Peridis en el cine de Dios
El dibujante muestra los secretos de siete catedrales en un libro y una serie de televisi¨®n
Hubo un tiempo en que los obispos con una mano empu?aban la espada y con otra pon¨ªan piedras. Ambas manos trabajaban para Dios. Cada una a su manera. Pongamos que eran tiempos de religiones belicosas, fronteras mutantes, corrientes art¨ªsticas que viajaban a pie y devotos que corr¨ªan miles de kil¨®metros detr¨¢s de cualquier quimera. Las mezquitas se cristianizaron, el rom¨¢nico irrumpi¨® desde Francia y los peregrinos invert¨ªan grandes energ¨ªas en caminar hasta santuarios. Una catedral, con sus juegos de luz natural y sus narraciones en piedra, no solo era el templo de Dios. ¡°Era el cine de la Edad Media¡±, afirma Jos¨¦ Mar¨ªa P¨¦rez Gonz¨¢lez Peridis, el dibujante y arquitecto que ha hecho por salvaguardar el rom¨¢nico tanto como un cantero del siglo XIII. ¡°Imaginad la impresi¨®n de un campesino de aquella ¨¦poca que monta a su familia en su carreta y entra a ver la catedral de Burgos por vez primera¡±, propone.
No es dif¨ªcil fantasear con el campesino y su asombro. Las catedrales siguen despertando admiraci¨®n y curiosidad muchos siglos despu¨¦s de su construcci¨®n.
El mismo Peridis, que acaba de publicar el libro La luz y el misterio de las catedrales (Espasa), inspirado en la serie de televisi¨®n que se emitir¨¢ en La 2 este oto?o, sigue hallando sorpresas en cada visita. Esta ma?ana, sin ir m¨¢s lejos, en la catedral de Cuenca, donde ha presentado su obra. En el arco proyectado por el franc¨¦s Etienne Jamet (Esteban Jamete, en Cuenca) para conectar la catedral con el claustro ha descubierto dos min¨²sculas tallas de desnudos masculinos de factura vibrante. ¡°Este hombre tuvo que estar en Roma o conocer la obra de Miguel ?ngel¡±, afirma con vehemencia.
Podr¨ªa. Jamet tuvo una vida caravaggiesca: era violento, pendenciero y maltratador. Iba de un lugar a otro trabajando para las estrellas de su tiempo (Covarrubias, Vandelvira¡). Mat¨® a su primera mujer y las cr¨®nicas no acaban de atreverse a descartar que no lo hiciera tambi¨¦n con la segunda. Blasfemaba en los andamios instalados en la catedral tanto que acab¨® ante la Inquisici¨®n. Pas¨® por la c¨¢rcel varias veces. Pero, en fin, era un escultor divino y un arquitecto puntilloso. El arco de Jamete, ejemplo sublime del plateresco espa?ol, es su obra maestra y, seg¨²n Peridis, el perfecto acabado renacentista en un interior g¨®tico.
Santa Mar¨ªa de Cuenca es una de las siete catedrales que se detallan en el libro, junto a las de Santiago, Jaca, Oviedo, Burgos, Barcelona y L¨¦rida. Fue la primera que rompi¨® con el rom¨¢nico y comenz¨® a dar protagonismo a la luz y a los espacios. Otro ejemplo medieval de vanguardia art¨ªstica, innovaci¨®n tecnol¨®gica y f¨¢brica de empleo, la piedra rosetta capaz de aunar los intereses del esp¨ªritu y la carne. ¡°Y son tambi¨¦n el ejemplo del trabajo bien hecho, en las catedrales no hay chapuzas¡±, subraya el dibujante.
Si a Peridis le cautiva Jamet, a Miguel ?ngel Albares, capell¨¢n mayor y entusiasta del arte tanto como el dibujante, le fascina uno de los retablos que pint¨® para una de las capillas Fernando Y¨¢?ez de Almedina (Ciudad Real), uno de los dos disc¨ªpulos espa?oles que pas¨® por el taller de Leonardo da Vinci. ¡°En la Adoraci¨®n de los Reyes est¨¢n todas las ense?anzas de su maestro, los colores, las manos, los rostros y el tratamiento de la luz, todo excepto los pigmentos¡±. Albares explica que por fortuna el pintor opt¨® por utilizar pigmentos tradicionales, m¨¢s duraderos que los empleados por Leonardo.
Blasfemos o no, m¨¢s o menos pecadores, los promotores de las catedrales buscaban artistas y artesanos capaces de rozar la perfecci¨®n. De ah¨ª que Jamet escandalizase pero no fuese despedido. Y, adem¨¢s, tampoco los promotores estaban libres de pecado: la vanidad del cabildo es tal que en el altar mayor colocan su s¨ªmbolo ¨Cun jarr¨®n de azucenas- por encima de la escultura de Dios, como advierte con socarroner¨ªa el capell¨¢n mayor, que pugna por difundir los secretos de una catedral poco conocida ¨Crecibe entre 70.000 y 80.000 visitas al a?o- y atractiva. No solo por el pasado. En los noventa tuvieron el acierto de encargar las vidrieras que se hab¨ªan destruido por la acci¨®n del tiempo y de las guerras a artistas contempor¨¢neos como Gerardo Rueda, Gustavo Torner, Bonifacio y Henri Dechanet.
La decisi¨®n suscit¨® pol¨¦mica. Los puristas quer¨ªan vidrieras del XVI. Pero ya no hab¨ªa vidrieras sino huecos del XVI. Los artistas respetaron el proceso medieval de fabricaci¨®n de vidrio y plomo fundido, pero introdujeron dise?os y colores contempor¨¢neos. Torner, por ejemplo, ha llenado la catedral de tonos c¨¢lidos, arenosos y anaranjados, que caldean la gelidez t¨ªpica de las catedrales. Los juegos de luces naturales, que cambian cada media hora, asombran. Aunque los visitantes ya no sean campesinos en carreta.
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