Un transmisor de belleza
DAVID CORT?S escribe sobre la muerte de Hans Werner Henze, uno de los compositores m¨¢s excepcionales de la segunda mitad del siglo XX
Quiz¨¢ no hab¨ªa un lugar m¨¢s adecuado para conocer lo que entonces, en agosto de 1999, era su pr¨®ximo proyecto. Atardec¨ªa en La Leprara (Roma), la finca de los Castelli Romani donde Henze hab¨ªa establecido su residencia desde hac¨ªa m¨¢s de cinco d¨¦cadas, y el compositor me narraba, interrumpiendo su relato por las risas que le despertaban algunos detalles de la peripecia, el argumento de su nueva ¨®pera, L'Upupa (La abubilla, en italiano). En la obra rend¨ªa homenaje, a trav¨¦s de una f¨¢bula de ambientaci¨®n oriental a la que se refer¨ªa como ¡°mi Flauta m¨¢gica¡±, al retorno cada primavera de una pareja de abubillas a su jard¨ªn romano, en lo que para ¨¦l era cifra de una c¨ªclica renovaci¨®n. En cierto modo, la magn¨ªfica villa de La Leprara y sus extensos terrenos, en los que se alternan cipreses, olivos centenarios, pinos, ¨¢rboles frutales y restos de construcciones romanas, eran como una irradiaci¨®n de la propia m¨²sica de Henze.
Porque ha sido en el interior de los estilos y de las formas legadas por la tradici¨®n donde el compositor forj¨® su propio lenguaje, estableciendo un apasionado di¨¢logo con esa tradici¨®n, en la seguridad de que solo pod¨ªa ser continuada, en sus propias palabras, ¡°inventando otros signos, ideogramas y vocablos nuevos, trabajando como si estuvieran vivos los signos, ideogramas y vocablos antiguos¡±. Los paradigmas del clasicismo, la intensidad emocional y la gravedad arm¨®nica del gran sinfonismo centroeuropeo, los giros de la m¨²sica popular, las convenciones y recursos oper¨ªsticos ¡ªque inundan, de Mozart al belcantismo o al sprechgesang, sus partituras¡ª o los ritmos y desarrollos de la danza, as¨ª como las conquistas del lenguaje contempor¨¢neo, son manejadas y asimiladas en la escritura de Henze desde un pleno ejercicio de libertad y con una decidida voluntad expresiva.
En su m¨²sica nunca se limit¨® a recuperar los signos del pasado
De ah¨ª que no haya en la m¨²sica de las ¨²ltimas d¨¦cadas un ejemplo similar de reelaboraci¨®n de los modelos del pasado como el que aparece en su ingente cat¨¢logo de obras, resultado de lo que no cabe sino calificar de desbordante ¨ªmpetu creativo.
Sus 10 sinfon¨ªas, sus conciertos para diversos instrumentos y sus m¨¢s de veinte ¨®peras, entre las que se cuentan hitos como El pr¨ªncipe de Homburg, Eleg¨ªa para j¨®venes amantes, Las Bas¨¢ridas, Vamos al r¨ªo, Gogo no Eiko o L'Upupa, y en las que colabor¨® con algunos de los principales nombres de la literatura del siglo XX, como Ingeborg Bachmann o W. H. Auden, constituyen la manifestaci¨®n m¨¢s evidente de esa actitud y de la incontestable validez de sus planteamientos.
Parte de la vanguardia oficial le conden¨® al ostracismo
Pero Henze asimismo sab¨ªa que toda p¨¦rdida es irreparable. En su m¨²sica nunca se limit¨® a recuperar, de un modo ingenuo o acr¨ªtico, los estilemas y signos del pasado. Era consciente de que ello no ser¨ªa sino ideolog¨ªa. Por un lado, testigo y superviviente del horror de la Alemania nazi, conoc¨ªa por propia experiencia las cicatrices y heridas que la historia, entendida como cat¨¢strofe, ha infringido a tales signos, pero tambi¨¦n sab¨ªa que la distancia resultaba necesaria para que volvieran a reactivarse y as¨ª pudieran, renacidos, afectar a nuestra sensibilidad. Para Henze el potencial generador de las formas y figuras de la tradici¨®n solo pod¨ªa ser animado si se imantaba con las fuerzas del presente. Y eso, junto a otras cuestiones, fue una de las razones que le apartaron definitivamente del dogma vanguardista de posguerra, ubicado en Darmstadt, que impon¨ªa una direccionalidad ¨²nica y excluyente que renegaba, en una suerte de t¨¢bula rasa, del pasado. El ostracismo al que fue condenado por parte de los centros de la vanguardia oficial fue simult¨¢neo a la entusiasta acogida de sus ¨®peras y ballets en los principales escenarios europeos. Pero tampoco esa relaci¨®n estuvo exenta de problemas. Su homosexualidad, nunca encubierta, o su compromiso pol¨ªtico revolucionario, plasmado con radical intensidad en partituras como el magno oratorio La balsa de la medusa, dedicado a la memoria del Che Guevara, y cuyo estreno en Hamburgo en 1968 se frustr¨® por la violenta irrupci¨®n de la polic¨ªa en la sala de conciertos, le alejaron del p¨²blico m¨¢s conservador.
El mito de Orfeo se convirti¨® para Henze desde la d¨¦cada de 1970 en una precisa met¨¢fora de la tarea del compositor, como aquel ser que posee el poder de reconciliar al hombre con la naturaleza e incluso de triunfar con su m¨²sica sobre el totalizador dominio de la muerte y de la destrucci¨®n. Y esa vocaci¨®n y necesidad creativa la mantuvo Henze, infatigable, hasta el final de su vida.
Su ingente cat¨¢logo es resultado de su desbordante ¨ªmpetu creativo
El precario estado de salud de sus ¨²ltimos a?os, que solo le permit¨ªa componer apenas 90 minutos al inicio de cada d¨ªa, no impidi¨® la escritura de espl¨¦ndidas obras. Henze me describ¨ªa este periodo como el de la ¡°hora azul¡± de su vida, refiri¨¦ndose al momento en que el d¨ªa ha terminado, la noche a¨²n no ha aparecido y el cielo es un profundo acontecer de luz dominado por un intenso azul, un fen¨®meno que resulta especialmente impresionante en su amado paisaje de La Leprara. Y a este periodo pertenecen la ¨®pera Phaedra, nuevo retorno al imaginario cl¨¢sico; Immolazione, sobre el amor y el sacrificio, que pone en el escenario las figuras de un fugitivo y de un perro, y Al viento, estrenada en mayo de este a?o y destinada a las voces infantiles del Coro de Santo Tom¨¢s de Leipzig.
En todas ellas surge un deseo por mostrar, casi con exuberancia, las potencialidades y rango expresivo que hab¨ªa conseguido su escritura, su intensa versatilidad, capaz de reflejar la violencia m¨¢s atroz, el sollozo o el dolor lacerante, pero asimismo ¡ªy esto se ha tornado m¨¢s dif¨ªcil en este nuestro tiempo de horror¡ª de transmitir la belleza, el entusiasmo ante la naturaleza y el mundo, la alegr¨ªa o la serenidad, todo aquello que constituye lo humano. Incluso la esperanza.
David Cort¨¦s es historiador del arte, cr¨ªtico musical y era amigo personal de Hans Werner Henze.
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