Loas
Dec¨ªa nuestro admirado Juan Luis Galiardo cuando recogi¨® su Goya de Honor ficticio que a menudo en Espa?a los premios no son reconocimientos a uno, sino castigos a los dem¨¢s. En el caso de Esperanza Aguirre mucho elogio desmedido en su retiro respond¨ªa al c¨¢lculo de herir a Rajoy en la comparaci¨®n. Pero Rajoy asume el desprecio de ciertos barones con elegancia y sin romper la unidad aparente de su partido.
Aguirre ha proseguido la l¨ªnea que correspondi¨® a Su¨¢rez y Maragall, machacados hasta que los atrapa una dura enfermedad. La ley es as¨ª, la crueldad solo se aplaca ante una crueldad mayor. Aguirre se despidi¨® con tres aspavientos anti-Rajoy. Insumisa ante Educaci¨®n por querer nombrar a dedo profesores extranjeros, presta a saltarse normas por lograr supuestos cientos de miles de infrapuestos de trabajo en Eurovegas y presionando para que las autoridades dictaran contra la legalidad en el caso de un etarra enfermo terminal.
Elogios no pueden faltar a una dirigente directa, clara, cercana y popular. L¨¢stima que sus ampl¨ªsimas mayor¨ªas absolutas no fueran utilizadas para disminuir las desigualdades entre madrile?os ricos y pobres sino para aumentarlas, como indican datos elocuentes. Quien afirma lo contrario observa la ciudad desde restaurantes de lujo y no desde desbordados comedores sociales o rincones abarrotados de personas sin hogar. Ceder terrenos comunales de manera gratuita a colegios privados religiosos, la batalla entre afines por el control de Caja Madrid, que solo sirvi¨® para propiciar la quiebra, o alentar un sumario falso contra los doctores del Severo Ochoa quedar¨¢n como ejemplos del peor intervencionismo, tan lejano a su esp¨ªritu liberal en tantas otras cosas.
El acierto de traer a alguien libre como Albert Boadella para dirigir el teatro del Canal no se vio complementado con la misma actitud en la televisi¨®n. Concesiones a dedo entre afines se suman a Telemadrid, que representa la desolaci¨®n de t¨¦cnicos y espectadores ante la gran televisi¨®n que los madrile?os podr¨ªan haber tenido y la realidad de una empresa quebrada a la que se hurt¨® de su finalidad esencial para dedicarla a la campa?a perpetua. Esa batalla que Esperanza gan¨® por goleada. Ojal¨¢ a su sucesor no le ciegue el cari?o y corrija lo peor de un mandato con tantas posibilidades.
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