Marlowe despierta del sue?o eterno
Los herederos invitan al escritor John Banville a resucitar al detective de Chandler La pol¨¦mica est¨¢ servida: ?tiene sentido esta operaci¨®n m¨¢s all¨¢ del lucro?
Uno de los mejores escritores irlandeses del siglo pasado fue Flann O¡¯Brien, autor de novelas magistrales como El archivo de Dalkey, Nadan dos p¨¢jaros o El tercer polic¨ªa (todas en N¨®rdica). El problema era que Flann O¡¯Brien no exist¨ªa, era un mero nom de plume bajo el que se ocultaba Brian O¡¯Nolan (1911-1966). Al crear un alter ego, O¡¯Nolan, excelente escritor y periodista, se cre¨® a s¨ª mismo un problema que lo persigui¨® m¨¢s all¨¢ de la tumba: jam¨¢s lograr¨ªa a brillar a la altura del autor inventado por ¨¦l. John Banville, otro irland¨¦s, esta vez de nuestro tiempo, es uno de los escritores m¨¢s importantes de su pa¨ªs, autor de una rigurosa obra que comprende una docena de t¨ªtulos de ficci¨®n y que culmina con la publicaci¨®n en 2005 de El mar, novela que obtuvo el Man-Booker, uno de los galardones m¨¢s prestigiosos de la lengua inglesa, y fue declarada la mejor novela irlandesa del a?o. Tras su publicaci¨®n, su autor hizo una revelaci¨®n desconcertante a The Paris Review: ¡°Odio a Banville¡±, afirm¨®. ¡°Sus obras me parecen detestables¡±. Un a?o despu¨¦s, bajo el seud¨®nimo de Benjamin Black, iniciaba la publicaci¨®n de una serie de novelas negras ambientadas en el l¨®brego Dubl¨ªn de los a?os 50 y protagonizadas por un tipo taciturno, atormentado y solitario, pat¨®logo de profesi¨®n, que respond¨ªa al nombre de Quirke. Con ser sumamente interesante, nada de esto ha despertado tanta expectaci¨®n en los c¨ªrculos literarios anglosajones como el anuncio de que el irland¨¦s ha aceptado la invitaci¨®n que le han hecho los herederos de Raymond Chandler de escribir una novela protagonizada por uno de los personajes m¨¢s enigm¨¢ticos y atractivos de todos los tiempos: el imperturbable Philip Marlowe.
A?os despu¨¦s, Banville volver¨ªa a escribir novelas firmadas con su nombre, sin dejar de hacerlo como Benjamin Black. Hace apenas una semana se public¨® Venganza, espl¨¦ndida novela del alter ego de Banville, quien pronto publicar¨¢ tambi¨¦n novela sin seud¨®nimo.
Cuando escribe novela negra, el irl¨¢nd¨¦s firma como Benjamin Black
La situaci¨®n no es nueva, por supuesto. La combinaci¨®n entre la avidez de los lectores por seguir leyendo aventuras de personajes a los que son adictos y el hecho de que se trate de una industria que mueve muchos millones de d¨®lares ha llevado a una serie de secuelas de relieve: Sherlock Holmes, James Bond, Sam Spade, Scarlett O¡¯Hara, o Peter Pan son algunas de las m¨¢s notorias.
La ley lo permite, pero para obrar la milagrosa resurrecci¨®n de c¨¦lebres personajes es necesario que contar con el benepl¨¢cito de los herederos, que sacan por ello grandes beneficios. O dejar que pase el suficiente tiempo. En Espa?a, la Ley de Propiedad Intelectual protege las obras (y los personajes, como ¡°obra derivada¡±) hasta 70 a?os despu¨¦s de la muerte de su autor. En Estados Unidos, la ley ampli¨® el plazo de 50 a?os despu¨¦s de la muerte del autor (o 75 a?os para una obra de creaci¨®n corporativa) a 70 a?os (y hasta 120 a?os en las creaciones empresariales). Chandler muri¨® en 1959, es decir, hace 53 a?os.
A Philip Marlowe ya lo resucit¨® en su d¨ªa Robert B. Parker, tambi¨¦n a petici¨®n de los herederos de Chandler. Como escritor, Parker era una fuerza de la naturaleza, que cre¨® no uno sino toda una serie de personajes noir como Spenser, Hawk, Susan Silverman o Jesse Stone, que segu¨ªan con fervor millones de lectores. Parker, fiel disc¨ªpulo de Chandler, cuya obra analiz¨® concienzudamente en su tesis doctoral, se aplic¨® con respeto y disciplina a la tarea de poner fin a Poodle Springs, la novela que Chandler dej¨® inacabada al morir. Cuando el resultado vio la luz se produjo una situaci¨®n inexplicable: Todo estaba ah¨ª, el argumento, el personaje, el ambiente, el lenguaje hasta la voz. Algunos cr¨ªticos se?alaron incluso que la prosa de Chandler escrita por Parker superaba a la del maestro. Y sin embargo los lectores se sintieron decepcionados. No era posible identificar con exactitud lo que faltaba¡ el alma de Marlowe, tal vez. Fuera lo que fuese, Chandler se lo hab¨ªa llevado consigo al otro barrio.
Parker, que no sab¨ªa hacer otra cosa que no fuera escribir, muri¨® con 77 a?os frente al teclado, dejando hu¨¦rfana a toda una cohorte de personajes a los que dieron vida otros escritores en secuelas que a la postre¡ tampoco funcionaron. El negocio de las secuelas es demasiado lucrativo como para dejarlo de lado. Cuando Robert Ludlum falleci¨® en 2001 dej¨® una m¨¢quina de generar beneficios interrumpida en plena producci¨®n con sus tres novelas de Jason Bourne. Tras su muerte Eric Van Lustbader lleva siete novelas dedicadas al legado de ese personaje.
Lo interesante es que en este caso el reto pasa a un escritor de verdad
Pero estamos mezclando demasiadas clases de escritores, y hay que distinguir entre lo que es literatura de lo que no lo es. Parker era m¨¢s de la estirpe de Black que de la de Banville, en el sentido de que no era un autor ¡°literario¡±, sino de g¨¦nero. De hecho, a los puristas de la novela negra no les gusta demasiado Benjamin Black, en quien ven a un intruso que desprende un tufillo a literatura seria. Demasiada complejidad. M¨¢s profundidad psicol¨®gica de la cuenta. El lector no quiere tantas complicaciones.
Lo que hace interesante la ecuaci¨®n Banville-Marlowe es que esta vez el reto pasa a manos de un escritor de verdad que adem¨¢s no cuestiona la validez del g¨¦nero negro ni la grandeza de Chandler. Volviendo a la pelea que el escritor sostiene consigo mismo, el autor de El mar ha explicado: ¡°Lo que hace Banville es el resultado de un esfuerzo de concentraci¨®n. Lo que hace Black es pura espontaneidad. El primero es un artista, el segundo un artesano¡±. Mientras que las novelas que firma como Banville le suponen una tortura, las que firma como Black tarda apenas tres o cuatro meses en ultimarlas.
Que un escritor de la talla de Banville est¨¦ dispuesto a dar vida a Marlowe, adem¨¢s de un gesto de reconocimiento y humildad supone un reto fascinante. Que la cosa salga bien es otra historia, pero como sab¨ªa muy bien Philip Marlowe, dar con las cosas verdaderamente interesantes exige meter las narices donde nadie quiere hacerlo. Es de buena ley celebrar la decisi¨®n de Banville. Alg¨²n d¨ªa, tambi¨¦n ¨¦l nos dejar¨¢. Hu¨¦rfanos, Black y Quirke quedar¨¢n a merced de los demonios. Esperemos que no falte quien quiera resucitarlos.
Babelia
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