Muse, rockeros de otra galaxia
Llenan estadios, les acompa?a una leyenda de sexo y alucinaciones y aspiran al trono de U2. El tr¨ªo brit¨¢nico Muse parece una banda de otro tiempo. En su nuevo disco rescatan sonidos heredados de Queen.
Son muchos a?os entrevistando a figuras del rock, pero el periodista siente cierto tembleque mientras viaja a la cita con Muse en Londres. La misi¨®n consiste en desentra?ar un fen¨®meno extraordinario. El com¨²n de los mortales no sabr¨ªa tararear un estribillo del tr¨ªo, pero, atenci¨®n, ellos son capaces de meter 41.000 almas en el Vicente Calder¨®n madrile?o. Ocurri¨® el 16 de junio de 2010, y semejante haza?a les coloca cerca de Springsteen o los Rolling Stones.
Aunque mejor olviden esas referencias: ellos habitan en otra galaxia. Matt Bellamy, cantante y guitarrista, aparte de aficionado a la ciencia ficci¨®n, es un buscador de ins¨®litos planteamientos pol¨ªticos, hist¨®ricos, cient¨ªficos, religiosos. Vivi¨® el 11-S atrapado en Estados Unidos y se obsesion¨® por el vud¨² de las conspiraciones: secretas instalaciones gubernamentales que controlan nuestras mentes, el ocultamiento de la amenaza de un planeta que est¨¢ en ruta de colisi¨®n con la Tierra, o un supuesto plan de inventar una invasi¨®n alien¨ªgena para justificar engordar los presupuestos de defensa.
V¨ªdeo de Madness, primer sencillo del nuevo ¨¢lbum de la banda
Mi curiosidad se mezcla con el pasmo del musiquero: la evoluci¨®n est¨¦tica de Muse resulta avasalladora. Cuando sus discos empezaron a sonar, en 1999, parec¨ªan un cruce entre Radiohead y Jeff Buckley. Con el tiempo, seg¨²n aumentaba la capacidad de los recintos que pisaban, sumaron elementos como el heavy metal y el prog (el antiguo rock progresivo). Podr¨ªa parecer indigesto, pero el monstruo les funciona. Vean la filmaci¨®n de HAARP: entran en Wembley como gladiadores, seguros de su triunfo.
Tienen adem¨¢s el punto de haber conquistado el mercado global partiendo de un rinc¨®n remoto, Teignmouth, en la costa de Devon (Reino Unido). Con un par de actuaciones en ferias de la industria discogr¨¢fica, en 1998, alborotaron a los cazatalentos, que se pelearon a muerte. Todav¨ªa desconocidos, les pagaron un viaje de lujo a California: tocaron al mediod¨ªa en Santa M¨®nica ante el gur¨² Rick Rubin, representando a Sony Music, y Guy Oseary, socio de Madonna. Fue este ¨²ltimo quien, tirando de chequera, consigui¨® que ficharan para Maverick Records.
Tienes que colocar tu m¨²sica incluso en una transmisi¨®n deportiva¡±
Hoy, la primera cita es un portentoso bar-restaurante de Shoreditch, zona de moda en Londres. En otros tiempos, esto sol¨ªa denominarse Bethnal Green y era un barrio s¨®lidamente obrero: sirvi¨® de base para un cl¨¢sico de la sociolog¨ªa brit¨¢nica, Family and kinship in East London (1960). No hab¨ªa locales como el Beach Blanket Babylon East, donde los men¨²s llevan fotos er¨®ticas a lo Helmut Newton y los c¨®cteles pueden llegar a costar 20 libras.
All¨ª bajan a los periodistas al s¨®tano, donde vamos a escuchar la nueva obra de Muse, The 2nd law. Han sonado dos o tres temas cuando nos quedamos a oscuras. El apag¨®n no es parte de la presentaci¨®n: ha habido un accidente y esa zona se ha quedado sin electricidad. Estamos en el Londres preol¨ªmpico, obras por todas las calles, no hay ning¨²n complot. Dentro de lo malo, una buena oportunidad para comprobar los m¨²sculos de la Organizaci¨®n Muse: si aspiran al t¨ªtulo de la banda m¨¢xima del Planeta Rock, ahora deber¨ªan demostrarlo.
Y se resuelve. Hora y media despu¨¦s, nos han abierto las puertas del edificio que aloja un multicine de Shoreditch, el Rich Mix. All¨ª terminamos la audici¨®n, que reserva m¨¢s de una sorpresa. En The 2nd law todav¨ªa hay ecos de los Muse m¨¢s densos, pero dominan unas melod¨ªas adhesivas que recuerdan a Queen; ya hab¨ªa antes querencia por los falsetes de Freddie Mercury, pero ahora parecen aspirar a sus apoteosis multitudinarios.
Nuevo desplazamiento. Las entrevistas con los tres miembros de Muse se van a realizar en la terraza de la Shoreditch House, un club privado de nuevo estilo: gimnasio, restaurante, tienda de cosm¨¦tica org¨¢nica, ciclos de pel¨ªculas independientes, sesiones de DJ. Los afiliados lucen guapos y sofisticados, aunque est¨¢n estrechamente vigilados: en la zona de la piscina, sexta planta, un cartel avisa que si se descubre a dos personas juntas dentro de las cabinas para cambiarse, es motivo de expulsi¨®n.
Las preocupaciones de los periodistas son bastante m¨¢s prosaicas: hay mucha gente y electro-lounge a todo trapo. Matt Bellamy, que demuestra su liderazgo llegando el ¨²ltimo, elige quedarse al sol. De repente, una banda de jazz empieza a ensayar justo al lado. ?Es una broma? Chris Wolstenholme, el bajista, quer¨ªa hablar desde una tumbona, pero uno de esos chaparrones londinenses nos obliga a refugiarnos en el ruidoso bar. All¨ª tambi¨¦n charlaremos con el baterista, Dominic Howard, sobre el barullo de una docena de pijas celebrando un cumplea?os. ?Qu¨¦ intimidad se puede establecer as¨ª? Protestamos, pero los encargados de la discogr¨¢fica solo quitan la m¨²sica ambiental. ?Qu¨¦ quieren que les diga! Situaciones tan ca¨®ticas no ocurren con profesionales como U2.
Desgraciadamente, sufriremos la tercera guerra mundial¡±
Lo de U2 no es una alusi¨®n gratuita: Se trata de la banda a batir. Los tres reconocen que acuden a sus espect¨¢culos con humildad de disc¨ªpulos. Seg¨²n Dominic, ¡°ellos redefinen lo que es el rock de estadios. Alta tecnolog¨ªa, imaginaci¨®n y mucha confianza¡±. Pero ?hay satisfacci¨®n musical en tocar en un campo de f¨²tbol? ?No se sienten como engranajes de una gran m¨¢quina? ¡°De eso se trata. De deslumbrar con imagen y sonido a gente que ha pagado una buena cantidad por verte. Si quieres algo m¨¢s modesto, seguramente hay un grupo en el pub de la esquina. Cuando te acostumbras a los escenarios grandes, te cuesta mucho limitarte a un teatro o un club, lo encuentras¡ antinatural¡±.
Se me ocurre provocarlos. Al d¨ªa siguiente se cumplen precisamente los 50 a?os del primer concierto de los Rolling Stones. ?Se imaginan semejante aniversario en Muse? La comparaci¨®n no les impacta. Dice Bellamy: ¡°Creo en la prolongaci¨®n de la vida y espero alcanzar los 70 a?os con todas mis facultades intactas. Otra cosa es que siga interesado por el rock en¡ uh¡ 2048¡±. Una pausa. ¡°Desgraciadamente, antes sufriremos la Tercera Guerra Mundial¡±.
A lo largo de las conversaciones, me van destrozando los enfoques que ten¨ªa preparados. Ya no sirve lo de los chicos de provincias refractarios a la gran ciudad: los tres han acabado instal¨¢ndose en Londres. Bellamy incluso ha dejado la residencia del lago Como, que compart¨ªa con la actriz Kate Hudson: ¡°Me encanta c¨®mo viven all¨ª. La comida es simple y deliciosa. Los paparazis solo molestan cuando aparece George Clooney [risas]. Pero no es pr¨¢ctico si tienes una carrera que atender¡±. Y tampoco vale la ¨¦pica del grupo tenaz que se resisti¨® a las presiones del feroz lobo discogr¨¢fico. Dominic explica que s¨ª, que tuvieron un contencioso con Maverick: ¡°Sacaron nuestro primer ¨¢lbum en EE UU. Se vendi¨® bien, pero lleg¨® el segundo, Origin of symmetry, y no les gust¨® nada. Se empe?aron en que deb¨ªamos regrabarlo. Nos negamos. Entre esas discusiones, pasaba el tiempo y no se fijaron en una cl¨¢usula que nos liberaba del contrato si no lo sacaban antes de determinada fecha. As¨ª que buscamos otra discogr¨¢fica. Y ni siquiera conocimos a Madonna¡±.
¡°Era 2001¡±, apunta Bellamy, ¡°todav¨ªa no hab¨ªan llegado las vacas flacas. Pod¨ªan permitirse gastar unos millones de d¨®lares en lanzar a un grupo y dejarlo escapar al a?o siguiente¡±. Matt entr¨® en el negocio musical con los consejos de su padre grabados en la memoria: George Bellamy fue guitarrista de los Tornados, grupo instrumental que logr¨® un n¨²mero uno en 1962 con Telstar. ¡°Cuando crec¨ªa, aquel disco no me dec¨ªa nada, era como una an¨¦cdota prehist¨®rica. Tard¨¦ en aceptar que aquello fue tan sugerente como cualquier cosa que hayamos hecho luego nosotros. Adem¨¢s, los Tornados trabajaban con Joe Meek, un adelantado en la producci¨®n¡±.
?Y los consejos del padre? ¡°Fueron dos. Primero, cuidar las cuentas. Estar encima de los m¨¢nagers, no creerse las promesas tipo ¡®el cheque est¨¢ en el correo¡¯. Pocas bandas trabajaban tanto como Muse: en los primeros a?os ten¨ªamos la sensaci¨®n de que pas¨¢bamos por todos los festivales del mundo. Quer¨ªamos ser recompensados¡±. El segundo consejo fue de naturaleza m¨¢s privada, sonr¨ªe. ¡°?l solo disfrut¨® del ¨¦xito dos o tres a?os. Voy a decirlo eufem¨ªsticamente; seg¨²n mi padre, no deb¨ªa desaprovechar ninguna oportunidad de tener conocimiento carnal con cualquier persona interesada por mi m¨²sica¡±. Carcajadas.
No lo ocultan: la leyenda de Muse habla de org¨ªas, de groupies que sub¨ªan al autob¨²s y que no se bajaban hasta que llegaban a otro pa¨ªs, de hongos alucin¨®genos para deshacer inhibiciones. Pero el ¨²nico que hoy evoca la etapa salvaje es Chris, el bajista prudente. Asegura que no alentaba los festejos: ¡°Se ha exagerado mucho. Esos hongos eran legales en pa¨ªses como Holanda o Jap¨®n; por lo que s¨¦, todav¨ªa lo son. M¨¢s o menos, se hac¨ªa con el conocimiento de las novias que esperaban en Inglaterra. Matt siempre fue muy convincente sobre la necesidad de experimentar sexualmente. Cuando empez¨¢bamos con el grupo, nos meti¨® unas ideas sobre las prostitutas que¡ disculpa, no debo contar m¨¢s¡±.
Es un sarampi¨®n por el que cualquier grupo debe pasar, a?ade. ¡°Yo ya ten¨ªa pareja. Si me apuntaba a seguirlos, en parte era para tenerlos vigilados. Sales euf¨®rico de un concierto y puedes encontrarte en sitios nada recomendables¡±. Detalles, por favor. ¡°Los primeros viajes a Rusia fueron aterradores. Ten¨ªan una idea perversa de la hospitalidad. Te llevaban a clubes llenos de mafiosos, putas y drogadictos, que nos miraban con hostilidad, en plan ¡®no nos gusta que est¨¦is con nuestras mujeres¡±.
Seg¨²n con qui¨¦n hables, Muse parece la gente m¨¢s sensata o unas superestrellas a mil kil¨®metros de la realidad. Para ser una banda tan paranoica, tan desconfiada frente al establishment, aceptaron complacidos que la organizaci¨®n de los Juegos Ol¨ªmpicos utilizara una de sus nuevas canciones, Survival. Por patriotismo: ¡°Todos necesit¨¢bamos que Londres 2012 fuera un ¨¦xito¡±. Y por inter¨¦s propio: ¡°No existe el exceso de exposici¨®n medi¨¢tica. Tienes que colocar tu m¨²sica en todas las plataformas. Aunque sea en una transmisi¨®n deportiva¡±.
Contin¨²o explorando el conocimiento prohibido, la informaci¨®n suprimida¡±
Vuelta a Bellamy. Con The 2nd law exhibe el orgullo del progenitor satisfecho: ¡°Van a acusarnos de hacer un disco comercial, pero es el m¨¢s honesto de todos. Sin limitaciones, con libertad total, cargado de argumentos metaf¨®ricos¡±. Insiste en que no hay voluntad de seguir la pista de Freddie Mercury. ¡°Apenas escuch¨¦ a Queen cuando crec¨ªa. En mi casa hab¨ªa mucho blues y, como estudiante de piano, mucha m¨²sica cl¨¢sica. Ahora s¨ª puedo identificarme con la evoluci¨®n de Queen. Al principio presum¨ªan de no usar sintetizadores. Luego se quitaron los prejuicios. No somos fundamentalistas del rock: si la m¨²sica lo pide, se a?aden teclados, cuerdas, lo que sea¡±.
Es una tradici¨®n muy brit¨¢nica, insiste. ¡°Lo justificamos como la t¨ªpica excentricidad inglesa, pero yo creo que es m¨¢s profundo: aspiramos al modelo rom¨¢ntico, a la intensidad del siglo XIX, al arte total de los espect¨¢culos oper¨ªsticos. No es casualidad que Muse despegara en los pa¨ªses de la Europa continental, en Francia y Alemania. En EE UU prefer¨ªan nuestro lado rockero, cuando nos acercamos a Rage Against The Machine o System of a Down¡±.
Ah, s¨ª: El t¨ªtulo. El segundo principio de la termodin¨¢mica es un comod¨ªn que hoy sirve a Matt para racionalizar las conmociones del ¨²ltimo lustro, del hundimiento econ¨®mico a las protestas de los indignados, de la crisis energ¨¦tica a los conflictos de pareja. Sugiero que, en comparaci¨®n con los argumentos que disparaba en la pasada d¨¦cada, parece haberse sosegado. ¡°No, no, no. Contin¨²o explorando el conocimiento prohibido, la informaci¨®n suprimida. Pero siempre hab¨ªa algo de juego en valerme de esos datos. Alivia el trance de las entrevistas: puedes argumentar una cosa y, al d¨ªa siguiente, la contraria. Durante las presidencias de George W. Bush, incluso lo m¨¢s horrible sonaba razonable. Aunque hoy me pregunto si no era una operaci¨®n de distracci¨®n. Nos preocupaban las medidas antiterroristas, pero ya viv¨ªamos en una sociedad tipo 1984. Por debajo iban a lo principal: recortar impuestos y liberalizar los mercados financieros, para que la ¨¦lite acumule m¨¢s dinero, m¨¢s poder¡±.
Warner Music publica ¡®The 2nd law¡¯ el 2 de octubre.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.