Lazos catalanes
Recordemos algunas cosas que ahora prefieren olvidarse, episodios de un pasado com¨²n que no encajan en las pol¨ªticas oficiales de la memoria, o que simplemente se pierden por la erosi¨®n constante de lo que sucedi¨® casi ayer mismo
Ahora que parecemos instalados sin remedio en las abstracciones compactas y arrojadizas ¡ªCatalu?a, Espa?a¡ª quiz¨¢s estar¨¢ bien que los que conocimos otros tiempos, quienes nos hemos beneficiado, a un lado y a otro de lo que parece una divisoria infranqueable, de cauces m¨¢s fluidos, recordemos algunas cosas que ahora prefieren olvidarse, episodios de un pasado com¨²n que no encajan en las pol¨ªticas oficiales de la memoria, o que simplemente se pierden por la erosi¨®n constante de lo que sucedi¨® casi ayer mismo. Cada vez estoy m¨¢s convencido de la justeza del mandato contenido en aquel verso de Luis Cernuda: Recu¨¦rdalo t¨² y recu¨¦rdalo a otros. Porque la manipulaci¨®n pol¨ªtica se sustenta muchas veces en la manipulaci¨®n del pasado, es importante que los que han vivido una ¨¦poca se esfuercen en recordar y en contar c¨®mo fue. Y lo es tambi¨¦n porque s¨®lo el conocimiento veraz del pasado permite calibrar lo que se ha ganado y lo que se ha perdido con el paso del tiempo, y constatar que lo ahora obvio tal vez era inimaginable s¨®lo unas d¨¦cadas atr¨¢s, y que las cosas, para bien o para mal, no ten¨ªan que haber sucedido como sucedieron.
Yo me acuerdo ahora de la presencia inmensa que ten¨ªa Catalu?a en la cultura espa?ola de la resistencia antifranquista, y de los lazos tan estrechos que nos conectaban, en cualquier ¨¢mbito de nuestra formaci¨®n y de nuestra conciencia pol¨ªtica. Aquel fermento com¨²n estall¨® gozosamente con el final de la dictadura y fue determinante en la atm¨®sfera cultural de al menos la primera d¨¦cada de la democracia. Pero el germen ven¨ªa de mucho antes, de aquellas viejas conexiones vanguardistas de los a?os veinte, cuando Lorca expon¨ªa sus dibujos en una galer¨ªa de Barcelona y Dal¨ª se educaba a su lado y al de Luis Bu?uel en la Residencia de Estudiantes. En 1935, estrenando Yerma en Barcelona casi con m¨¢s ¨¦xito que en cualquier otra parte, Garc¨ªa Lorca escrib¨ªa a su familia conmovido por el entusiasmo con que lo hab¨ªa recibido un p¨²blico multitudinario y generoso, que reconoc¨ªa en aquel drama, tan atacado por la derecha m¨¢s oscurantista, una ambici¨®n de belleza y de justicia social. Conviene recordar, por si los esencialistas de lo catal¨¢n o de lo andaluz prefieren olvidarlo, que fue la catalana Margarita Xirgu la que revel¨® la universalidad de los dramas andaluces de Garc¨ªa Lorca, y la que despu¨¦s de su asesinato y de la Guerra Civil estren¨® La casa de Bernarda Alba y continu¨® difundiendo su teatro en el exilio. El catal¨¢n Felip Pedrell fue el maestro del gaditano Manuel de Falla. Algunas de las mejores grabaciones contempor¨¢neas de Falla las hizo la orquesta de c¨¢mara del Teatre Lliure.
Igual que fue el exfalangista y excantor desenga?ado de la Espa?a imperial Dionisio Ridruejo quien, desterrado en Sitges en los a?os cincuenta, tradujo al castellano algunos de los libros de Josep Pla que una generaci¨®n m¨¢s tarde fueron tesoros para quienes quer¨ªamos aprender a escribir mirando las cosas con el grado justo de curiosidad y escepticismo, observando y anotando la vida casi al mismo tiempo que suced¨ªa delante de nosotros. A Pla y a Cunqueiro los empezamos a leer en el semanario Destino, que se publicaba en Barcelona y que hab¨ªa sido fundado en Salamanca durante la Guerra Civil por catalanes que estuvieron del lado de Franco. Nos gustaba la revista Destino porque en ella escrib¨ªa tambi¨¦n sus cr¨®nicas de erudici¨®n sorprendente y amena N¨¦stor Luj¨¢n, pero m¨¢s todav¨ªa nos gustaba el tacto y la tipograf¨ªa de los libros de la editorial Destino, a trav¨¦s de la cual nos llegaban inesperados autores internacionales, y en la que nos acostumbramos a leer las novelas de Miguel Delibes. En la misma editorial publicaban el gallego Cunqueiro, el castellano Delibes, el catal¨¢n Pla. La primera novela de verdad importante, a mi juicio, de la posguerra espa?ola, Nada, de Carmen Laforet, gan¨® en Barcelona el Premio Nadal y la public¨® Destino.
Eran caminos de ida y vuelta: en los primeros cincuenta el madrile?o naturalizado americano Jaime Salinas se instal¨® en Barcelona y emprendi¨® junto a Carlos Barral un proyecto editorial que est¨¢ en el origen de la gran renovaci¨®n de la literatura y la lectura en lengua castellana, tanto en Espa?a como en Am¨¦rica Latina. Desde la mitad de los sesenta escritores j¨®venes tan est¨¦ticamente radicales como Pere Gimferrer y Terenci Moix mezclaban a su manera una tradici¨®n literaria erudita y m¨²ltiple: el cine americano, la nouvelle vague francesa, la copla espa?ola, Rimbaud, Rub¨¦n Dar¨ªo, Vicente Aleixandre. Esa desenvoltura pop, ese desgarro mestizo y popular era una parte de lo que tanto nos atra¨ªa en el Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n de Cr¨®nica sentimental de Espa?a o las primeras entregas del detective Carvalho, en las novelas fulgurantes de Juan Mars¨¦, que estaban escritas en un castellano fronterizo, empapado de catal¨¢n, la herramienta justa para dar cuenta de aquellos mundos de frontera en los que viv¨ªan sus personajes, fronteras de barrio, de clase, de idioma.
Las canciones en catal¨¢n nos emocionaban tanto como las canciones en ingl¨¦s, y tambi¨¦n ten¨ªan una cualidad de himnos. Ahora parece que decir espa?oles o decir catalanes es como nombrar a las hinchadas hostiles de dos equipos de f¨²tbol, pero hubo una ¨¦poca en la que la reivindicaci¨®n del catal¨¢n y del estatuto de autonom¨ªa para Catalu?a formaban parte de un mismo proyecto progresista. El p¨²blico que llenaba en Madrid o Granada los conciertos de Llu¨ªs Llach en los a?os setenta era tan fervoroso como el que hab¨ªa aclamado a Lorca en Barcelona. Mucho antes de que se hicieran habituales las banderas andaluzas ya se agitaban en aquellos teatros banderas catalanas y pancartas id¨¦nticas a las de Barcelona: ¡°Libertad¡±, ¡°Amnist¨ªa¡±, ¡°Estatuto de autonom¨ªa¡±.
No aspiro a desmentir, ni siquiera a compensar, una sensaci¨®n de lejan¨ªa y agravio que se ha fomentado mucho desde los extremos de nuestra vida pol¨ªtica, y que probablemente es irreversible. Tan s¨®lo me parece ¨²til recordar que las cosas fueron mucho m¨¢s complejas, y tambi¨¦n m¨¢s prometedoras, y que aquellos lazos tan estrechos nos alimentaron a todos, m¨¢s all¨¢ de esa l¨®gica binaria del expolio y el chantaje que ahora tristemente se ha impuesto. Los discos de Llu¨ªs Llach o de Raimon o de Pi de la Serra o de aquel ang¨¦lico Jaume Sisa de Qualsevol nit pot sortir el sol se vend¨ªan en(toda)Espa?a lo mismo que en Catalu?a. Y era tambi¨¦n en toda Espa?a donde encontraba un p¨²blico entregado el gran teatro independiente catal¨¢n.
Empec¨¦ a leer con tebeos editados en Barcelona y cuando me hice escritor tuve la rara suerte de que se me cumpliera literalmente un sue?o y empec¨¦ a publicar novelas en la misma editorial catalana en la que leyendo a Juan Mars¨¦ y a Vargas Llosa me hab¨ªa educado como novelista. Con diez a?os le¨ªa tebeos de Bruguera y con veintitantos a?os le¨ªa a Onetti y a John Cheever en ediciones de Bruguera. Que la capital de la cultura en catal¨¢n sea tambi¨¦n la capital de la edici¨®n en espa?ol es una hermosa paradoja de la que todos podemos extraer interesantes conclusiones.
Afirmarse negando parece un signo de los tiempos, muy arraigado adem¨¢s en la inh¨®spita vida pol¨ªtica espa?ola, pero es posible que al negar al otro uno se est¨¦ despojando de una parte crucial de s¨ª mismo.
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