Abucheos para la nueva pel¨ªcula de Terrence Malick
'To the wonder', con Ben Affleck y Javier Bardem en el papel de sacerdote, es un peque?o fiasco
Risas cuando ha aparecido el personaje de Javier Bardem (un sacerdote), risas con el esperpento de la actriz italiana Romina Mondello (obligada a soltar frases como "yo soy mi propio experimento"), toses con bochorno para los mon¨®logos en off del actor espa?ol y abundantes abucheos (y algunos aplausos, todo sea dicho) al final de la pel¨ªcula: To the wonder, la ¨²ltima pel¨ªcula de Terrence Malick, ha resultado ser un peque?o fiasco.
El filme arranca con la voz de Olga Kurylenko (lo mejor de la pel¨ªcula), una muchacha francesa enamorada de un tipo estadounidense silencioso y taciturno (Ben Affleck) con el que se muda a un pueblo de la Am¨¦rica profunda. El lenguaje visual del realizador de la maravillosa El ¨¢rbol de la vida es el mismo de siempre, empu?ado con mano de hierro por su colaborador habitual, el director de fotograf¨ªa Emmanuel Lubezki. Es cierto que Malick conserva esa habilidad para conectar con el espectador a niveles poco habituales, seguramente porque es de los pocos directores de cine capaces de capturar esos momentos importantes que ¨Cnormalmente¨C suceden a espaldas del p¨²blico y lograr que parezca una casualidad, un hallazgo inesperado. En esos momentos de profunda conexi¨®n (casi umbilical) con la mirada del respetable es cuando el cine de este se?or de Austin (Tejas), invisible por m¨¢s se?as, toma cuerpo y se convierte en algo extraordinario.
To the wonder habla de ese momento en que el amor se larga, nos da el finiquito y nos dice que nos busquemos la vida. Lo hace a trav¨¦s de la narrativa (sui g¨¦neris) de Malick: construida como un puzle sin troquelar, a base de reflejos, fragmentos, memorias con piernas que pueden ser tanto el principio como el final de algo. En ese sentido la pel¨ªcula nunca quiere ser explicativa (como casi todo el cine de Malick) sino que traza un sendero que se sigue sin sobresaltos, quiz¨¢s porque hay tal belleza en la pantalla y es tan descomunal la maestr¨ªa del realizador con el formato que incluso el estorbo (finalmente insoportable) de la voz en off acaba pareciendo un ruido de fondo.
Esta obra habla de ese momento en que el amor se larga y nos da finiquito
Sin embargo, atravesado el ecuador de la pel¨ªcula, la poes¨ªa m¨¢s banal se apodera de todo y To the wonder se cae por el barranco de la pretenciosidad. Lo que hasta ese momento ha podido ser engullido por la impresionante ingenier¨ªa visual de Malick se despe?a en cuesti¨®n de minutos y del castillo de cartas no queda nada. La disquisici¨®n final del personaje de Bardem (al que podr¨ªan eliminar del montaje sin que esto afectara ni lo m¨¢s m¨ªnimo al metraje), una especie de plegaria de palabras huecas en la que el sacerdote pide ayuda a Cristo para encontrar el camino, es ciertamente vergonzante, por obvia, por vacua, por f¨¢cil. Es parad¨®jico que una pel¨ªcula que ha necesitado el trabajo de cinco montadores y que resulta tan absolutamente magn¨¦tica en su carcasa, se pierda despu¨¦s en un laberinto de versos facilones y reflexiones sin m¨²sculo. No se le puede pedir al director que sea como James Laughlin, William Carlos William o Robert Frost, poetas que supieron plasmar ese instante imposible donde el coraz¨®n se enfr¨ªa, pero al menos deber¨ªa seguir su propio ejemplo y tratar de no resultar superfluo (por no decir embarazoso).
Es cierto que To the wonder est¨¢ directamente emparentada con El ¨¢rbol de la vida: ambas son pel¨ªculas que miran al cielo, que huyen del discurso y viven en un (semi)coma religioso donde el verdadero dios es la naturaleza. Lo que separa a una de la otra es que cuando El ¨¢rbol de la vida era aleg¨®rica o profunda, uno pod¨ªa sentir que hab¨ªa verdadera comuni¨®n en la pantalla, una armon¨ªa silenciosa entre contenido y continente. En To the wonder esa armon¨ªa desaparece tan pronto como irrumpen en la pantalla las voces de los que ¨Cpresuntamente¨C deben apuntalar la poes¨ªa visual. Si a ello le sumamos escenas m¨¢s propias de un drama de sobremesa (Kurylenko en el supermercado, la aventura de esta con el carpintero, el despiporre oral de la citada actriz italiana...) el resultado final es una pel¨ªcula de est¨¦tica impecable, donde la espiritualidad adquiere los rasgos del atardecer ("hay algo espiritual en la luz natural" dice uno de los personajes del filme) pero que se derrumba en una banalidad feroz, como si Malick hubiera renunciado a rematar una historia de (des)amor que durante 45 minutos mantuvo al patio de butacas sin parpadear y con la vista al frente.
Es curioso que muchos elementos confluyan en el filme de un modo tan sencillo (la preciosa banda sonora, la fotograf¨ªa, el impresionante montaje, el dise?o de producci¨®n) y que sin embargo el guion no llegue siquiera a cruzar el alambre por el que pretender¨ªa hacer equilibrios. Malick siempre ha sido un director de m¨¢ximos, un jugador de altos vuelos, y pel¨ªculas como Malas tierras o La delgada linea roja son pruebas de que sus apuestas, movi¨¦ndose siempre en los limites de la pretenciosidad, pueden ser memorables. En To the wonder los astros nunca llegan a alinearse, el azar no aparece por ninguna parte. Seguramente una mala pel¨ªcula de Malick es una maravilla comparada con la gran mayor¨ªa de obras que nos arrojan cada a?o, pero una mala pel¨ªcula de Malick es peor que una mala pel¨ªcula de cualquier otro: cuando alguien tiene tanto talento como ¨¦l los cabreos son mucho peores.
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