Marginalidades, aromas, sarpullidos
Un abigarrado conjunto de sellos fronterizos y marginales subsisten dando orgullosamente la espalda al 'mainstream' y se dirigen a un p¨²blico c¨®mplice y minoritario
La edici¨®n tiene su Broadway, incluso su off-Broadway y su off-off- Broadway. Pero desde hace tiempo cuenta tambi¨¦n con su off-off-off (y Broadway ya no es necesariamente la referencia), un abigarrado conjunto de sellos fronterizos y marginales que subsisten dando orgullosamente la espalda al mainstream y se dirigen a un p¨²blico c¨®mplice y minoritario. Se trata de editores ¡ªo, mejor: microeditores¡ª que funcionan fuera de los canales de distribuci¨®n habituales y cuyo producto no son exclusivamente ¡°libros¡±, al menos como los define el Diccionario de la RAE, sino tambi¨¦n fanzines, tebeos, pliegos de papel y toda clase de artefactos, cachivaches y artilugios gr¨¢ficos. Publican ficciones y no-ficciones, microrrelatos y panfletos, dibujos e historietas, carteles y tarjetones. Y lo hacen en el soporte s¨®lido, y tambi¨¦n en el gaseoso o virtual. Algunos tienen direcci¨®n y pueden rastrearse en la red, a otros les gusta habitar ese limbo difuminado y tangente a la clandestinidad que s¨®lo conocen sus amigos. No les afecta demasiado la crisis porque nacieron ya instalados en sus pliegues. Son imaginativos, imprevisibles, insolentes, originales, desconcertantes. Y bastante pobres. Son, tambi¨¦n, en cierto modo, sintom¨¢ticos de un cierto modo de entender la edici¨®n al que le fueran tan ajenas las quisicosas del Gremio de Editores y los rankings semanales del Nielsen como a la cebra keniata el hambre del oso polar. Mis topos en el off-off-off me env¨ªan noticia de que una veintena de ellos se reunir¨¢n el pr¨®ximo fin de semana en la Biblioteca P¨²blica Casa de las Conchas de Salamanca, bajo el atractivo marbete de Muestra de editores inclasificables. Durante tres d¨ªas abandonar¨¢n el vientre de la ballena para mostrar sus tesoros y cambiar impresiones con su p¨²blico. Si se les ha despertado la curiosidad y quieren saber algo m¨¢s (aunque poco m¨¢s, se lo advierto) busquen en editoresinclasificables.blogspot.com.es.
Nostalgias
Trato de olvidar el v¨ªdeo silente en que los testigos de Jehov¨¢ advierten a sus seguidores sordomudos acerca de los peligros de la masturbaci¨®n (v¨¦anlo en YouTube) enfrasc¨¢ndome en los datos sobre la evoluci¨®n del mercado del libro electr¨®nico. No quiero abrumar a mis improbables lectores con cifras, pero a estas alturas, y antes del disparo de salida de la campa?a navide?a, las ventas de los libros virtuales en Reino Unido y en Estados Unidos van por delante de las de los libros f¨ªsicos, entre otras cosas debido al abaratamiento del producto y de los artefactos para leerlos. En Europa el proceso es m¨¢s lento, aunque en Francia, todav¨ªa a la cabeza del proteccionismo y de la defensa del precio fijo, ya se anuncia que los ebooks superar¨¢n en 2015 la nada despreciable cota del 15% de las ventas totales. En Espa?a los libros virtuales supusieron el pasado a?o el 2,74% del pastel, y eso que aqu¨ª todo va m¨¢s despacio: la pirater¨ªa (a¨²n rampante: hay quien ya se ha bajado gratis el ¨²ltimo Mar¨ªa Due?as) y la recesi¨®n (los precios de las tabletas las hacen disuasorias para los j¨®venes) ralentizan a¨²n m¨¢s la tendencia. En todo caso, lo cierto es que en el ambiente se sigue percibiendo una cierta nostalgia preventiva del libro de papel: constaten, por ejemplo, el creciente n¨²mero de novedades que incluyen en el t¨ªtulo las palabras libro, librero/a, biblioteca o lector/a. Lo ¨²ltimo en nostalgia libresca es la colecci¨®n de aerosoles con aromas vinculados al libro que ha lanzado al mercado la firma brit¨¢nica smellofbooks.com con objeto de incorporar al libro electr¨®nico aquellos elementos intangibles o simb¨®licos de los que est¨¢ desprovisto. El texto publicitario afirma que, rociando las tabletas con esos sprays (que se comercializan a un precio de entre 5 y 10 libras esterlinas) puede lograrse que los libros electr¨®nicos proporcionen la misma ¡°experiencia¡± de lectura que los de papel. El cat¨¢logo de aromas es a¨²n limitado, pero entre los que ya est¨¢n a disposici¨®n del lector destaco el llamado Classic Musty Scent (musty: mohoso, a?oso, ideal para leer a los cl¨¢sicos), el New Book Scent, cuya fragancia es una mezcla de los efluvios de la tinta fresca, el papel y la goma de pegar, y el Crunchy Bacon Scent (bac¨®n crujiente: mi preferido), para los que leen libros a la hora del desayuno. Ya ven: como se?ala la publicidad, gracias a estos oportunos aerosoles el lector ¡°puede obtener lo mejor de ambos mundos: la comodidad del ebook y el aroma de su libro de papel favorito¡±, con lo que se eliminan las reticencias hacia los primeros. Estoy seguro de que, si el negocio prospera, la pr¨®xima gama de productos ser¨¢ la de sprays pensados para el contexto de cada libro (virtual o de papel); as¨ª, las novelas de Faulkner vendr¨ªan con su distintivo spray con perfume de verbena o madreselva, Guerra y paz tendr¨ªa el suyo con olor a p¨®lvora de Borodin¨®, Tiempo de silencio nos atufar¨ªa con la hediondez del repollo fr¨ªo en escalera de vecinos de posguerra y Cincuenta sombras de Grey conseguir¨ªa ponernos a cien con su amplia mixtura de fragancias de flujos corporales. As¨ª que ya saben: a oler, que son dos d¨ªas.
Convalecencia
Fui a cenar pescado a un restaurante que me hab¨ªan recomendado y al d¨ªa siguiente me levant¨¦ con un sarpullido como el que padeci¨® Andr¨¦s Trapiello despu¨¦s de su intento de podar una pita con motosierra (v¨¦ase El jard¨ªn de la p¨®lvora, 2005, reeditado en Austral). Afortunadamente no se ha tratado de un brote de anisakiasis, pero paso una breve convalecencia transitando entre el sill¨®n de orejas, la cama y otro lugar de peor nombre, mientras picoteo en la monta?a de novedades y reediciones y selecciono los libros que leer¨¦ en las pr¨®ximas semanas, al tiempo que voy encestando en el caj¨®n de desechables lo que ni me interesa ni me atrae. Releo entera (son s¨®lo veinte p¨¢ginas), en el Teatro completo, de Bertolt Brecht (reeditado por C¨¢tedra), la ¡°pieza did¨¢ctica¡± La medida (1930), quiz¨¢s la m¨¢s estalinista de cuantas escribi¨® el gran dramaturgo, aunque no s¨¦ si todav¨ªa estoy de acuerdo con la calificaci¨®n de ¡°una salvajada¡± que le dedicaba en el pr¨®logo Miguel S¨¢enz, su excelente traductor y buen amigo m¨ªo. Quiz¨¢s porque a estas alturas el antihumanismo doctrinario del que hacen gala los ¡°agitadores¡± que fusilan a su camarada no me escandaliza tanto como antes, sobre todo si lo comparo con el de quienes primero nos hunden en el pozo y seguidamente recogen sus bonus y se echan a correr. Cuesti¨®n de punto de vista. Aunque no es muy apropiado para leer en la cama, me sumerjo a ratos en el estupendo manual La Segunda Guerra Mundial, de Antony Beevor, que acaba de publicar Pasado y Presente. Son 1.200 p¨¢ginas, pero Beevor vuelve a hacer gala de su pasi¨®n (y su arte) de buen narrador, de modo que me leo el cap¨ªtulo dedicado a la toma de Berl¨ªn con la misma fruici¨®n que si se tratara de una inmortal historia de horror. Reservo, en la mesa de noche, las novelas de Cercas y Guelbenzu. Y me sorprende el sue?o contemplando con deleite el proyecto para una escalera de biblioteca que me env¨ªa mi amigo Max.
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