Un farol sobre la Diagonal
Recuerdo que, a finales del siglo pasado, al interesarme de pronto por la avenida Diagonal (por el tramo entre Maci¨¤ y paseo de Gr¨¤cia), trat¨¦ de descifrar un viejo enigma: por qu¨¦ la acera del lado monta?a era mucho m¨¢s viva y atractiva y hab¨ªa tenido desde siempre muchos m¨¢s paseantes que la sombr¨ªa acera del lado mar, a la que la mayor¨ªa de barceloneses vio siempre como son¨¢mbula y maldita.
Intent¨¦ resolver el misterio recorriendo de noche con una luz de farol la dos aceras, es decir, utilizando el m¨¦todo de Ram¨®n G¨®mez de la Serna en su visita nocturna al museo del Prado, donde fue descubriendo a farolazos los cuadros all¨ª expuestos. Pero finalmente, supongo que a causa del sistema empleado, no resolv¨ª enigma alguno.
Sin embargo, la investigaci¨®n me dej¨® anotaciones acerca de la espectacularidad de las modernistas Casa Sayrach (imponente junto a Enric Granados), Can Serra, Casa P¨¦rez Samanillo (hoy C¨ªrculo Ecuestre) y la Iglesia del Carmen, de estilo bizantino. Y tambi¨¦n acerca de todo aquello que daba esplendor a la acera del lado monta?a: la solera (que cre¨ªa indestructible) de la m¨ªtica tienda de juguetes Tic-Tac, ¡°el glamour no olvidado del desaparecido cine Windsor y el infinito prestigio de librer¨ªas como ?ncora y Delf¨ªn y Cinc d¡¯Oros¡±, el cine Diagonal, el hotel Balmoral, el bar Boliche, ¡°tiendas de toda la vida como Furest o Gonzalo Comella, novedades del momento como Benetton y Zara, la iglesia del Carmen y el despacho de la agente Carmen Balcells¡±.
Hoy la Diagonal, si no la mira uno con demasiado detalle, es uno de los pocos lugares de mi nerviosa ciudad que parece o aparenta no haber cambiado demasiado desde cuando era yo joven. Pero, conservada o no, tiene ya la amenaza ah¨ª, porque el Ayuntamiento planea remodelar la avenida y talar plataneros y palmeras. As¨ª que recomiendo a los forasteros que vayan a ver cuanto antes ese avejentado y elegante tramo de la avenida, pues de ¨¦l se podr¨ªa decir lo mismo que de Belmonte cuando comenz¨® a torear: ¡°Darse prisa a verlo porque el que no lo vea pronto, ya no lo ver¨¢¡±.
Jaime Gil de Biedma situaba el primer indicio de la modernidad en esa sensaci¨®n extra?a de haber sobrevivido a la ciudad de nuestra juventud. Record¨¦ esto al descubrir que, incluso en ese tramo de la Diagonal que cre¨ªa imperturbable, las transformaciones, aunque sutiles, hab¨ªan ya tenido lugar. De hecho, bien mirado, apenas queda nada de lo que daba esplendor a la acera del lado monta?a, mientras que del lado mar las cosas est¨¢n peor que nunca, con esa interminable hilera gris de bancos quebrados.
Ayer vi que es verdad que todo aquello que al final, heroicamente o no, creemos haber conservado, tambi¨¦n est¨¢ tocado de muerte. Es el caso de la Diagonal, con su aire en realidad de involuntario museo urbano de lugares cerrados. Aun as¨ª recomiendo echarle una mirada a su ambigua elegancia, mirarla como si no pudi¨¦ramos ya nunca volver a ver a Belmonte.
La tienda de Benetton anuncia liquidaci¨®n, Tic-Tac no existe y parece arrasado por los peores villanos, como tampoco est¨¢n ya Balmoral, Boliche, Gonzalo Comella, ?ncora y Delf¨ªn ni el cine Diagonal. Donde antes estaba la librer¨ªa Cinc d¡¯Oros, hay ahora un bar y las cervezas se hallan donde en otro tiempo estaba la nueva narrativa espa?ola.
En la avenida Diagonal, severo espect¨¢culo de dignidad en la vejez, hay multitud de comercios en plena retirada y solo la terraza del bar Jos¨¦ Luis y el eterno reloj de la Uni¨®n Suiza parecen querer acordarse de que un d¨ªa, no sabemos c¨®mo, alguien conoci¨® aqu¨ª la euforia.
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