Gauguin desnudo y trajeado
La importancia de un cuadro no depende de las esquinas ni tampoco de su centro sino, obviamente, del diverso efecto que logra su totalidad. Sin embargo, ?cu¨¢ntos cuadros pierden su verdadera totalidad por culpa del marco! No se trata s¨®lo de que el marco tape acaso un importante reborde del lienzo sino de que siendo el marco parte del cuadro influye mucho sobre su locuci¨®n final.?
En el art¨ªculo Meditaci¨®n del marco que Ortega y Gasset incluy¨® en El espectador se dice que el marco no es ¡°como el traje del cuadro¡±, pero tampoco es un adorno. ¡°Viven los cuadros alojados en los marcos¡ El uno necesita del otro. Un cuadro sin marco tiene el aire de un hombre expoliado y desnudo¡±. ?Una obscenidad?
Pues s¨ª, esto ser¨ªa aproximadamente lo que caracterizar¨ªa los cuadros de Gauguin, ahora presentes en la Thyssen de Madrid hasta el 13 de enero.
Actualmente los marcos se llevan menos y pr¨¢cticamente nunca en los mayores formatos pero incluso a finales del siglo XIX y primeros del veinte, cuando vivi¨® Gauguin (Par¨ªs, 1848-Atuona, 1903), nada le ca¨ªa peor a su obra que el re-cuadro.
El re-cuadro le sienta al mundo desbordante y carnal del pintor franc¨¦s como un tiro
El re-cuadro le sienta al mundo desbordante y carnal de Gauguin como un tiro: un re-mate eficaz, que se carga la fastuosidad y la sensualidad del tema. No es culpa de la Fundaci¨®n Thyssen, claro est¨¢. Estas obras llegan ya enjauladas y, si se quiere, largamente emasculadas por el rigor de la enmarcaci¨®n.
Cuando Van Gogh y Gauguin se conocieron en el Grand Bouillon Restaurant du Ch?telet, en Clichy, el pintor holand¨¦s se abalanz¨® sobre las pinturas de Gauguin de su estancia en la Martinica y dijo: ¡°?Formidables! No fueron pintadas con pincel, sino con el falo. Cuadros que al mismo tiempo que arte son pecados¡±.
Mario Vargas Llosa es la fuente de esta an¨¦cdota que aparece en su hermoso libro El Para¨ªso en la otra esquina, donde a la biograf¨ªa ardorosa y dolorosa del pintor franc¨¦s se suman las flamas de la feminista Flora Trist¨¢n, su abuela materna.
Una apropiada recomendaci¨®n para visitar la Thyssen estos meses es la lectura de la novela del Nobel peruano, pero tambi¨¦n puede ser que, en la visita, el odio al marco se acent¨²e debido a la represi¨®n del orgasmo que procre¨® esas pinturas. ¡°Esta es la gran pintura ¡ªdec¨ªa adem¨¢s Van Gogh¡ª (que) sale de las entra?as, de la sangre, como la esperma del sexo¡±.
Sin marco, antes del marco, los cuadros son m¨¢s o menos valiosos si cuidan o no sus lados, sus fugas y sus ¨¢ngulos. En la puja de las subastas el licitador deber¨ªa tener en cuenta estos detalles porque el autor que descuida esos espacios marginales denota, al cabo, una desgana contraria a la erecci¨®n que la gran obra conlleva.
A estas alturas sabemos y callamos que la exaltaci¨®n de un lienzo mediante un marco es un artificio ¡°pornogr¨¢fico¡±. La mejora de un cuadro gracias a sus hermosos extremos es coherente con la autenticidad, la energ¨ªa y el placer, factores todos ellos que corresponden al artista que pinta por necesidad, tal como el p¨¢jaro canta por biogusto.
El cuadro desnudo de marco se expone lib¨¦rrimamente al espectador. Por el contrario, el cuadro enmarcado se halla de antemano preso, forma parte de la cultura registrada y puede alinearse junto a otros objetos que en nada tienen que ver con la sangre, el esperma, el sudor o las l¨¢grimas.
En el instante de haberlo enmarcado, y tanto m¨¢s cuanto el marco se muestra exuberante, la pintura pasa de la libertad al orden institucional puesto que el marco ser¨ªa un instrumento que Foucault enumerar¨ªa entre los de ¡°vigilar y castigar¡±.
El marco, como la ventana, recorta y domestica el paisaje. El marco como la embocadura al escenario procura a las obras car¨¢cter ¡°artificial¡±, precisamente tras haberlas preparado para hacerlas espect¨¢culo.
?Contra el marco, pues? No siempre, no necesariamente. Imitando a Ortega, que se quejaba del poco espacio que le daban en el peri¨®dico, estas l¨ªneas pueden llamarse como aquellas: ¡°Meditaci¨®n del marco¡±. Ni un cent¨ªmetro m¨¢s ni un cent¨ªmetro menos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.