Paseo on¨ªrico de Nueva York a La Habana
Reflexivas, sugerentes y, a veces, disparatadas. Las fotograf¨ªas de R¨®mulo Sans sit¨²an al espectador ante sus contradicciones, y a los personajes, fuera de contexto. Una exposici¨®n en Nueva York re¨²ne su galer¨ªa de sue?os.
Entre Nueva York y La Habana solo hay tres horas de vuelo o 2.108 kil¨®metros, pero la distancia que separa ambas ciudades, al menos la art¨ªstica, es menor desde hace un par de meses. Si no lo creen, lean: en una calle de Bushwick, cerca de una de las galer¨ªas emergentes del nuevo barrio del arte al norte de Brooklyn, apareci¨® hace alg¨²n tiempo una mulata cubana en medio de la calle. Estaba tirada en el suelo y tapada con una gran bandera norteamericana, pero la gente pasaba y pasaba y no miraba. Despu¨¦s de un rato, el fot¨®grafo sali¨® de su escondite y dispar¨® su c¨¢mara. Ella se levant¨® y todo continu¨® como si nada. Resulta que el mismo artista y otra modelo cubana hab¨ªan escandalizado tiempo atr¨¢s a los transe¨²ntes del barrio de Cayo Hueso, en Centro Habana, cuando ella se pase¨® en ropa interior frente a una valla oxidada donde pon¨ªa: ¡°Viva Fidel¡±. Los cubanos que andaban por all¨ª exclamaban: ¡°?Est¨¢n locos estos o qu¨¦ les pasa!¡±.
Otra escena: dos mujeres con niqab ¨Cuna de ellas tiene una mirada picante¨C est¨¢n dentro de un carrito de la compra y llevan un paquete de hamburguesas de McDonald¡¯s. La foto form¨® parte de la exposici¨®n Trust Issues, de R¨®mulo Sans, que la galer¨ªa 3rd Eye Solution de Nueva York exhibi¨® esta primavera. Las im¨¢genes de la muestra, una ¨¢cida reflexi¨®n sobre la religi¨®n, inclu¨ªan fotos de v¨ªrgenes guadalupanas con escopetas de ca?ones recortados, madonas con un 45 en la boca y perfumes-bomba de?Chanel. Todo violento y a la vez sensual, como Nueva York y La Habana.
Violento y sensual, ha retratado a v¨ªrgenes guadalupanas con escopetas y madonas con un ¡®45¡¯ en la boca
En la estaci¨®n de metro de Nassau Avenue, entre las avenidas de Manhattan y Nassau, en Greenpoint (Brooklyn), aparece un hombre de piel trigue?a vestido con uniforme azul de la Polic¨ªa Nacional Revolucionaria cubana. En su gorra, tambi¨¦n azul, hay cosida una estrella de cinco puntas, y sobre el pecho, en el lado contrario del coraz¨®n, lleva una insignia que dice: ¡°Jefe de grupo¡±. ?C¨®mo vino a dar este polic¨ªa habanero a la Gran Manzana?
Para entender lo sucedido hay que remontarse a los d¨ªas previos al 11-S, cuando todav¨ªa las Torres Gemelas estaban en pie y R¨®mulo Sans era solo un chico inquieto de Barcelona instalado en Nueva York. Los 10 a?os que pas¨® en Nueva York huyendo de su pasado burgu¨¦s los emple¨® en perder el tiempo como Dios manda, zambull¨¦ndose de lleno en el mundo underground, pero tambi¨¦n del marketing y de la moda m¨¢s delirante.
R¨®mulo Sans en realidad no es R¨®mulo Sans, sino R¨®mulo Bosch. Su abuelo, el pintor surrealista catal¨¢n Jaume Sans, uno de los fundadores de la emblem¨¢tica revista Dau al 7, era su referente, y por admiraci¨®n a ¨¦l se cambi¨® el apellido. Un d¨ªa sali¨® de Nueva York con pasaje de vuelta el 13 de septiembre. Pero no pudo regresar¡ ¡°Despu¨¦s del 11-S, los aeropuertos permanecieron cerrados d¨ªas. El p¨¢nico se apoder¨® de la ciudad y muchos se fueron de Nueva York¡±.
Fue as¨ª como, unos d¨ªas m¨¢s tarde,?Sans desembarc¨® en La Habana con los ojos y el coraz¨®n preparados para entrarle a la realidad cubana desde un ¨¢ngulo distinto, nada que ver con la t¨ªpica visi¨®n de una ciudad detenida en el tiempo y poblada de coches americanos de los cincuenta, edificios al borde del derrumbe, escaparates vac¨ªos, mojitos y dem¨¢s panoramas de miseria cotidiana. Sans todav¨ªa no era fot¨®grafo; se hizo fot¨®grafo en Cuba. Estudi¨® las t¨¦cnicas y los trucos de la profesi¨®n en el Instituto Superior de Arte de La Habana, donde empez¨® a labrarse un mundo provocador, casi siempre relacionado con el cuerpo femenino, que hoy puede verse en sus fotograf¨ªas.
Sus modelos empezaron a vestirse en vez de desnudarse. Se cubrieron con burkas o fueron envasadas como productos
Parad¨®jicamente, La Habana y la crisis pos 11-S le permitieron ciertos lujos. The H Magazine, revista financiada por un fondo de inversiones extranjero que operaba en Cuba, fue el primer hijo art¨ªstico de R¨®mulo. La publicaci¨®n se convirti¨® en una mirada pop de Cuba que chocaba con la grisura general y hu¨ªa de la visi¨®n normal de la isla. El ojo de R¨®mulo Sans era el de la modernidad, y detr¨¢s de sus composiciones llenas de doble sentido y cuestionadoras del poder se intu¨ªa la Cuba del futuro.
La media docena de n¨²meros de The H (la H era por La Habana) fueron su escuela y su laboratorio. Y si la mayor¨ªa de las fotos publicadas eran suyas, en ellas, las modelos cubanas ¨Cblancas, trigue?as, mulatas, chinas, negras¨C y las situaciones irracionales siempre ten¨ªan un protagonismo especial. Fue as¨ª como el ordenador de R¨®mulo fue llen¨¢ndose de escenas delirantes. En una, un joven estudiante de la escuela Lenin ¨Cuna de las escuelas m¨¢s in de la Cuba revolucionaria¨C escupe leche a un gordo que lee el peri¨®dico Granma. En medio de ambos, una chica los mira y no entiende nada, ¡°como el pueblo de Cuba, que est¨¢ vi¨¦ndola pasar sin saber qu¨¦ pasa¡±.
Cuando se acab¨® el dinero y se acab¨® The H, tambi¨¦n se termin¨® Cuba. Sans regres¨® a Barcelona. Su fondo de armario continu¨® contaminado por el socialismo tropical y sus contradicciones. Y Barna, en 2010, estaba llena de cubanos emigrados. El nieto de Jaume Sans empez¨® a reconstruir sus obsesiones al otro lado del Atl¨¢ntico. Las modelos empezaron a vestirse en vez de desnudarse, y se cubrieron con burkas y con niqabs, y algunas fueron envasadas en forma de producto¡ Aparecieron santas cat¨®licas a punto de cometer atentados. Un reflejo de su cr¨ªtica al poder encarnado en las religiones, la polic¨ªa y los Gobiernos.
A su primera exposici¨®n en Barcelona (2011) siguieron los primeros viajes de reencuentro con Nueva York, donde en primavera present¨®?Trust Issues con notable repercusi¨®n. All¨ª se fij¨® en ¨¦l Juan Puntes, creador de White Box y Carla Stellweg, comisaria que trabaja desde hace cuarenta a?os en Nueva York con arte y artistas latinoamericanos y caribe?os. Steillweg y Puntes le propusieron colaborar presentando su obra en dos exposiciones colectivas de White Box como parte de una serie de verano titulada Beach Box: Frankenstein on the beach y Latin Labor Day. Como resultado, este mismo espacio alternativo le ha invitado en las pr¨®ximas semanas a realizar su primera exposici¨®n personal en EE UU, una retrospectiva de sus 10 a?os de trabajo en Cuba y sus ¨²ltimos proyectos, incluido el que atrapa la pesadilla de un polic¨ªa cubano en una estaci¨®n de metro de Brooklyn. ¡°Imagin¨¦ c¨®mo se sentir¨ªa un agente cubano si despertara de un sue?o y se encontrara en Nueva York: as¨ª me sent¨ª yo despu¨¦s de diez a?os de vivir en la isla¡±.
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