?Por qu¨¦ hay que matar el ¡®boom¡¯?
Escritores latinoamericanos debaten sobre los rumbos del ciclo literario m¨¢s importante del siglo XX en espa?ol
La leyenda dice que el polaco Gombrowicz junt¨® a su alrededor en Buenos Aires a poetas adictos a los que grit¨®, al despedirse, desde el barco:
¡ª ?Maten a Borges!
Los escritores siempre han querido matar a sus padres. Alg¨²n tiempos despu¨¦s de que autores latinoamericanos de hace cincuenta a?os (Vargas Llosa, Fuentes, Garc¨ªa M¨¢rquez, Cort¨¢zar, Cabrera Infante, Donoso, Bryce...) se hicieran boom y habitaran entre nosotros, hubo hijos literarios que quisieron matar esas influencias. En sentido figurado, como quer¨ªa decir Gombrowicz.
Comenzamos a contarle esa an¨¦cdota a Rodrigo Fres¨¢n (Buenos Aires, 1963) y ¨¦l la continu¨®: ¡°Pues yo creo que no hay que matar a nadie. ?Ni en sentido figurado!¡±
Fres¨¢n hablaba despu¨¦s del discurso con el que Vargas Llosa abri¨® el lunes en Casa de Am¨¦rica el coloquio con el que la c¨¢tedra de su nombre conmemora los cincuenta a?os del boom y el medio siglo de la publicaci¨®n de La ciudad y los perros. Vargas Llosa hizo recuento personal de ese largo trayecto ante ¡°cuarenta escritores embarazados¡± de literatura (como los llam¨® el director de la c¨¢tedra, Juan Jos¨¦ Armas Marcelo). Vienen de todas partes y todos tienen en las venas sangre de aquel fecundo periodo literario.
A algunos de esos escritores, como Fres¨¢n, les preguntamos por la man¨ªa de matar al padre, y en este caso al boom. Dice Fres¨¢n: ¡°De hecho yo leo para vivir m¨¢s, no para matar a nadie¡±. La lectura, adem¨¢s, ¡°es el modo m¨¢s barato de sobrevivir. Yo no tengo nada contra el boom como tal, pero s¨ª contra la idea de emularlo constantemente¡±.
Fue una amenaza, como todo aprendizaje. Dice Alonso Cueto (Lima, 1954): ¡°Aprender de los escritores del boom es una de las tareas m¨¢s dif¨ªciles para un escritor que viene despu¨¦s de ellos. Recoger esta gran tradici¨®n literaria sin que se sienta su influencia y a la vez buscando una voz original es duro, pero creo que no hay otra postura posible. La liberaci¨®n del lenguaje que supusieron estos escritores es un don que hemos recibido los que vinimos despu¨¦s¡±.
Su compatriota Fernando Iwasaki (Lima, 1961) naci¨® con La ciudad y los perros, ¡°y fui lector de las obras del boom desde la secundaria, nunca he tenido otros sentimientos que no sean la admiraci¨®n y el cari?o. No ser¨ªa quien soy sin Cort¨¢zar, Fuentes, Vargas Llosa, Garc¨ªa M¨¢rquez y Cabrera Infante¡±.
La respuesta m¨¢s contundente sobre la vieja pretensi¨®n de aniquilar esa influencia es de Arturo Fontaine (Chile, 1952): ¡°La envidia se enmascara¡±. A?ade: ¡°Desde el Siglo de Oro que no ocurr¨ªa en la lengua algo como el boom, entendido en un sentido amplio, es decir, incluyendo a Borges. En cuanto a m¨ª, fueron las lecturas de mi adolescencia, leerlos fue sentir la libertad¡±.
¡°Esa man¨ªa de matar al padre ¡ªincluso con mera simbolog¨ªa freudiana¡ª¡±, dice H¨¦ctor Abad Faciolince (Colombia, 1958), ¡°me parece una idiotez, salvo que el padre sea un delincuente. Con los grandes del boom no podemos sentir m¨¢s que agradecimiento: fueron ellos los que nos abrieron las puertas del mundo y de los lectores. Nos quitaron complejos de idiotas o de subdesarrollados. Nos mostraron caminos literarios completamente nuevos, y no para seguirlos por el mismo sendero, sino para buscar salidas nuevas en cualquier encrucijada¡±.
Juan Gabriel V¨¢squez, colombiano de 1973: ¡°Menosprecio o ninguneo o asesinato de esa generaci¨®n me parece un s¨ªntoma inequ¨ªvoco de mediocridad intelectual, y a¨²n de una cierta incultura. Los que trabajamos con la lengua espa?ola, si nos dejamos llevar por motivaciones o por resentimientos ocultos, sabemos que una es la lengua antes y otra despu¨¦s de Borges, Garc¨ªa M¨¢rquez o Cabrera Infante. Yo estoy m¨¢s bien entre quienes piensan en los autores del boom (y sus padres: Carpentier, Onetti) como los verdaderos fundadores de la tradici¨®n novel¨ªstica latinoamericana. Ellos son nuestros cl¨¢sicos¡±.
Andr¨¦s Ib¨¢?ez (Madrid, 1961) tiene la sensaci¨®n de que el deseo (o la necesidad) de matar a los padres literarios del boom es m¨¢s acusada entre los latinoamericanos que entre los espa?oles. A lo mejor me equivoco, pero creo que ellos los sienten m¨¢s como antecedentes directos que nosotros. En cuanto a m¨ª, no siento el menor deseo de matar nada del boom¡±.
Ha habido quienes han querido matar el boom como quisieron matar a Rub¨¦n, le decimos al nicarag?nse Sergio Ram¨ªrez (1942). ¡°Los hijos quieren matar siempre a los padres, y no pocas veces a los abuelos, pero es generalmente un sarampi¨®n de adolescencia. Luego se termina por reconocer la herencia. Por mi parte, siendo adolescente nunca tuve esos instintos criminales respecto al boom. Soy de la generaci¨®n inmediata posterior, el postboom, me abrieron muchas puertas y perspectivas, t¨¦cnicas de narrar, me dieron visiones nuevas de Am¨¦rica Latina, un adolescente aprendiendo de quienes en su mayor¨ªa eran muy j¨®venes¡±.
Carlos Franz, chileno nacido en Ginebra en 1959, cuenta por qu¨¦ no se puede matar al boom como Gombrowicz quer¨ªan que mataran a Borges: ¡°Porque es inmortal. Cuanto m¨¢s quieren matarlo m¨¢s vive y mejor¡±. ?Y por qu¨¦ es importante no matarlo? Gonzalo Celorio (M¨¦xico, 1948): ¡°Supone el regreso de una tradici¨®n, y a la vez es el antecedente de lo que Fuentes llam¨® el boomerang¡±. Est¨¢ vivo, no pueden matarlo, dice el novelista mexicano.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.