Reducci¨®n al absurdo

En Glory to the filmmaker (2007), la pel¨ªcula m¨¢s extrema en lo que Kitano consider¨® el tramo autodestructivo de su filmograf¨ªa, el cineasta, anclado en una crisis modelo Ocho y medio (1963), ironizaba sobre su facilidad para hacer pel¨ªculas de yakuzas. Al final, acababa desestimando esa reiteraci¨®n de registros. Su debut como director fue casi fruto del azar: problemas de agenda de Kenji Fukasaku pusieron a Kitano al frente de Violent cop (1989), punto de partida de una de las carreras m¨¢s estimulantes ¡ªy problem¨¢ticas¡ª del nuevo cine japon¨¦s: por aquel entonces, nadie pod¨ªa intuir que esa estrella de la televisi¨®n hist¨¦rica iba a revelarse un inventor de lenguaje ¡ªo un desmontador de sus inercias¡ª y un brillante autor con poderosa po¨¦tica propia.

Outrage no merece ser contemplada como el regreso de Kitano al g¨¦nero que le vio nacer. La pel¨ªcula es otra cosa: es la tensi¨®n de ese g¨¦nero, su tradici¨®n y el toque personal que le diera Kitano, enfrentado a la pulsi¨®n de muerte que parece dominar la carrera del cineasta en los ¨²ltimos a?os. Kitano lleva al extremo la visi¨®n nihilista sobre el universo yakuza que el maestro Fukasaku expandi¨® en esa saga colosal que defin¨ªa las luchas intestinas del submundo criminal como una batalla sin honor, ni humanidad.

En Outrage, el honor y la humanidad son ecos lejan¨ªsimos en un universo claustrof¨®bico donde las luchas de poder adoptan las formas de un juego de ni?os perversos, de una cacofon¨ªa s¨¢dica del universo corporativo, de un puro slapstick sangriento despojado de toda referencia al mundo real. La pel¨ªcula parece la aplicaci¨®n de una f¨®rmula matem¨¢tica: la reducci¨®n al absurdo de unos c¨®digos de funcionamiento que, en su origen, ya fueron devaluaci¨®n de los protocolos, presuntamente honorables, del universo de los samur¨¢is. Outrage se sit¨²a lejos de Sonatine (1993) y Hana-Bi. Flores de fuego (1997): aqu¨ª no hay lugar para el melodrama, la poes¨ªa o la tragedia. Solo el movimiento perpetuo de la crueldad sometido a la implacable l¨®gica de la idiotez.