La muerta viva
Las series de televisi¨®n disputan la hegemon¨ªa del arte de narrar a la novela, que ha perdido su antigua capacidad de influir en una cultura cada vez m¨¢s fragmentada. ?Crisis de estancamiento o de crecimiento? La muerte del g¨¦nero es todo un g¨¦nero
Ortega no es Zizek, pero La rebeli¨®n de las masas es un ensayo tan atento a las mutaciones de la sociedad moderna que, a la altura de 1930, ya inclu¨ªa chistes. Como ese del hombre al que, cuando quiere confesarse, el cura le pregunta si se sabe los mandamientos. Su respuesta: ¡°Mire usted, padre, yo los iba a aprender, pero he o¨ªdo un runr¨²n de que los iban a quitar¡±.
Con el propio Dios como muerto m¨¢s ilustre, la cultura occidental est¨¢ llena de cad¨¢veres simb¨®licos, incluidos aquellos que, aparentemente, llevan siglos gozando de buena salud. Es el caso de la novela, un g¨¦nero literario cronol¨®gicamente muy tard¨ªo si lo comparamos con el teatro o la poes¨ªa, milenarios, pero que desde su nacimiento vive asediado por ese mismo runr¨²n de que lo van a quitar. De ah¨ª que esa clase de libros que todo el mundo sabe reconocer pero casi nadie se atreve a definir no deje de generar debates y, por supuesto, bibliograf¨ªa, ya se trate de describir sus mecanismos, analizar su capacidad para reflejar su tiempo o calibrar su fuerza para cuestionarlo. A eso se dedican tres libros recientes como La imaginaci¨®n hist¨®rica, del historiador Justo Serna; ?Qu¨¦ fue de la modernidad?, del cr¨ªtico brit¨¢nico Gabriel Josipovici, y La escritura desatada, del catedr¨¢tico de literatura Jos¨¦-Carlos Mainer.
Desde la perspectiva de la historia cultural, Serna trata de responder a una pregunta tan sencilla como endemoniada: ?qu¨¦ idea del pasado y el presente de un pa¨ªs se har¨ªa un lector que, despu¨¦s de un cataclismo, solo contara con un pu?ado de novelas por todo documento? El pa¨ªs, por cierto, es Espa?a y los novelistas, Eduardo Mendoza, Luis Landero, Arturo P¨¦rez-Reverte, Antonio Mu?oz Molina y Javier Cercas.
Por su parte, Josipovici, que ha ense?ado literatura en Oxford y Sussex, tambi¨¦n plantea dos preguntas. Mejor dicho, ¨¦l plantea una y su editor, otra. La del autor est¨¢ en la cubierta: ¡°?Qu¨¦ fue de la modernidad?¡±. La del editor, seg¨²n costumbre, en la contracubierta: ¡°?Qu¨¦ tienen Kafka, Virginia Woolf y Borges que no tienen Philip Roth, Ir¨¨ne N¨¦mirovsky o Julian Barnes?¡±.
¡°Ha funcionado durante m¨¢s de doscientos a?os. No tenemos por qu¨¦ dudar de que lo siga haciendo¡±, sostiene Mainer
Si La imaginaci¨®n hist¨®rica es un voto de confianza a la ficci¨®n porque sus autores han sabido ¡°expresar lo que sus destinatarios precisan¡±, ?Qu¨¦ fue de la modernidad? es todo lo contrario, una denuncia contra escritores que, dice Josipovici, producen ¡°objetos manufacturados con esmero¡± y ¡°exquisitamente fabricados para que no percibamos las costuras¡±. ?Su pecado? Olvidar que escribir significa hoy tener presentes la precariedad y las responsabilidades de la literatura. Recordando a Barthes, el cr¨ªtico brit¨¢nico sostiene que ¡°ser moderno consiste en reconocer que hay cosas que ya no se pueden hacer¡±. Si Paul Val¨¦ry se burlaba de la trama de las novelas aludiendo al socorrido ¡°la marquesa sali¨® a las cinco¡±, Josipovici critica a los que creen que la modernidad radica en usarse a s¨ª mismos como personajes pero no dudan ni de la val¨ªa de lo que escriben ¡°ni de su destreza para dar con el lenguaje que mejor se ajusta a sus necesidades¡±. La novela sigue siendo el espejo a lo largo del camino que quer¨ªa Stendhal, pero un espejo roto. Eso no significa que no puedan seguir escribi¨¦ndose novelas sino que, tirando del hilo hegeliano de la muerte del arte, estas han ¡°perdido su capacidad de explicar coherentemente el mundo¡±.
Finalmente, La escritura desatada es la reedici¨®n puesta al d¨ªa de un ensayo que se convirti¨® en cl¨¢sico en el mismo a?o de su aparici¨®n (2000) y que ¡ªde su tormentosa historia a su poli¨¦drica definici¨®n pasando por sus componentes¡ª cartograf¨ªa el mundo de las novelas. Ese es el subt¨ªtulo de una obra ampliada ahora para dar cabida a aspectos decisivos en la ¨²ltima d¨¦cada: la narrativa femenina, la relaci¨®n entre novela y ensayo o la llamada autoficci¨®n. El libro, no obstante, sigue abri¨¦ndose con unas p¨¢ginas que recuerdan que el g¨¦nero naci¨® ya rodeado de enemigos.
Un g¨¦nero sin pedigr¨ª
Cuando se le pregunta a qu¨¦ atribuye la c¨ªclica muerte y resurrecci¨®n de la novela, Jos¨¦-Carlos Mainer remite a su ¡°falta de pedigr¨ª¡±. ¡°Continuamente la est¨¢n matando porque naci¨® sin antecedentes, o con muchos pero ninguno determinante. La novela moderna surge de un mont¨®n de formas narrativas y de la idea del di¨¢logo, pero sin que nadie sepa c¨®mo ha de ser. Los primeros que ven un poco claro su importancia son los rom¨¢nticos alemanes a principios del XIX¡±. Eso, sumado a que ¡°los escritores tienen cierta tendencia apocal¨ªptica, hace que c¨ªclicamente se diga que la novela ha llegado a su fin¡±. Mainer, sin embargo, no se alarma: ¡°Como la cosa ha funcionando durante m¨¢s de doscientos a?os, no tenemos por qu¨¦ dudar de que lo siga haciendo¡±.
¡°No es un cataclismo sino una evoluci¨®n. No hay causas internas, es un cambio de h¨¢bitos sociales¡±, dice Luis Goytisolo
Parece, sin embargo, que la duda es el ox¨ªgeno que respira la novela (o los novelistas), de ah¨ª que la hayan puesto en crisis desde, como reza el t¨ªtulo de un estudio pionero, ¡°la ma?ana siguiente al naturalismo¡±. Se dir¨ªa, de hecho, que esa ma?ana no acaba de terminar nunca. En 1996 Jonathan Franzen, el pen¨²ltimo gran-novelista-a-la-manera-cl¨¢sica, public¨® ?Para qu¨¦ molestarse?, un texto hoy m¨ªtico al que todo el mundo se refiere como ¡°el art¨ªculo del Harper¡¯s¡±, en referencia a la revista que lo public¨®. Franzen, que en noviembre publicar¨¢ en Espa?a una recopilaci¨®n de ensayos ¡ªM¨¢s afuera (Salamandra)¡ª, se preguntaba all¨ª ¡°cu¨¢nto menos importan ahora las novelas a la mayor¨ªa de los norteamericanos que cuando se public¨® Trampa-22¡±, la novela antibelicista de Joseph Heller, o sea, en 1961, seg¨²n ¨¦l, el ¨²ltimo ejemplar de su especie que hab¨ªa influido en la cultura de su pa¨ªs. La imposibilidad de influir, dec¨ªa, recibe el nombre de crisis.
Para responder a su propia pregunta Franzen recurri¨® a un estudio sobre 24 horas de la vida de la cultura estadounidense. En ¨¦l encontr¨® 21 referencias a la televisi¨®n, ocho al cine, cuatro a la radio y solo una a la narrativa (Los puentes de Madison). En su propio art¨ªculo, el novelista recordaba que la portada de la revista Time, anta?o consagrada dos veces a James Joyce, hab¨ªa pasado a ser ocupada, entre el gremio de novelistas, por Scott Turow y Stephen King. ¡°Los dos son escritores honorables¡±, aclaraba, ¡°pero nadie duda de que merecieron las portadas por la magnitud de sus contratos¡±. Con el d¨®lar como ¡°rasero para medir la autoridad cultural¡±, el mismo semanario que durante d¨¦cadas aspiraba a formar el gusto de sus lectores ahora serv¨ªa solo para reflejarlo. As¨ª estaban las cosas en 1996 en medio ¡ª?ya en medio?¡ª de ¡°la hegemon¨ªa banal de la televisi¨®n¡± y ¡ªsin Twitter ni Facebook¡ª ¡°la fragmentaci¨®n electr¨®nica del discurso p¨²blico¡±.
Aunque Gabriel Josipovici sugiera en su ensayo que a la novela actual le pasa lo que a la revista Time ¡ªno forma el gusto, lo refleja¡ª, Franzen no sab¨ªa por entonces que ¨¦l mismo ocupar¨ªa esa portada cuando, en 2010, publicara Libertad, pero su diagn¨®stico era rotundo: el siglo XIX, ¡°cuando la novela era el medio primordial de instrucci¨®n social¡±, quedaba muy lejos. Para ¨¦l, la autoridad de la novela hab¨ªa sido ¡°un accidente de la historia¡± derivado del hecho de ¡°no tener competidores¡±. ¡°El novelista¡±, escrib¨ªa, ¡°tiene cada vez m¨¢s cosas que decir a lectores que cada vez tienen menos tiempo de leer¡±. Cinco a?os despu¨¦s de publicar aquel ensayo, Franzen se destap¨® con la monumental Las correcciones ¡ªen mayo HBO renunci¨® a convertirla en serie de televisi¨®n por su supuesta complejidad¡ª y 14 m¨¢s tarde, con la citada Libertad, dos novelones que suman m¨¢s de mil p¨¢ginas.
Es costumbre que los novelistas acompa?en sus avisos sobre el fin de la novela con la publicaci¨®n de¡ una novela, pero es cierto que Franzen retoc¨® su art¨ªculo del Harper¡¯s en 2002 para incluirlo en C¨®mo estar solo (Seix Barral). En el pr¨®logo a ese libro el autor se recuerda a s¨ª mismo como ¡°una persona muy iracunda y te¨®rica¡± y habla de su ¡°antiguo fanatismo¡± despu¨¦s de aclarar, no sin iron¨ªa, que aquel c¨¦lebre texto hablaba en realidad de ¡°abandonar su sentido de la responsabilidad social como novelista y de aprender a escribir ficci¨®n por la pura diversi¨®n de hacerlo¡±.
¡°Lo que se publican son entretenimientos. Hoy la ¡®gran novela¡¯ no tendr¨ªa lectores sino estudiosos¡±, afirma Eduardo Mendoza
Pero como la publicaci¨®n de una novela, as¨ª tenga 700 p¨¢ginas, no cambia los h¨¢bitos culturales de Occidente, Jonathan Franzen reconoci¨® que, aunque ¨¦l ofrec¨ªa su ayuda para apagarlo, se hab¨ªa declarado un incendio. ¡°S¨ª, la tecnolog¨ªa seduce a muchos m¨¢s j¨®venes ahora que hace 20 a?os¡±, le dijo el a?o pasado a otro novelista, el colombiano Juan Gabriel V¨¢squez, en una entrevista publicada en El Pa¨ªs Semanal, ¡°y puede que se avecine un periodo de decadencia sostenida de la novela, pero el p¨²blico es todav¨ªa muy grande. Aun si fuera peque?o, contar¨ªa con mi lealtad. Si seguimos escribiendo como si import¨¢ramos, seguiremos importando a la gente que lee novelas. La manera de conservar nuestro territorio no es darnos por vencidos y comenzar a escribir para nosotros mismos, sino tratar de escribir libros que sean relevantes¡±.
¡°Nuestro deber de entretener¡±
¡°El hecho de que sobreviva un mercado para la ficci¨®n literaria ejerce una disciplina ¨²til sobre los escritores, al recordarnos nuestro deber de entretener¡±, hab¨ªa dicho el mismo Franzen, iracundo y te¨®rico, en aquel art¨ªculo que le persigue. Con menos ira y teor¨ªa que los defensores de la vanguardia y menos cr¨ªtico con Philip Roth, el novelista ¡ªen sus dos reencarnaciones¡ª estaba se?alando que el problema no es el autor sino el lector. Lo mismo que dec¨ªan los que alertaban de la en¨¦sima mutaci¨®n de la novela, un g¨¦nero de por s¨ª mutante cuya consagraci¨®n pas¨® por el nacimiento de la burgues¨ªa primero y por el triunfo de la masa despu¨¦s. ¡°El escritor no puede olvidar al p¨²blico que lo lee, incluso si no pretende halagarlo¡±, afirman los franceses Roland Bourneuf y R¨¦al Ouellet en La novela, un ensayo de referencia que este a?o cumple cuatro d¨¦cadas. ?Qu¨¦ sucede cuando el que se olvida es el p¨²blico? ?Cuando se multiplican los competidores de la novela? ?Cu¨¢ndo estos ¡ªel cine, la televisi¨®n, los videojuegos¡ª son una evoluci¨®n audiovisual suya?
Luis Goytisolo, que en febrero pasado reuni¨® en un solo volumen los cuatro libros de su obra magna, Antagon¨ªa (Anagrama), y que en septiembre publicar¨¢ nueva novela ¡ªEl lago en las pupilas (Siruela)¡ª, ha sido uno de los narradores que m¨¢s ha analizado el futuro de su oficio. Antes incluso de indagar en el impacto de la imagen en la narrativa espa?ola contempor¨¢nea durante su discurso de ingreso en la RAE (1995), Goytisolo hab¨ªa hablado ya del declive de la novela. ?La raz¨®n? Que ha ido dejando paulatinamente de ser ¡°un medio de expresi¨®n adecuado para una sociedad en la que el libro no cesa de perder importancia frente a los audiovisuales¡±. M¨¢s de una d¨¦cada despu¨¦s, Goytisolo todav¨ªa recuerda, con humor, el eco de sus palabras en un tiempo en que, adem¨¢s, la Red estaba lejos de conocer su expansi¨®n actual y parec¨ªa ciencia ficci¨®n su alusi¨®n al papel ¡°de la inform¨¢tica¡± a la hora de acortar los mensajes y reducir el l¨¦xico: ¡°Me llamaron catastrofista¡±, rememora, ¡°como si hablara de un cataclismo y no de una evoluci¨®n. Los g¨¦neros empiezan y acaban. No pasa nada¡±. Pero matiza: ¡°No son causas internas, son los h¨¢bitos sociales los que crean esta situaci¨®n. Hay g¨¦neros que quedan anticuados y son sustituidos por otros. Yo me refer¨ªa a la novela como se ha entendido en el siglo XIX y XX¡±. Los grandes autores de esos siglos, dice, ser¨¢n le¨ªdos siempre, ¡°pero no de forma masiva, ni mucho menos. No desaparecer¨¢n, pero ir¨¢n a un nicho limitado. ?El siglo XXI? Yo me pregunto cu¨¢nta gente de 20 a?os lee novelas. Si la gente no las lee, ?por qu¨¦ no van a dejarse de escribir?¡±.
¡°Puede que deje de serla reina del mambo, pero no hay crisis. La novela del siglo XX siempre fue elitista¡±, seg¨²n Guelbenzu
M¨¢s expeditivo a¨²n que Goytisolo, Eduardo Mendoza es uno de los m¨¢s desacomplejados notarios de la crisis de la novela. Desacomplejado y madrugador. Durante un curso de verano de 1998, el autor de La ciudad de los prodigios declar¨® que la ¡°novela de sof¨¢¡± hab¨ªa muerto. Al menos en el primer mundo. Otra cosa ser¨ªa la periferia, las antiguas colonias, motor continuo de renovaci¨®n para las lenguas europeas. La falta de ¨¦pica ¡ªsustrato ¨²ltimo del g¨¦nero¡ª, la ausencia de un trauma colectivo y lo ¡°relativamente previsible¡± de los destinos individuales no permit¨ªan ya ¡°echar al vuelo la imaginaci¨®n¡±. La novela en el sentido cl¨¢sico, dec¨ªa Mendoza, apela ¡°a un tipo de inter¨¦s que el lector actual no siente¡±.
?Qu¨¦ queda pues? La novela como entretenimiento, responde un autor que ¡ªen paralelo al ir¨®nico deber de entretener del propio Franzen¡ª incendi¨® las columnas de opini¨®n de los peri¨®dicos. Por entonces, las redes sociales no volaban ni en la imaginaci¨®n. Algunos de sus colegas a?adieron matices a sus argumentos (Javier Mar¨ªas, F¨¦lix de Az¨²a); otros trataron de desmontarlos (Vargas Llosa, Mu?oz Molina, Andr¨¦s Trapiello).
Cuando se le recuerda aquel episodio que removi¨® el pl¨¢cido estanque de la literatura y que para algunos no fue m¨¢s que una serpiente de verano, Eduardo Mendoza, de vacaciones, se explica por tel¨¦fono: ¡°No me refer¨ªa a la muerte de la novela, que es algo muy pretencioso, sino a un tipo determinado de novela y a lo que represent¨® la del siglo XIX. A?os despu¨¦s no hay nada que desmienta lo que dije. Otra cosa es que se sigan publicando libros donde el formato novela se mantiene, pero que no son la novela, son entretenimientos en forma de novela¡±, dice un autor que desde entonces ha publicado media docena de t¨ªtulos y que hace tres meses public¨®, con enorme ¨¦xito, otro de sus entretenimientos: El enredo de la bolsa y la vida (Seix Barral). ?Ya no hay sitio para la gran novela? Antes de volver a sus vacaciones, Mendoza responde: ¡°En estos momentos ni hay un ambiente para crearla ni, si se pudiera crear, encontrar¨ªa lectores. Encontrar¨ªa estudiosos. Lo que ha muerto no es la novela, sino el lector de novela del siglo XIX como ha muerto el que iba a escuchar los sermones de grandes predicadores en el siglo XVII. ?Podr¨ªa salir un predicador que atronara en la catedral de Toledo? S¨ª, pero estar¨ªamos hablando de otra cosa¡±.
De la muerte de la novela a la muerte del lector
¡°Narrativos son el cine, la TV y el c¨®mic; la novela ya no es el lugar que plantea los cambios sociales¡±,apunta Fern¨¢ndez Porta
El director de aquel ya c¨¦lebre curso del 98 fue Jos¨¦ Mar¨ªa Guelbenzu, que certifica el cambio de actitud del lector citando a Philip Roth, esta vez para bien. Guelbenzu recuerda que el autor de La mancha humana afirm¨® hace ya tiempo que lo que muere no es la novela sino el lector complejo, ¡°que es el que puede leer novela compleja¡±. ¡°Por ah¨ª, por este mundo que vive de flashes y frases cortas e ingeniosas tipo Twitter es posible que se produzca un desajuste y la exigencia sea de cosas breves, rapiditas, digestivas y ocurrentes¡±, dice el escritor espa?ol, que, no obstante, est¨¢ convencido, de que todo ¡°se volver¨¢ a ajustar porque la gente dispuesta a reflexionar no se echa para atr¨¢s¡±.
El propio Guelbenzu ha recorrido ¨¦l solo casi todos los caminos de la narrativa espa?ola reciente: de El mercurio ¡ªun hito del experimentalismo publicado en, otro hito, 1968¡ª a la novela negra ¡ªen septiembre aparecer¨¢ un nuevo t¨ªtulo de su serie policiaca, Muerte en primera clase (Destino)¡ª. Todo ello sin abandonar la novela que ¨¦l llama ¡°de gama alta¡±, que ya no experimenta con el lenguaje sino con la estructura ¡ªacaba de aparecer una edici¨®n acad¨¦mica de El r¨ªo de la luna (C¨¢tedra), premio de la Cr¨ªtica en 1981¡ª.
Novelista en espa?ol, cr¨ªtico de literatura extranjera y antiguo editor de ambas cosas, Guelbenzu no contempla la palabra maldita: ¡°Ninguna crisis¡±, dice. Y se explica: ¡°La que est¨¢ m¨¢s fuerte que nunca es la novela tradicional, que es a la que est¨¢n apelando todos los best sellers y todos los que quieren serlo, los que escriben con exposici¨®n, nudo y desenlace con toda tranquilidad. De eso se escribe m¨¢s y cada vez se lee m¨¢s. Por otro lado, la novela de calidad ha sido siempre elitista. Otra cosa es que, con el tiempo, Anna Karenina se haya convertido en lectura obligada. Salvo la novela del XIX, que es popular y sienta el canon del g¨¦nero, la del siglo XX es claramente elitista, y no creo que haya muerto. Tiene el p¨²blico que ten¨ªa, que es un p¨²blico cultivado¡±.
Ganar la batalla, perder la guerra
En el futuro no publicar¨¢ ning¨²n escritor con menos de 5.000 amigos en Facebook, dice la ¨²ltima broma editorial
Respecto a la posible competencia del cine, la televisi¨®n e Internet en el campo de la narrativa, Guelbenzu augura una buena convivencia. Distinto es saber qui¨¦n marca eso que los pol¨ªticos llaman agenda y Franzen capacidad de influir: ¡°Puede que lo audiovisual se imponga y se haga masivamente cargo del acto de contar historia, pero no quiere decir que la novela se acaba. Seguir¨¢ su camino. Lo que ocurre es que la novela ha sido la reina del mambo durante un par de siglos y puede que deje de serlo, sin dejar de tener la misma calidad de siempre¡±. Quedan lejos, en efecto, los tiempos en que la popularidad de la novela de Victor Hugo consigui¨® que Notre Dame se restaurara seg¨²n lo inventado por el escritor en lugar de atendiendo a la traza original. ?Tiene nombre la nueva reina? Guelbenzu no lo ve claro, pero lo entrev¨¦: ¡°Quien est¨¢ tomando con firmeza el relato de las historias, quien ahora es capaz de contarlas con hondura y potencia expresiva son las series de televisi¨®n. M¨¢s que el cine, que est¨¢ infantilizado entre superh¨¦roes y efectos especiales¡±.
La crisis de la literatura es un g¨¦nero literario en s¨ª mismo. Lo dice Eloy Fern¨¢ndez Porta, que recuerda a John Barth se?alando, iron¨ªas posmodernas, el primer testimonio de ese g¨¦nero en un papiro egipcio. Barcelon¨¦s de 1974, es decir, 30 a?os menor que Jos¨¦ Mar¨ªa Guelbenzu, Fern¨¢ndez Porta hab¨ªa publicado dos libros de relatos antes de embarcarse en ensayos sobre la literatura en tiempos de sincretismo entre la ¨¦lite y la masa, la televisi¨®n y el cine, la Red, la m¨²sica y el arte contempor¨¢neo. El resultado son t¨ªtulos como Afterpop. La literatura de la implosi¨®n medi¨¢tica (Berenice, 2007; Anagrama, 2010) o Emoci¨®nese as¨ª. Anatom¨ªa de la alegr¨ªa (con publicidad encubierta), que publicar¨¢, tambi¨¦n en Anagrama, en octubre pr¨®ximo.
Seg¨²n Fern¨¢ndez Porta, la novela ha ganado la batalla. La afirmaci¨®n es tan rotunda que desconcierta a su interlocutor. Pero, ah¨ª llegan los matices, no lo ha hecho en la guerra tradicional. En su opini¨®n, el g¨¦nero ha sobrevivido por tres v¨ªas. Una: ¡°novelizando¡± las series de televisi¨®n. Dos: reconfigurando los grandes productos de Hollywood en sagas, ¡°un tipo de organizaci¨®n tomado de la literatura¡±. Tres: consiguiendo que la novela gr¨¢fica haya relegado al ¨¢lbum como g¨¦nero fundamental del c¨®mic. Una victoria que lleva dentro su propia derrota: ¡°La narratividad ha ganado la partida, pero la novela ya no es el lugar en el que se plantean las transformaciones sociales. Por no hablar de que el libro ya no puede arrogarse el monopolio de la literatura¡±.
En los a?os cuarenta, el estudioso franc¨¦s Jean Suberville lleg¨® a enumerar hasta 30 tipos de novela haciendo uso de facultades clasificatorias casi borgianas ¡ªdeportiva, de capa y espada, de animales¡¡ª . Eso teniendo en cuenta que algunas, como la cortesana y la pastoril, anta?o triunfantes, hab¨ªan pasado, literalmente, a la historia. Hoy la novela negra, la hist¨®rica y, ¨²ltimamente, la er¨®tica han tomado el relevo. ?C¨®mo hablar de crisis ante el florecimiento editorial de formatos tan identificables? Eloy Fern¨¢ndez Porta lo explica con una palabra: reacci¨®n. ¡°La apelaci¨®n a la narrativa tradicional no es m¨¢s que una reacci¨®n ante algo que se acaba. Justo cuando se entrev¨¦n grandes transformaciones en la lectura, la literatura se vuelve regresiva y trata de apostar por formas muy codificadas¡±.
Tambi¨¦n Luis Goytisolo considera que la llamada al orden es una forma de defensa. ¡°Los novelistas suelen resistirse a aceptar que cultivan un g¨¦nero progresivamente anacr¨®nico ¡ªalgo que los poetas tienen m¨¢s que asumido¡ª, y ello tanto m¨¢s cuanto mayor sea la tentaci¨®n de probar suerte subi¨¦ndose al carro del best seller¡±. Goytisolo lo dijo con estas palabras en un art¨ªculo, publicado en 2004 en este peri¨®dico, que trataba de responder a una idea casi tan recurrente como la muerte de la novela: nunca se ha le¨ªdo tanto. Las buenas historias que promueve el mercado, dec¨ªa, ¡°responden a un intento de contrarrestar el creciente desinter¨¦s del p¨²blico hacia la creaci¨®n literaria¡±.
Como toda crisis es a la vez una cat¨¢strofe y una oportunidad, aquellos que ven la novela en situaci¨®n cr¨ªtica consideran que la rotura del espejo de Stendhal produce muchos espejos peque?os. ¡°Dado que el mainstream es ya novel¨ªstico¡±, dice Fern¨¢ndez Porta, ¡°es posible que los textos literarios que se publiquen sean m¨¢s antinarrativos, experimentales y originales. En Espa?a el patr¨®n es el realismo; en Argentina, por ejemplo, no. Pensemos en C¨¦sar Aira¡±.
Tradicionalmente la narrativa ha reaccionado de dos formas al empuje de los medios audiovisuales, hoy rampantes: asumiendo sus t¨¦cnicas ¡ªla elipsis, por ejemplo¡ª o separ¨¢ndose de ellas y privilegiando su propia herramienta, el lenguaje. Nada nuevo por el lado de la est¨¦tica. Los novelistas seguir¨¢n ah¨ª: mientras exista un ser humano, existir¨¢ alguien que cuente su historia. O que se la invente. ¡°Las crisis de la novela no son de estancamiento sino de crecimiento¡±, dice Mainer. La sociolog¨ªa ya es otra cosa. Si crisis, seg¨²n Franzen, es la imposibilidad de influir en la cultura, la dispersi¨®n de la era digital har¨¢ que la influencia cultural de la novela tambi¨¦n sea dispersa, es decir, m¨¢s d¨¦bil. La proliferaci¨®n de editoriales peque?as es buena muestra. Por si fuera poco, otra crisis, la econ¨®mica, amenaza con eliminar cualquier riesgo, el art¨ªstico incluido. Doris Lessing tuvo que ver c¨®mo, meses antes de recibir el Nobel en 2007, su editorial brit¨¢nica le rechazaba un libro porque no vend¨ªa y algunos editores espa?oles cuentan ya un chiste, otro, o¨ªdo a sus colegas neoyorquinos: en el futuro no se publicar¨¢ a ning¨²n escritor con menos de 5.000 amigos en Facebook. Citando a Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, el poeta Francisco Brines suele decir que la poes¨ªa no tiene p¨²blico sino lectores. ?En cu¨¢l de las dos pistas bailar¨¢ en el futuro la anciana reina del mambo?
La escritura desatada. El mundo de las novelas. Jos¨¦-Carlos Mainer. Menoscuarto. Palencia, 2012. 380 p¨¢ginas. 22 euros.
?Qu¨¦ fue de la modernidad? Gabriel Josipovici. Traducci¨®n de Gregorio Cantera. Turner. Madrid, 2012. 264 p¨¢ginas. 18 euros.
La imaginaci¨®n hist¨®rica. Ensayo sobre novelistas espa?oles contempor¨¢neos. Justo Serna. Fundaci¨®n Jos¨¦ Manuel Lara. Sevilla, 2012. 260 paginas. 20 euros.
La imagen y la imaginaci¨®n
Nos parece m¨¢s antiguo un coche de hace 10 a?os que una locomotora de hace 20. Lo dice Ortega en el mismo cap¨ªtulo de La rebeli¨®n de las masas en que cuenta el chiste del hombre que se va a confesar. La idea de progreso casa mal con las artes, pero parece inevitable preguntarse qu¨¦ hay de nuevo. As¨ª, Jos¨¦ Mar¨ªa Guelbenzu, que no cree en la crisis del g¨¦nero, no deja de apreciar un ¡°estancamiento¡± en lo que ¨¦l llama la novela de calidad, ¡°la que tiene que seguir hacia adelante con nuevas formas expresivas¡±. De las propuestas de los ¨²ltimos a?os, la ¨²nica que le convence es ¡°el camino que marcaba Sebald, que no s¨¦ si est¨¢ agotado: ese que en la tensi¨®n entre verdadero y veros¨ªmil decide incluir las dos cosas y mezclarlas. Nada de lo que se vende aparatosamente como nuevo va m¨¢s all¨¢ que las vanguardias del siglo XX¡±.
Superados los prejuicios morales contra la invenci¨®n ¡ª¡°hoy parece m¨¢s bien que estamos muy a favor de la imaginaci¨®n¡±¡ª, Jos¨¦-Carlos Mainer descree del car¨¢cter utilitario de la novela. ¡°Las costumbres de las ballenas se reflejan mejor en un tratado de zoolog¨ªa que en Moby Dick¡±, afirma en La escritura desatada. Otra cosa son las posibilidades expresivas del ¡°camino de Sebald¡±, la autoficci¨®n, que Mainer considera ¡°una variante de la novela hist¨®rica relacionada con la nueva cr¨®nica period¨ªstica¡± y en la que hay ¡°una elaboraci¨®n y una presencia del autor que no es una simple objetivaci¨®n en el sentido tradicional¡±.
Si los premios son s¨ªntoma de algo, ah¨ª est¨¢n los ¨²ltimos nacionales de Narrativa, concedidos a dos libros que transitan por caminos dif¨ªcilmente asimilables a la novela: Tiempo de vida, de Marcos Giralt Torrente, y Anatom¨ªa de un instante, de Javier Cercas. ¡°Es un g¨¦nero plenamente leg¨ªtimo que, fij¨¦monos, se ha producido junto a la producci¨®n de novelas hist¨®ricas en serie que se da actualmente¡±, prosigue Mainer, ¡°ese que se ha convertido en el centro de inter¨¦s de los lectores de novela popular, que siempre han existido¡±.
Como g¨¦nero abierto en el que todo cabe ¡ªla escritura desatada de la que habla el Quijote¡ª, la novela entra y sale del resto de los g¨¦neros tomando cualquier recurso que le pueda ser ¨²til, pertenezca a la Historia, a la poes¨ªa, el teatro o el cine. Su relaci¨®n con este ¨²ltimo es, adem¨¢s, de doble direcci¨®n. Sin embargo, por m¨¢s que su estructura narrativa, como la de las series televisivas y muchos videojuegos, est¨¦ tomada de la novela, la competencia tiene un l¨ªmite. ¡°Es la disputa entre leer y ver¡±, dice Jos¨¦-Carlos Mainer cuando se le pregunta por una hipot¨¦tica p¨¦rdida de hegemon¨ªa de la novela. ¡°La lucha es dif¨ªcil porque leer es arduo, es mucho m¨¢s complicado que darle a un bot¨®n y esperar que pase algo. Afecta en los dos sentidos, y eso es lo preocupante: no solo el cine expone con mayor verosimilitud y atractivo la parte m¨¢s imaginativa de las novelas sino que compite muy claramente en el realismo. La clave est¨¢ en que la gente se incline por lo m¨¢s f¨¢cil o por leer, que es una operaci¨®n no puramente receptiva y que exige entender rectamente lo que se dice, poner en marcha la imaginaci¨®n y prolongar la literatura en la lectura¡±. Con todo, si el espacio del costumbrismo est¨¢ ocupado ¡ª¡°y a veces muy bien ocupado¡±¡ª por las series de televisi¨®n, la novela tiene su ¡°mayor potestad¡±, seg¨²n Mainer en las imaginaciones complejas y en las referencias cultas. ¡°No las simples que se aprecian de una sola vez sino esas que apelan a hechos, sentimientos o ideas que tienen detr¨¢s un sustrato y que en la literatura est¨¢n absolutamente vigentes. En una novela de Coetzee es donde no hay competencia posible¡±.
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