Caverna
Se reedita, restaurada, 'Magical Mystery Tour'. Error: fue la peor pel¨ªcula de The Beatles, un empacho de psicodelia
No hay banda m¨¢s grande que los Beatles porque, entre otros m¨¦ritos, tuvieron el acierto de durar poco. A partir de 1962 y durante ocho a?os, los cuatro de Liverpool exprimieron una creatividad desbordante. Su separaci¨®n en enero de 1970 les libr¨® (nos libr¨®) de firmar alg¨²n ¨¢lbum mediocre, pecado que cometieron sus miembros en solitario y la mayor¨ªa de sus brillantes compa?eros de generaci¨®n, tambi¨¦n los Stones.
Hace justo medio siglo Ringo Starr se sent¨® a la bater¨ªa en The Cavern completando la formaci¨®n que dej¨® tanta huella. Londres reivindic¨® en los juegos a los Beatles y sus colegas de la d¨¦cada prodigiosa como se?a de identidad de Inglaterra. Las ra¨ªces del rock son americanas, pero nada m¨¢s ingl¨¦s que apreciar y mejorar los inventos ajenos.
Se reedita, restaurada, Magical Mystery Tour (1967). Error: fue su peor pel¨ªcula, un empacho de psicodelia, aunque contenga un pu?ado de joyas musicales. Son m¨¢s frescas, sin pretensiones, A hard day¡¯s night o Help!; para jipi, Yellow submarine. Si quiere y puede dedicarle diez horas, busque el macrodocumental Anthology (1995), resultado del pacto entre Paul McCartney y Yoko Ono para liberar monta?as de material in¨¦dito. Oficialista, claro, pero sincero y con perspectiva.
El m¨¢s descarnado documental sobre los Beatles lo protagonizaron en plena descomposici¨®n al dejarse filmar d¨ªa y noche en el estudio. En el filme Let it be (1970), que iba a llamarse Get back, se masca la tensi¨®n, se intuye el final. Vemos a McCartney intentando tirar del carro; a Lennon ya ausente, adosado a Yoko; a Harrison harto de su rol secundario (¡°Tocar¨¦ lo que quieras, y si no quieres no toco¡±), a Ringo perplejo. Acaban en el tejado de los estudios dando el concierto sorpresa que se convirti¨® en su epitafio. Lennon se despide diciendo al at¨®nito p¨²blico callejero: ¡°Esperamos haber aprobado la audici¨®n¡±. Chap¨®.
El fen¨®meno es irrepetible, no solo por el raro encuentro de talentos que rivalizando se mejoraban entre s¨ª. No hay ya una audiencia mundial hambrienta de Beatles, sino muchas audiencias dispersas por muchos estilos. El cambio es tal que ahora son los pinchadiscos o las divas sexis quienes llenan estadios mientras las figuras del rock act¨²an a menudo en discotecas o teatros. ?En garitos como The Cavern? Medio siglo despu¨¦s, puede ser hora de volver a empezar ah¨ª.
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