Jean Paul Gaultier, juventud infinita
El dise?ador m¨¢s iconoclasta se ha transformado a sus 60 a?os en salvador de la alta costura Madrid acoger¨¢ la retrospectiva que le consagra como maestro del cambio de milenio
Jean Paul Gaultier (Arcuel, Francia, 1952) recibe en su taller de la Rue Saint Martin de Par¨ªs, que emplea a m¨¢s de cien personas y en el que pasa unas diez horas al d¨ªa. En la cocina nos espera su chef particular, un tipo sonriente y rematadamente guapo ¨Cninguna sorpresa¨C que hoy ha preparado un hojaldre con setas, pescado al vapor y un canutillo de helado de lim¨®n que rompe t¨ªmidamente la ligereza del men¨². ¡°Intento cuidarme. Antes de la moda, lo m¨ªo era la cocina, ahora solo soy bueno comiendo¡±, asegura el dise?ador. Apenas bebe alcohol debido a una hepatitis ¡°no muy horrible¡± que sufri¨® hace tres d¨¦cadas. Gesticula con energ¨ªa, exagera sin complejos (todo le parece ¡°supeeeeeerb!¡±), r¨ªe a placer y, en un gesto de deferencia, entremezcla frases en un correcto espa?ol, aunque muchas veces le traiciona el italiano.
Su ic¨®nico pelo oxigenado es ahora cano, pero con 60 a?os mantiene una forma envidiable y una jovialidad abrumadora, casi infantil. Se parte de risa cuando detecta un exceso de seriedad en sus reflexiones, y adopta un gesto de falsa profundidad cuando se alarga con una frivolidad. Menciona constantemente a los que le ayudaron a estar donde est¨¢, desde el dise?ador Pierre Cardin, que lo fich¨® con 18 a?os, pese a que no contaba con ninguna formaci¨®n acad¨¦mica, hasta Madonna, que globaliz¨® sus dise?os, o Farida Khelfa, la modelo argelina que mejor saci¨® su apetito multicultural, adem¨¢s de una larga retah¨ªla de asistentes o relaciones p¨²blicas a los que alude como si fueran igual de famosos. Aunque el nombre que m¨¢s repite es el de Francis Menuge, la pareja con la que mont¨® su empresa y que muri¨® en 1990, y al que sigue refiri¨¦ndose como novio, en presente, aunque haya tenido relaciones despu¨¦s.
"Siempre me he rebelado ante la idea de que los hombres tengan que ser los guardianes del poder y del dinero, y las mujeres, due?as de la belleza y la seducci¨®n"
Es franco, carism¨¢tico y un profesional en las lides medi¨¢ticas. Para facilitar el repaso que durante dos horas y media realizar¨¢ de su vida, se sirve del cat¨¢logo de El camino hacia las estrellas, la retrospectiva que tras pasar por Montreal, San Francisco y Dallas se podr¨¢ visitar en la Fundaci¨®n Mapfre de Madrid desde el 5 de octubre. Pocos personajes te sirven en bandeja una entrevista como Jean Paul Gaultier. ¡°Los de la prensa siempre me oblig¨¢is a recordar cosas que ten¨ªa olvidadas¡±, alerta fingiendo un ligero enfado, para a continuaci¨®n proclamar que considera que la etiqueta de enfant terrible que le acompa?a desde hace 30 a?os se reduce a un ejercicio de vagancia de los periodistas. ?Producto ¨Cse pregunta¨C de la incapacidad de describir la fascinaci¨®n que Gaultier sent¨ªa por las tribus urbanas en un tiempo en el que la moda francesa parec¨ªa deslumbrada por lo chic y la elegancia? Define su primer desfile, en 1976, como ¡°una cat¨¢strofe¡±: ¡°Me programaron a la misma hora que Emma??nuelle Khanh, una de las dise?adoras m¨¢s populares del momento. Los poqu¨ªsimos periodistas que vinieron ¨Cninguno importante¨C pensaban que acud¨ªan a un c¨®ctel en el que podr¨ªan comer alg¨²n canap¨¦¡±, se r¨ªe. ¡°Estuve dos a?os sin un duro, ten¨ªa que usar manteles para hacer las prendas¡±. Pero una de las bases que sentar¨ªan su est¨¦tica ya estaba all¨ª: el casting de modelos.
En contra de la rigidez que experiment¨® trabajando en la ¡°anticuada y a la vez preciosa¡± casa de costura de Jean Patou, a la que lleg¨® como ayudante con 20 a?os, Gaultier quer¨ªa que las modelos de sus desfiles fueran la sublimaci¨®n de la diversidad cultural que emanaba de las calles de Par¨ªs y Londres. Las quer¨ªa de todas las razas y anatom¨ªas: delgadas, gordas, viejas, tatuadas. ¡°Como Anna Pavlovski¡±, dice mientras me muestra la imagen de una modelo polaca con peinado estilo a?os veinte que, cuenta la leyenda, sol¨ªa pasear descalza por Par¨ªs. ¡°Era una chica bohemia. Ten¨ªa el look fuerte que buscaba. Adem¨¢s, convenci¨® a muchas de sus compa?eras en los desfiles de Yves Saint Laurent para que desfilaran gratis para m¨ª¡±.
A sus primeros desfiles asisti¨® su abuela materna, Marie, muy ¡°confiada¡± en el ¨¦xito de su nieto, aunque no viviera lo suficiente como para verle triunfar. En ella sit¨²a el germen de su vocaci¨®n. ¡°Era una especie de enfermera multiuso que recib¨ªa a mujeres en la consulta que ten¨ªa en casa. Pon¨ªa inyecciones, les le¨ªa las cartas y hac¨ªa masajes, sesiones de belleza¡ lo que hiciera falta. Una clienta le contaba, por ejemplo, que su marido ya no le hac¨ªa caso, y mi abuela le recomendaba que le cocinara tal plato y que se maquillara de tal manera. Con siete u ocho a?os, yo me sentaba hipnotizado a disfrutar del ritual, y como en esos viejos anuncios que muestran el antes y el despu¨¦s del uso de un producto milagroso, dibujaba a esas se?oras dos veces: una, al entrar a la consulta, y otra, al salir, convertidas en Brigitte Bardot. All¨ª me di cuenta del poder transformador de la moda, del impacto que pod¨ªa tener en la vida de la gente¡±.
En casa de su abuela, una mujer mucho m¨¢s permisiva que sus propios padres, ve¨ªa los programas de televisi¨®n que ten¨ªa prohibidos. ¡°Mis favoritos¡±, confiesa, ¡°eran los que se emit¨ªan desde el Folies Berg¨¨re¡±, el teatro cabaret. Tambi¨¦n en ese piso vio por primera vez un cors¨¦ ¨C¡°un impacto, puesto que entonces no entend¨ªa muy bien la anatom¨ªa femenina¡±¨C e hizo sus primeros pinitos como estilista practicando sobre Nana, su peluche. El osito, se disculpa, est¨¢ ahora mismo dando la vuelta al mundo como parte de la exposici¨®n itinerante ¨C¡°le deber¨ªas pedir una entrevista cuando llegue a Madrid¡±, a?ade con guasa¨C, y me ense?a una foto de lo que ¨¦l ahora ha rebautizado como ¡°el monstruo¡±. Un peluche rasurado y desfigurado al que cosi¨® una cabellera que ti?¨® una y otra vez y de la que hoy apenas queda rastro. Los ojos y la boca maquillados resultan algo siniestros, am¨¦n de una cicatriz que le atraviesa todo el t¨®rax ¨C¡°eran los a?os sesenta, las operaciones a coraz¨®n abierto estaban de moda¡±, justifica¨C y dos extra?os conos de papel sobre el pecho. ¡°Los mismos que 30 a?os despu¨¦s dise?ar¨ªa para el famoso cors¨¦ de Madonna [de la gira The blonde ambition tour]. Cuando mis padres vieron c¨®mo hab¨ªa transformado a Nana en un travesti pensaron que estaba pasando demasiado tiempo en casa de mi abuela¡±, se carcajea. ¡°Eran gente tolerante, pero no tanto¡±.
"?Qu¨¦ pa¨ªs ha mostrado mayor capacidad de reinvenci¨®n en menos tiempo? Espa?a ser¨¢ el primero de los pa¨ªses aquejados por la crisis en encontrar una salida creativa"
En el colegio, relata, Jean Paul era un chico solitario, ¡°supert¨ªmido¡±, al que llamaban fille manqu¨¦e, una expresi¨®n que designa a aquellos ni?os que no hacen lo que se considera apropiado para su sexo. ¡°Aunque yo no me sent¨ªa para nada como una ni?a¡±, aclara. ¡°Pero s¨ª era muy malo jugando al f¨²tbol y no soportaba la clase de gimnasia, as¨ª que siempre estaba enfermo¡±. Una profesora le sorprendi¨® en clase dibujando a una de esas glamurosas chicas del Folies Berg¨¨re llenas de brillos y plumas. Como castigo, colg¨® el dibujo en su espalda y le oblig¨® a pasearse por todas las aulas de la escuela. ¡°Lejos de humillarme, los alumnos empezaron a sonre¨ªrme, a felicitarme. ?Todo el mundo quer¨ªa que le dibujara una de esas chicas! Creo que all¨ª, con unos nueve a?os, pens¨¦ por primera vez: ¡®Este tiene que ser mi trabajo¡±.
Gaultier contin¨²a recordando el impacto que supusieron en su adolescencia los viajes familiares que realiz¨® a Espa?a, ¡°del Pa¨ªs Vasco a Guadalajara y C¨®rdoba¡±. ¡°Siempre nos qued¨¢bamos en sitios tur¨ªsticos cutres, no ten¨ªamos dinero para m¨¢s. Y me fascin¨¦ por la cultura popular¡±. Cita como referentes importantes de su juventud las corridas de toros, los trajes de luces, El peque?o ruise?or, de Joselito, el cantante irun¨¦s Luis Mariano ¨C¡°al que en Francia siempre anunciaban pomposamente como le prince de Madrid!¡±¨C y un anuncio de la televisi¨®n francesa en el que aparec¨ªa Salvador Dal¨ª (imita al artista atus¨¢ndose el bigote y diciendo: ¡°Je suis fou du chocolat Lanvin!¡±). ¡°?Conoce esas postales de folcl¨®ricas con faldas de tul en 3D? ?Mi obsesi¨®n por el volumen vino de all¨ª!¡±, dice divertido, indiferente a la reacci¨®n que provocan sus boutades.
¡°Espa?a pasa un mal momento, pero conf¨ªo en que saldr¨¢ fortalecida. Hay tanto talento all¨ª, tanta energ¨ªa, tanta honestidad¡ ?Qu¨¦ pa¨ªs ha mostrado mayor capacidad de reinvenci¨®n en menos tiempo? Todos estamos obligados a readaptarnos, y Espa?a ser¨¢ el primero de los pa¨ªses aquejados por la crisis en encontrar una salida creativa. Nos maravill¨® despu¨¦s de Franco y lo volver¨¢ a hacer¡±, dice mientras busca una foto en la que aparece sonriente junto a Victoria Abril y Pedro Almod¨®var en el rodaje de Kika, una de las tres pel¨ªculas del director en las que ha colaborado y que tienen su espacio en la exposici¨®n. ¡°?Aaah, ?lo ves?, la movida¡!¡±.
Almod¨®var, a quien conoci¨® en una discoteca en los a?os ochenta, es uno de los grandes amigos que le mantienen en contacto con Espa?a. Algo as¨ª como un alma gemela: ¡°Tenemos en com¨²n una edad similar, un origen modesto, un entusiasmo brutal por nuestros oficios, la manera en que hemos vivido libremente nuestra sexualidad ¨Cuna supuesta debilidad que a ambos nos fortaleci¨®¨C, el cuestionamiento de los preceptos morales con los que crecimos y una visi¨®n muy parecida del mundo femenino¡±, enumera. ¡°Crecimos rodeados de mujeres, las conocemos bien. Y ambos hemos querido exhibir su poder y fuerza a trav¨¦s de nuestro trabajo, a la vez que mostr¨¢bamos la sensualidad, la sexualidad y la fragilidad de los hombres. Siempre me he rebelado ante la idea de que los hombres tengan que ser los guardianes del poder y del dinero, y las mujeres, due?as de la belleza y la seducci¨®n¡±.
"Hoy solo mantienen nuestro apellido mi t¨ªo y su hija, que no puede tener hijos. Como yo tampoco los tengo, me reconforta que la firma me sobreviva, como si fuera parte de la dinast¨ªa¡±
Sobre muchas de esas premisas, dice, construy¨® parte de su carrera. ¡°Llam¨¦ a mi primera colecci¨®n masculina El hombre objeto, a modo de reivindicaci¨®n. Me gusta transgredir los estereotipos asociados a los g¨¦neros¡±. Hombres con faldas y cors¨¦s, una afici¨®n m¨¢s bien incorrecta a la iconograf¨ªa religiosa, su c¨¦lebre fetichismo rozando lo quinqui¡ poco a poco, las excentricidades y travesuras de Gaultier se convert¨ªan en se?as de identidad que, lejos de ahuyentar, embelesaban al conservador establishment parisiense, rendido ante su oficio. ¡°Un par de a?os antes de que Francis muriera pens¨® que ser¨ªa bueno que hici¨¦ramos una colecci¨®n de costura, que nos aportar¨ªa prestigio. ¡®?Qu¨¦ cosa m¨¢s antigua y pasada de moda!¡¯, le dije yo. Cuando muri¨® corr¨ªan rumores de que Gianfranco Ferr¨¦ no cuajaba en Dior y que iban a despedirlo. Bernard Arnault [due?o de Dior y del conglomerado LVMH] me abord¨®, pero, para mi decepci¨®n, ¨¦l hab¨ªa pensado en m¨ª para Givenchy. Me extra?¨®: all¨ª estaba triunfando John Galliano. Los planes de Arnault pasaban por promocionar a Galliano coloc¨¢ndolo en Dior y ponerme a m¨ª en su lugar. Yo le dije que Givenchy no me excitaba. Y ¨¦l contest¨® que me estaba equivocando, que los shows de Galliano para Givenchy estaban llenos de gente entusiasmada que gritaba de emoci¨®n. Pero esa sensaci¨®n ya la hab¨ªa experimentado, yo ya hab¨ªa tenido a 4.000 personas gritando emocionadas en mis desfiles¡±.
En 1996, Gaultier abri¨® finalmente su propia casa de alta costura, insuflando una energ¨ªa pr¨¢cticamente olvidada a las 11 rancias maisons que por entonces manten¨ªan a flote el negocio m¨¢s elitista de la moda. All¨ª, el m¨¢s iconoclasta de los dise?adores franceses deslumbr¨® a la Chambre Syndicale, el estricto ¨®rgano regulador, renovando con br¨ªo el g¨¦nero a la vez que manten¨ªa un exquisito respeto por la tradici¨®n. Una aventura que m¨¢s tarde compaginar¨ªa durante casi ocho a?os con la direcci¨®n creativa de Herm¨¦s, el paradigma de la exclusividad francesa. Gaultier se convert¨ªa as¨ª en un cl¨¢sico indiscutido, con un legado est¨¦tico y un oficio comparable al de su ¨ªdolo Yves Saint Laurent, y superando en reconocimiento a sus admirados contempor¨¢neos Ala?a, Montana y Mugler. El a?o pasado, el grupo de perfumer¨ªa y moda catal¨¢n Puig se convirti¨® en el accionista mayoritario de Jean Paul Gaultier, una firma que el propio dise?ador admite que vivi¨® su apogeo en los ochenta y los noventa, y que ahora puede presumir de referente atemporal con una clientela fiel.
Le pregunto qu¨¦ opina de la pol¨¦mica propuesta electoral de Hollande de gravar con un 75% las rentas superiores al mill¨®n de euros. ¡°Sab¨ªamos que algunos ricos se marchar¨ªan del pa¨ªs. Con el paro subiendo, ?es el momento para hacerlo?¡±, pregunta ret¨®ricamente. ¡°Hemos llegado a tal deshumanizaci¨®n en la industria, con las grandes superficies destrozando las posibilidades de los peque?os comerciantes, que desear¨ªa que la gente se mudara de las ciudades al campo y se recuperara el valor de la artesan¨ªa y la producci¨®n manual. Si los pol¨ªticos no encuentran las soluciones, deber¨ªamos volver a confiar en nuestra capacidad individual para salir adelante¡±. Y extiende la opini¨®n a su sector. ¡°Los grandes conglomerados que rigen el negocio de la moda act¨²an como los pol¨ªticos. Algo que se nota hasta en las redacciones de las revistas. ¡®Yo invierto tanto en publicidad, t¨² tienes que darme como m¨ªnimo este n¨²mero de p¨¢ginas¡¯. Echo de menos la ¨¦poca en la que no era todo tan corporativo¡±. Aunque, confiesa a continuaci¨®n, ¡°la gente era entonces mucho peor haciendo dinero¡±.
¡°Tengo 60 a?os. No me enga?o, un d¨ªa se deja de ser tan creativo, un d¨ªa tu cliente cambia. Ojal¨¢ encuentre en un futuro a un dise?ador en quien me reconozca¡±
Gaultier no atiende a los patrones que rigen las relaciones p¨²blicas actuales y charla sin ambages sobre la competencia. En un momento en el que hablamos de sus famosos tejidos tatuaje, me pregunta si he visto el primer anuncio de Saint Laurent Paris bajo la batuta de Hedi Slimane, antiguo dise?ador de Dior Homme, que ma?ana, 1 de octubre, protagonizar¨¢ en la pasarela francesa uno de los estrenos de la temporada. En la pu??blicidad aparece un modelo descamisado y de espaldas que luce grandes tatuajes. Recuerda ligeramente a alguna de las im¨¢genes de Gaultier. ¡°Hedi deber¨ªa regresar haciendo lo opuesto a lo que ha hecho hasta ahora: hacer ropa ancha, m¨¢s ochentera, grandes hombros, una silueta muy relajada, tanto para hombre como para mujer, ?no cree?¡±. Le pregunto si sigue disfrutando de la moda como espectador. ¡°El d¨ªa que deje de hacerlo, abandono mi trabajo¡±. Y llegado el d¨ªa, ?ha pensado en su sucesi¨®n? ¡°Le voy a decir algo que igual suena cursi: mis padres est¨¢n muertos, y hoy solo mantienen nuestro apellido mi t¨ªo, su mujer y su hija, que no puede tener hijos. Como yo tampoco los tengo y parece que no podr¨¢ haber m¨¢s Gaultiers en la familia, me reconforta la idea de que la firma me sobreviva, como si fuera parte de la dinast¨ªa¡±. El dise?ador hojea por ¨²ltima vez las p¨¢ginas del cat¨¢logo y concluye: ¡°Tengo 60 a?os. Ya no soy tan joven. No me enga?o, un d¨ªa se deja de ser tan creativo, un d¨ªa tu cliente cambia, de repente, es mucho m¨¢s joven que t¨². Lo he visto en la gente a la que m¨¢s admiro, como el se?or Saint Laurent. Creo que est¨¢ bien que alguien me vaya a suceder en el futuro. Me alegra, incluso. Ojal¨¢ encuentre a un dise?ador en quien me reconozca¡±.
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