Shlomo Venezia, en el comando del horror
Sobrevivi¨® a Auschwitz trabajando en los crematorios
El silencio que Shlomo Venezia mantuvo durante casi cinco d¨¦cadas no borr¨® de su memoria cada detalle de lo vivido en ese infierno llamado Auschwitz. Fue uno de los millones de jud¨ªos que pas¨® por los campos de concentraci¨®n nazis, pero fue uno de los pocos que sali¨® con vida. Miembro de los Sonderkommando ¡ªlas brigadas especiales que trabajaban en las c¨¢maras de gas y en los crematorios¡ª sobrevivi¨® a un a?o de encierro, pero su mente fue prisionera del horror hasta su muerte, el pasado d¨ªa 1 de octubre en Roma.
¡°Nunca se sale del campo, todo te recuerda a aquello¡±, explic¨® en una extensa entrevista que se public¨® en forma de libro (Sonderkommando: El testimonio de un jud¨ªo obligado a trabajar en las c¨¢maras de gas, RBA). Esta obra es el ¨²nico testimonio completo de un miembro de estos comandos especiales, personas que se convirtieron en c¨®mplices del horror a su pesar.
Nacido en Sal¨®nica (Grecia), en 1923, pero de nacionalidad italiana, Venezia proven¨ªa de una familia de origen sefard¨ª que abandon¨® Espa?a tras la expulsi¨®n de los jud¨ªos en el siglo XV. Su infancia en Sal¨®nica estuvo marcada por la pobreza y por la muerte de su padre cuando ¨¦l ten¨ªa 11 a?os. Al comienzo de la II Guerra Mundial, la nacionalidad italiana ayud¨® a su familia a mantenerse a salvo pese a la ocupaci¨®n de Grecia por parte de las potencias del Eje. Pero finalmente fueron deportados en 1944.
Como todos los jud¨ªos que los alemanes hacinaban en vagones de tren, Venezia y su familia fueron enga?ados: les dijeron que su destino ser¨ªa Alemania, donde les esperaban una casa y un trabajo. Tras 11 interminables d¨ªas de viaje, pudieron comprobar que el destino eran las alambradas del campo de concentraci¨®n de Auschwitz-Birkenau. Seg¨²n cuenta en el libro, ya en los andenes fueron separados a golpes los hombres de las mujeres y los ni?os. No tuvo tiempo ni siquiera de despedirse de su madre y de sus hermanas menores, que fueron asesinadas ese mismo d¨ªa. Shlomo y su hermano mayor fueron seleccionados para trabajar y salieron con vida del campo. Tiempo despu¨¦s supo que su hermana mayor, Rachel, tambi¨¦n sobrevivi¨®.
A pesar de la desorientaci¨®n que le asalt¨® a su llegada a Auschwitz, Venezia apreci¨® el fluido mecanismo del campo, dise?ado para que la mayor¨ªa de los deportados fuesen conducidos a las c¨¢maras de gas directamente. Otros, los m¨¢s fuertes, ser¨ªan seleccionados para trabajar. Venezia se present¨® ante los SS como barbero. Minti¨®, pero eso probablemente le salv¨® la vida. En funci¨®n de su nuevo oficio se le asign¨® la aberrante tarea de cortar el pelo a los cad¨¢veres despu¨¦s de ser sacados de las c¨¢maras de gas. Con todo, tuvo m¨¢s suerte que los dentistas, encargados de extraer las muelas de oro de los fallecidos.
Venezia acept¨® pertenecer a los Sonderkommandos para comer un poco m¨¢s y por tener alguna posibilidad de salir, puro instinto de supervivencia. Al margen de cortar el pelo tambi¨¦n deb¨ªa acompa?ar a los deportados hasta las c¨¢maras, transportar cad¨¢veres y echarlos a los hornos. Seg¨²n cuenta en el libro, ¡°los primeros d¨ªas est¨¢s horrorizado, luego eres como un aut¨®mata¡±.
Con tanta desolaci¨®n alrededor, lleg¨® a pensar que los muertos ten¨ªan m¨¢s suerte. ¡°Hubiera preferido morir, pero cuando pensaba esto, una frase de mi madre se me ven¨ªa a la cabeza: ¡®Mientras se respira, hay vida¡±. Por trabajar en estos comandos fue criticado y acusado de colaboracionismo, incluso por Primo Levi, con el que coincidi¨® en el campo. Seg¨²n cont¨® Venezia a EL PA?S, le decepcion¨® lo que el escritor dijo: ¡°No ten¨ªamos elecci¨®n. A los que no quer¨ªan trabajar los mataban, a los que trabajan, tambi¨¦n¡±.
Con la proximidad de los rusos, los prisioneros fueron trasladados al campo de Mauthausen, en Austria. En mayo de 1945, los supervivientes fueron liberados por el Ej¨¦rcito estadounidense.
Pasaron muchos a?os hasta que Shlomo Venezia se decidi¨® a hablar. Se recluy¨® en su silencio, incluso con su familia. Cuando sus hijos le preguntaban por su n¨²mero de identificaci¨®n tatuado, bromeaba diciendo que era el tel¨¦fono de una antigua novia.
Finalmente, en 1992, ante el creciente antisemitismo en Italia y animado por su esposa, Marika, decidi¨® dar a conocer su historia, sobre todo en colegios y conferencias. En 2006 apareci¨® el libro y su crudo relato lleg¨® a todo el mundo. Una experiencia que ten¨ªa grabada en la mente de igual manera que el n¨²mero de su brazo. Nunca pudo salir de Auschwitz.
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