaban, mayoritariamente, en un radiante color plata. Esos a?os hiperindividualistas -previos a las redes sociales- las gentes tend¨ªan al aislamiento mediante simulacros de sus "corazas de acero", representadas tanto en los autom¨®viles como en el estilo dom¨¦stico de los cocoonings.
Fue la fase precedente al periodo de los autom¨®viles blancos-blancos que desde BMW a Mercedes o Audi utilizaron para los lanzamientos de su ¨²ltima novedad estelar.
El blanco no es de hecho un color acogedor pero pose¨ªa la virtud, en ese tiempo inaugural del siglo XXI, de mostrarse como una p¨¢gina en blanco. Una vida nueva de oportunidades desde el punto cero del color.
?El paso siguiente? El tiempo siguiente es ¨¦ste que vivimos ahora cargado de chatarras, ¨®xidos y t¨®xicos. Es decir este tiempo excrementicio que la superficie del coche insignia, el de los anuncios por todas partes, reasume en su nuevo color marr¨®n.
Nunca hab¨ªa pasado nada igual puesto que ese tono podr¨ªa remitir a lo sucio y la tediosa decadencia. Pero as¨ª, ciertamente, son las cosas en estos tiempos llenos de malhumor y estragos. No hay m¨¢s que fijarse por las calles o en los anuncios: el modelo de la Serie 3 que promueve BMW, el Citro?n C4, el Infiniti EX37 de Nissan, y hasta el mismo Peugeot 208, han escogido lo amarronado.
Y, curiosamente, no parecen ahora feos. Se hallan en tan arm¨®nica consonancia con nuestra alma nocturna, donde "todos los gatos son pardos", que nada les conviene m¨¢s a su circunstancia. Lo pardo es bueno, como la grasa marr¨®n buena que se come a la grasa clara (o pintura blanca) de la fase anterior.
Pero no termina ah¨ª la cosa. La empresa Valentino y su inconfundible color rojo, base de su ¨¦xito tonante, hist¨®rico e internacional, acaba de ser adquirida por un fondo de inversi¨®n de Catar que, a la fuerza, se halla traspasado del oleoso color pardusco del petr¨®leo.
Cada ¨¦poca tiene su af¨¢n y su pantone. Fue negro el color dominante del severo siglo XIX, fue azul deportivo y bisexual en el accidentado siglo XX, fue blanco en los iniciales a?os inciertos de la primera d¨¦cada del siglo XXI. Ahora, La Gran Crisis arrasa con la alegr¨ªa del color y se coaliga con la tonalidad de la mierda. La mierda: una extra?a medicina, nos dicen los mandatarios, que de deposici¨®n en deposici¨®n terminar¨¢. nos aseguran, por hacernos flotar en las letrinas.
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