Una historia de lucha de clases
Marichalar-Urdangarin: Primer duelo de la serie que el escritor y periodista publicar¨¢ durante el verano en las p¨¢ginas de EL PA?S
Pregunta: ?se puede odiar a alguien por el mero hecho de que vista pantalones con dibujos de amebas?
Respuesta: s¨ª, si se ha sido lo suficientemente pobre como para considerarlo una ostentaci¨®n t¨ªpica de las clases ociosas.
Pregunta: ?hay en la vida algo m¨¢s inquietante que un cu?ado?
Respuesta: s¨ª, un concu?ado.
Jaime de Marichalar e I?aki Urdangarin fueron concu?ados, quiz¨¢ todav¨ªa lo sean frente a Dios, que no admite otro divorcio que el que administran, previo pago de la correspondiente mordida, los tribunales de la Iglesia. Concu?ados, dec¨ªamos, una relaci¨®n dif¨ªcil como pocas en la que solo caben el afecto fingido que se actualiza en la paella familiar de los domingos o la competitividad desatada por ganarse el aprecio de los suegros comunes, especialmente si no son tan comunes, como sucede cuando uno emparenta con la Casa Real.
Muchas veces hemos fantaseado con aquel instante inaugural en el que Marichalar y Urdangarin fueron presentados. Los vemos estrech¨¢ndose las manos, sonriendo cort¨¦smente, quiz¨¢ observ¨¢ndose con disimulo para deducir del aspecto f¨ªsico y del ali?o indumentario del otro cu¨¢l de los dos tendr¨ªa m¨¢s posibilidades de medrar en el organigrama mon¨¢rquico. El uno proced¨ªa de una familia de rancio abolengo, signifique lo que signifique abolengo (de rancio sabemos que se aplica al tocino pasado de fecha); el otro, de una familia numerosa acomodada, aunque de clase media. Marichalar vest¨ªa como un dandi (en la medida en que las amebas lo sean); Urdangarin vest¨ªa normal. El primero era feo; el segundo era guapo. El noble, sin carecer de masa muscular, no la ten¨ªa l¨®gicamente tan desarrollada como el deportista¡ No vamos a decir, en fin, porque resultar¨ªa exagerado, que cada uno fuera el negativo del otro, pero s¨ª que las diferencias entre ambos resultaban notables. Eso lo sab¨ªan sin duda alguna las infantas, que mientras asist¨ªan a este primer encuentro, presumiendo cada una internamente de su c¨®nyuge, quiz¨¢ se preguntaban cu¨¢l de los dos dar¨ªa mejor resultado como marido o exmarido, como padre, como yerno, como duque consorte, como hombre de negocios¡
Pregunta: ?puede darse un episodio de lucha de clases en una atm¨®sfera de gente bien situada econ¨®micamente como la que estamos describiendo?
Respuesta: s¨ª.
Ignoramos d¨®nde se produjo aquel primer encuentro, si en un bar, en una discoteca, en un desfile de moda o en una galer¨ªa de arte. En todo caso, all¨ª se escribir¨ªa el primer cap¨ªtulo de una relaci¨®n humanamente complicada, pues a la ya dif¨ªcil condici¨®n de concu?ados se sumaban exigencias de car¨¢cter hist¨®rico determinadas por la posici¨®n de la futura prole en la l¨ªnea de sucesi¨®n a la corona. ?Qui¨¦n tendr¨ªa m¨¢s hijos? ?Qui¨¦n los educar¨ªa mejor? ?Qui¨¦n ganar¨ªa m¨¢s dinero? ?Qui¨¦n enviudar¨ªa antes?
Pregunta: ?estamos o no estamos hablando de un episodio de lucha de clases real, en los dos sentidos del t¨¦rmino?
Respuesta: s¨ª, evidentemente.
La situaci¨®n era tan de follet¨ªn, tan de novela del siglo XIX, tan de porteras en ¨²ltima instancia, que cada espa?ol, de forma expl¨ªcita u oculta, tom¨® partido por un cu?ado u otro. No creemos equivocarnos al afirmar que este primer asalto lo ganaron Urdangarin y Cristina, que transmit¨ªan la imagen de una pareja moderna, normal, currante y tan fresca (incluso tan cool) que quiz¨¢ ni necesitaran, al contrario de los rancios Marichalar y Elena, usar desodorante.
Pregunta: ?es necesario echar colonia en la colonia para que huela bien?
Respuesta: no, la fragancia forma parte de su naturaleza.
Urdangarin y Cristina no necesitaban perfumarse porque ellos eran el perfume, como lo ser¨ªan despu¨¦s sus hijos, que enseguida empezaron a llegar a esta dif¨ªcil meta de salida que llamamos existencia a un ritmo de campeones ol¨ªmpicos. Sin prisa, pero sin pausa, hasta completar una familia numerosa ejemplar tanto desde el punto de vista de la forma como desde la perspectiva del fondo. N¨®tese, por si fuera poco, que Urdangarin, en las primeras fotos que conocimos de ¨¦l, recordaba bastante al pr¨ªncipe Felipe, y as¨ª lo destacaron muchos medios. Quiere decirse que aquella uni¨®n parec¨ªa bendecida tambi¨¦n por el prestigio de una pasi¨®n oscuramente incestuosa en un pa¨ªs donde la gente es muy aficionada a meterse en la cama con su madre.
Pregunta: ?era l¨®gico que el primer asalto de ese colosal episodio de lucha de clases librado en el interior de la monarqu¨ªa lo ganara la clase media representada por la pareja I?aki-Cristina?
Respuesta: s¨ª. Y no solo era lo l¨®gico, sino lo deseable.
Pero la vida es complicada. El rencor de clase, que es el motor de la historia, no siempre favorece al rencoroso. Con el rencor de clase, igual que con las escopetas, no se juega, pues corre uno el peligro de pegarse un tiro a s¨ª mismo, como el pobre Froil¨¢n. Quiz¨¢ es lo que le ocurri¨® a Urdangarin, que pretendiendo superar al concu?ado noble, pero de recursos econ¨®micos limitados, se dio un tiro en el pie, ese pie con el que est¨¢ a un paso de entrar en la c¨¢rcel si las influencias de la familia pol¨ªtica no lo remedian. Le est¨¢ bien empleado aunque solo sea porque trataba al servicio dom¨¦stico (la servidumbre, para ¨¦l) como al culo. Los desclasados tenemos m¨¢s peligro que el capit¨¢n Garfio.
Pregunta final: ?gan¨® entonces, finalmente, este raro episodio de lucha de clases la nobleza ociosa frente a la clase media emprendedora?
Respuesta: s¨ª.
Corolario: pues estamos jodidos.
Pr¨®xima entrega, el mi¨¦rcoles: Carmen Thyssen / Borja Thyssen.
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