Sobriedad e inteligencia
Paolo Pinamonti estrena su primera temporada en el teatro l¨ªrico madrile?o con 'Ay, Amor', la fusi¨®n de 'El amor brujo' y 'La vida breve', de Manuel de Falla
Para su presentaci¨®n como nuevo director del teatro de La Zarzuela, Paolo Pinamonti ha elegido un espect¨¢culo en el que confluyen muchas de sus obsesiones art¨ªsticas, en particular el amor por Falla, materializado en varios trabajos te¨®ricos en la Universidad de Venecia, y la admiraci¨®n por el fallecido director de escena alem¨¢n Herbert Wernicke, del que ya nos hab¨ªa obsequiado con la programaci¨®n de la puesta en escena de Actus tragicus, de Bach, cuando estaba al frente del Festival Mozart de A Coru?a. Hay, pues, por parte de Pinamonti un intento de mostrar boca arriba desde el primer momento los criterios est¨¦ticos que le inquietan. Su compromiso en ese sentido con Ay, amor es clarificador.
Herbert Wernicke manifest¨® en todo momento un gran amor por Espa?a. Viv¨ªa varios meses al a?o en una casa frente al mar en la provincia de C¨¢diz, puso a su ¨²ltima hija el nombre de Francisca, en homenaje a Do?a Francisquita, y hasta beb¨ªa cervezas andaluzas en vez de alemanas cuando se encontraba en nuestro pa¨ªs. La muerte le sorprendi¨® sin materializar un proyecto que un¨ªa La verbena de la Paloma y La revoltosa, pero al menos puso en pie La boda de Luis Alonso en Basilea o Don Carlo en el Festival de Salzburgo, adem¨¢s de este Ay, amor, representado en Bruselas, Basilea, Venecia y Lisboa antes de llegar a Madrid. La primera parte, a partir de la gitaner¨ªa El amor brujo refleja hasta cierto punto la atracci¨®n visual que ejerc¨ªa sobre ¨¦l Andaluc¨ªa, con el recurso a desfiles procesionales, toreros o guitarristas, la alusi¨®n al tiempo detenido en un reloj que no marca las horas y el desdoblamiento del personaje de Candelas en una bailaora y una cantaora.
La segunda parte, La vida breve, es mucho m¨¢s intensa dram¨¢ticamente, m¨¢s despojada, al centrarse en los sentimientos desgarrados de Salud y en la presi¨®n sutil del entorno social. La escena es sobria y la iluminaci¨®n subraya la tragedia. Importa la mirada interior m¨¢s que los s¨ªmbolos. A?adir como cierre la Nana de Sevilla, de Federico Garc¨ªa Lorca, cantada magistralmente por Esperanza Fern¨¢ndez, es un decisi¨®n acertada, pues los ecos del drama se refuerzan desde una sensibilidad po¨¦tica y popular. Se comprenden desde la perspectiva teatral de Wernicke muchos matices de Falla que en otras ocasiones no salen a la luz.
En la profundizaci¨®n en Falla juega, no obstante, un papel fundamental la soberbia direcci¨®n musical de Juanjo Mena, un director que ha crecido en el terreno oper¨ªstico de una manera asombrosa. Quedan ya lejos aquellos primeros pasos, de mucho m¨¦rito por cierto, con El holand¨¦s errante, de Wagner, en las temporadas de la ABAO de Bilbao. Mena es ahora director de la Filarm¨®nica de la BBC y su presencia est¨¢ cotizad¨ªsima en Estados Unidos, Sus pr¨®ximos compromisos, de hecho, son en Boston, Chicago y Los ?ngeles. En el programa Falla saca petr¨®leo de la orquesta de la Comunidad de Madrid, gracias a una lectura matizad¨ªsima, contrastada, meticulosa en el aspecto t¨ªmbrico y de un dramatismo profundo. De quitarse el sombrero.
La magn¨ªfica cantaora gitana Esperanza Fern¨¢ndez es el hilo conductor del espect¨¢culo, al participar en las dos partes del mismo (por cierto, ?no ser¨ªa m¨¢s eficiente en cuanto a tensi¨®n musical y dram¨¢tica suprimir el descanso?). Su personalidad se impone en cada una de sus intervenciones, tanto las cantadas como las recitadas. Lola Casariego se muestra convincente en el personaje de Salud -no es poco, pues es uno de esos papeles en los que flota siempre la sombra alargada de la gran Victoria de los ?ngeles- y Milagros Mart¨ªn profundiza con incisividad en la componente tr¨¢gica de la Abuela. El resto del reparto se mantiene a un nivel aceptable, as¨ª como los coros y el cuerpo de baile. Ser¨ªa injusto no destacar tambi¨¦n la presencia y estilo la bailaora Natalia Ferr¨¢ndiz en su papel solista de El amor brujo. Con todo ello, y en conjunto, Ay amor convence m¨¢s desde la naturalidad, e incluso desde una austera sencillez, que desde los efectos especiales. Funciona m¨¢s como una invitaci¨®n a la reflexi¨®n que como una muestra de la tan medi¨¢tica ¡°cultura del espect¨¢culo¡±.
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