Engordar
Las series que te gustan son como el barrio de la infancia, no quieres que nada cambie en ellos. Y sin embargo ¨¦sa es su muerte segura. Asistimos al final de House y lo que era un grito de alerta hace tres temporadas se constat¨® como evidencia de que la repetici¨®n formulaica tambi¨¦n carboniza el talento. A menudo, al hablar de las series olvidamos que eluden el mayor reto de las ficciones cinematogr¨¢ficas, teatrales o literarias: su conclusi¨®n. Es suculento negocio engordarlas con excesivas temporadas, pero nadie hace buen zumo con las mondas de la naranja.
Mad men ha perdido frente a la formidable Homeland en el concurso de los Emmy. La serie israel¨ª ha logrado su universalizaci¨®n gracias al m¨²sculo propagand¨ªstico americano de su remake. La cuarta temporada de Mad men dej¨® el list¨®n alt¨ªsimo, con cap¨ªtulos magistrales e ¨ªntimos, pero la quinta remesa regal¨® poco m¨¢s que ver a Betty Draper con sobrepeso. Dicen que los guionistas aprovecharon el embarazo real para urdir una nada sutil venganza contra la actriz January Jones. M¨¢s all¨¢ de maldades, episodios como el de su posible c¨¢ncer de tiroides estaba muy por debajo de la calidad de escritura a la que nos acostumbraba Matt Weiner. Tramas fallidas y un cierto bloqueo en la serie que adoras te provocaba la misma desolaci¨®n que descubrir que la zapater¨ªa entra?able de tu barrio es ahora un local de souvenirs castizos.
Las limitaciones actorales del protagonista, Jon Hamm, del que se puede decir aquello tan cruel de que despliega sus recursos interpretativos de la A a la B, han sido siempre un atractivo de su personaje. Abotargado y pasivo, embotado por el alcohol y el priapismo, permit¨ªa el gozoso desarrollo de personajes secundarios. Pero las tramas sobre su vida matrimonial y los avatares del negocio publicitario han tenido menos fuerza de la esperada. Esperaremos ansiosos la sexta temporada, donde se juega el todo o nada. Breaking bad se termina exprimida la baza de su cinismo voraz, pero Homeland a¨²n respira calidad y sugerencia por sus poros. Quiz¨¢ esa sea la mayor diferencia. En ese alero se mueven las series favoritas, entre el deseo de que el placer sea infinito y la certeza de que todo lo que arde se consume finalmente.
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