Chaves Nogales, que estaba all¨ª
La investigadora Mar¨ªa Isabel Cintas ha dedicado a?os a la vida de un periodista apasionado en su oficio y ecu¨¢nime en sus ideas
A fuerza de apelar a la palabra ¡°memoria¡± casi hemos desterrado la otra m¨¢s trabajosa, ¡°historia¡±. La palabra ¡°memoria¡± tiene mucho de sentimental, y est¨¢ bien que as¨ª sea, est¨¢ relacionada con el recuerdo azaroso de la mente humana, con lo que la memoria de cada uno astutamente clasifica en olvidos y recuerdos. Tambi¨¦n con el homenaje ¨ªntimo que rendimos a nuestros familiares, o en el tributo colectivo que dedicamos a los que dejaron algo memorable tras su marcha. No soy de las que abominan de lo sentimental. Al contrario. En Espa?a se suele confundir lo sentimental con el sentimentalismo y los creadores de ficci¨®n se esfuerzan en ser ¨¢speros para que no se les tache de cursis. Pero puede ocurrir, como creo que de hecho ha ocurrido, que ese componente sentimental, tan de agradecer en los cuentos y en las pel¨ªculas, inunde como un tsunami la idea que se tiene de ciertos periodos hist¨®ricos y que ya no importe lo que sucedi¨® de verdad sino lo que cada uno de nosotros sienta y opine.
La opini¨®n, en estos tiempos, se ha convertido en una cosa sagrada. Tan sagrada que ese opinador implacable que ha brotado de cada espa?ol se permite despreciar los datos que ignora o los libros que no ha le¨ªdo o el juicio de los estudiosos para proclamar a los cuatro vientos que a ¨¦l ning¨²n pu?etero historiador le va a mover un cent¨ªmetro de lo que piensa. De esta manera, por ejemplo, se cumple el aniversario de la muerte de Garc¨ªa Lorca y el comunista lo quiere convertir en comunista, el ¨¢crata en ¨¢crata, el gay militante en s¨ªmbolo gay. Y todos parecen estar m¨¢s interesados en llevarse al poeta a su terreno que en leer los reveladores libros que se han escrito sobre ¨¦l o en escuchar su verdadera voz, sin permitir que una empecinada creencia la intoxique.
La memoria sentimental ha mitificado nuestra Guerra Civil hasta convertirla en el argumento de moda con el que se nutren novelas y pel¨ªculas, pero dudo mucho que nos haya hecho admirar m¨¢s el trabajo callado y lento de los estudiosos. Parece superficial hablar de modas al referirse a un periodo tan tr¨¢gico, pero hay que asumir que de moda est¨¢, porque los mismos que hoy la consideran un tema urgente hace dos d¨¦cadas estaban a otras cosas, y esos mismos ser¨¢n los que en diez a?os, con un olfato canino para detectar tendencias, la dejar¨¢n caer caprichosamente y a otra cosa mariposa.
La guerra se usa hoy como arma de discordia, y lo que al final consigue tanto memorioso apasionado es que olvidemos que hace ya tiempo que est¨¢bamos bastante reconciliados. Yo busco voces mesuradas en medio de tanto griter¨ªo, voces que en vez de animar y excusar las actitudes violentas apelen al an¨¢lisis racional y alerten contra las opiniones que no mejoran sino empeoran un ambiente confuso y crispado. As¨ª fue la voz del periodista Manuel Chaves Nogales en los a?os treinta, cuando dirig¨ªa el peri¨®dico Ahora y apoyaba con firmeza a la Rep¨²blica sin dejarse tentar por las corrientes totalitarias que asolaban Europa. Chaves Nogales es el periodista que algunos quisi¨¦ramos leer ahora, los que sentimos la necesidad casi f¨ªsica de encontrar en la prensa una voz verdadera, sensata, ni pomposa ni simple, que no se deje llevar por discursos mitineros que se convierten en el alimento de un lector hambriento de sectarismo, que solo espera que alguien pase a limpio su bendita opini¨®n. Chaves Nogales estuvo muchas veces en contra de sus lectores. Defendi¨® activamente la Rep¨²blica ante todo aquel que, cegado por una ideolog¨ªa absoluta, quisiera carg¨¢rsela. Como suele ocurrir con los liberales espa?oles acab¨® en el exilio. No se puede decir que muriera fracasado, porque era un hombre alegre y vital que consigui¨® montar un peque?o peri¨®dico en Francia y, cuando esta fue ocupada por los alemanes, una agencia de noticias en Inglaterra.
El opinador implacable que ha brotado de cada espa?ol se permite despreciar los libros que no ha le¨ªdo
Sigo su rastro desde hace tiempo. Las palabras que le han dedicado Trapiello, Espada o Mu?oz Molina me lo descubrieron y me convirtieron en lectora de su Belmonte, su Juan Mart¨ªnez o de ese pr¨®logo de A sangre y fuego, que corta el aliento por no haber nada que lo supere en cuanto a an¨¢lisis en tiempo presente del disparate que estaba ocurriendo. Pero detr¨¢s del redescubrimiento total de este periodista moderno, tanto en estilo como en pensamiento, es imposible no citar el trabajo callado, de hormiga, de la profesora Mar¨ªa Isabel Cintas que, buscando tema para su tesis doctoral, encontr¨® un tesoro en este periodista sevillano que hab¨ªa escrito la biograf¨ªa del torero Belmonte y de Juan Mart¨ªnez, un flamenco que fue testigo por accidente de la revoluci¨®n rusa. La profesora Cintas ha dedicado a?os a rastrear la existencia de un hombre apasionado en su oficio y ecu¨¢nime en sus ideas pol¨ªticas. Sus restos reposan entre dos l¨¢pidas en un cementerio ingl¨¦s. Puede que alg¨²n d¨ªa alguien tenga la iniciativa de grabar sobre piedra el nombre y los a?os entre los que transcurri¨® la peripecia vital de un hombre que dedic¨® gran parte de su tarea period¨ªstica a advertir a sus compatriotas de los peligros del enconamiento y el totalitarismo. De momento, una profesora sevillana ha hecho mucho por rescatar una vida que se lee, como dicen aquellos que no le tienen mucha fe al g¨¦nero biogr¨¢fico, como una novela.
Babelia
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