Verdades enga?osas, mentiras verdaderas
Siguen los estrenos que no hay que perderse: la arrolladora y compleja P¨¤tria, de Jordi Casanovas, y La verdad, el brillante vodevil dirigido y protagonizado por Flotats
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Tema del traidor y el h¨¦roe
No hace falta comulgar con el independentismo para apreciar la brillantez textual y de puesta en escena de P¨¤tria, la nueva funci¨®n de Jordi Casanovas, que ha desbordado el Lliure de Gr¨¤cia y va m¨¢s all¨¢ de la mera proclama ¡°de urgencia¡±, al estilo del teatro de la Rep¨²blica, para abordar asuntos m¨¢s complejos e inesperados, como el rastreo de la siempre esquiva frontera entre verdad y mentira, centrada en la doble cr¨®nica de la construcci¨®n de un l¨ªder y de un relato m¨ªtico y fundacional. En la m¨¢s pura estela de Will McAvoy (The Newsroom), Miquel Ravent¨®s, un apacible presentador de la televisi¨®n catalana, estalla en un debate electoral, pone a caldo a los pol¨ªticos participantes (el PP no est¨¢ presente, cosa curiosa) y lanza una arenga secesionista incendiada e incendiaria. Seis meses despu¨¦s, a punto de convertirse en el primer presidente de una Catalu?a independiente, desaparece sin dejar rastro. As¨ª, a toda mecha, comienza P¨¤tria, cuyos entreveros argumentales, so pena de destripamiento, tienen dif¨ªcil resumen. Elementos del puzle: digamos que hay un h¨¦roe indeciso, empujado a la acci¨®n por una madre muerta y coriolanesca, cuyo mandato p¨®stumo (¡°S¨¦ el hombre que no pudo ser tu padre¡±) tiene, seg¨²n quien lo escuche, varios significados posibles. Hay tambi¨¦n una madre suplente (una consultora pol¨ªtica americana un tanto improbable), dispuesta a convertirle en l¨ªder. Y un padre legendario que atent¨® contra Franco, desaparecido en combate. Y una esposa que teme y duda, y un hijo obsesivo que pinta una y otra vez un cuadro misterioso, mcguffin de la trama y clave de la leyenda.
A excepci¨®n de Francesc Orella, sus compa?eros de reparto? se multiplican en una veintena de personajes
La impronta inicial de Sorkin cede paso a la de Lepage, y al Benet i Jornet de Salamandra, y, si mucho me apuran, al Carles Soldevila de Bola de neu. Con la alegr¨ªa del gran narrador, Casanovas nos hace saltar a la Espa?a de posguerra, y al Nueva York de los a?os sesenta, donde el mism¨ªsimo Mark Rothko descubre a un falsificador verdadero, que no es lo mismo que un verdadero falsificador. Historias entrelazadas, escenas simult¨¢neas, flashbacks centelleantes (e incluso on¨ªricos), todo armado con un cierto artificio redimido por una teatralidad desbordante y un ritmo indesmayable: dos horas y media que no lo parecen. Apenas hay utiler¨ªa: cuatro mesas, algunas sillas. A excepci¨®n de Francesc Orella, que encarna a Ravent¨®s, sus compa?eros de reparto (?lex Casanovas, Llu?sa Castell, Ferm¨ª Reixach, Marcel Borr¨¤s, Rosa Vila) se multiplican en una veintena de personajes: todos, comenzando por un Orella descomunal, hacen un trabajo formidable, pero me gustar¨ªa destacar el poderoso retorno de Ferm¨ª Reixach y el subid¨®n de Marcel Borr¨¤s, cada vez mejor actor, que en el rol del hijo construye un perfil aspergeriano de orfebrer¨ªa.
En el tercio final convergen, como est¨¢ mandado, todas las tramas, y en un di¨¢logo entre el h¨¦roe indeciso y un personaje cuya identidad no revelaremos aqu¨ª se confrontan conceptos suculentos: uno postula la patria como una mezcla de territorio y sentimentalidad; el otro, artista, no cree en otra patria que en la del arte mismo. Tambi¨¦n me gusta mucho la visi¨®n que ofrece de la supervivencia en la posguerra, sorprendentemente madura y serena para un autor joven. Y se anuda, al fin, la inquietante noci¨®n de mentira al servicio de una verdad ¡°superior¡±, muy en la l¨ªnea del borgiano Tema del traidor y del h¨¦roe. El colof¨®n de P¨¤tria no complacer¨¢ a ninguno de los dos bandos en conflicto: en esa brechtiana ambig¨¹edad radica su valent¨ªa y su fuerza dial¨¦ctica. O, mejor dicho, dram¨¢tica.
Flotats est¨¢? felizmente muy lejos del desmesurado cabotinage de Pierre Arditi
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Tambi¨¦n la verdad se inventa
Hablando de verdades y mentiras, viene al pelo comentar a continuaci¨®n La verdad, el vodevil del franc¨¦s Florian Zeller que Josep Maria Flotats dirige y protagoniza en el Alc¨¢zar/Cofidis, en impecable versi¨®n de Mauro Armi?o y del propio actor. Vodevil de boulevard, muy fino, muy sutil: har¨¢ treinta a?os hubiera ido de cabeza al Beatriz. O al Marquina, con Closas. El Alc¨¢zar es un poco grande, pero lo llenar¨¢. Miguel, su protagonista, es un ap¨®stol de la mentira, un mentiroso casi profesional al que todos mienten y que descubre que es el ¨²ltimo en enterarse. Flotats, felizmente muy lejos del desmesurado cabotinage de Pierre Arditi, que estren¨® La verit¨¦ el a?o pasado, en el Montparnasse parisino, ofrece un trabajo sobrio, contenido, matizad¨ªsimo, de gran eficacia c¨®mica: basta observar c¨®mo aborda la celebrada escena de los m¨®viles, casi un homenaje a La t¨ªa de Carlos, que en otras manos habr¨ªa ca¨ªdo en la m¨¢s absoluta y disparatada inverosimilitud. Est¨¢n igualmente estupendos Mar¨ªa Ad¨¢nez en el rol de Alicia, la amante, y Aitor Mazo como Pablo, el amigo de toda la vida. No me acab¨® de convencer Kira Mir¨®: demasiado joven para encarnar a la mujer de Miguel, y con un tono excesivamente monocorde. El texto de Zeller tiene la f¨¦rrea estructura de un Feydeau y tambi¨¦n bienvenidos ecos de Guitry (las r¨¦plicas fulgurantes), del Pirandello m¨¢s ir¨®nico, del Pinter de Traici¨®n. Y su ¨²ltima escena, tan sutil como melanc¨®lica, con su doble juego de falsas verdades y mentiras aceptadas, es un fragmento antol¨®gico y una muestra evidente de que Zeller puede acabar siendo un maestro en el dificil¨ªsimo arte de dar liebre por gato, como ped¨ªa Mihura.
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M¨¢s recomendaciones
Acab¨® en La Abad¨ªa Noche de reyes, la suprema comedia shakespeariana, dirigida por Eduardo Vasco en una de sus m¨¢s imaginativas y elegantes puestas, pero sigue gira: este mes pueden pillarla en Valencia, Almer¨ªa o Pamplona, y el siguiente vuelve a Madrid. En el espect¨¢culo relumbran Daniel Albaladejo como Orsino, la andr¨®gina y delicada Beatriz Arg¨¹ello como Viola, Arturo Querejeta (el mejor Feste que he visto), H¨¦ctor Carballo (un Malvolio divertid¨ªsimo y pat¨¦tico, como est¨¢ mandado) y Jos¨¦ Ram¨®n Iglesias, que compone un Don Andr¨¦s Carap¨¢lida tronchante, a caballo entre El Brujo y Pep Molina. A destacar, igualmente, los figurines de Lorenzo Caprile, la escenograf¨ªa de Carolina Gonz¨¢lez y las canciones de ?ngel Gal¨¢n y el propio Eduardo Vasco, todo ello de una finura y una gracia superlativas, con un delicioso perfume de farsa italiana. Tampoco se pierdan, en el TNC, el rotundo tour de force de La b¨ºte, de David Hirson, la rotunda despedida de Belbel, con un mano a mano impresionante entre Jordi Bosch y Jordi Boixaderas, ¨®ptimamente secundados por Abel Folk, Carles Mart¨ªnez y toda la compa?¨ªa. Y vaya desde aqu¨ª una reverencia para Joan Sellent, cuya traducci¨®n catalana, manteniendo el verso original, pod¨ªa haberla firmado el mism¨ªsimo Sagarra. En breve me explayo.?
P¨¤tria. Texto y direcci¨®n de Jordi Casanovas. Teatre Lliure. Barcelona. Hasta el 11 de noviembre. www.teatrelliure.com/
La verdad, de Florian Zeller. Versi¨®n y direcci¨®n de Josep Maria Flotats. Teatro Alc¨¢zar/Cofidis. Madrid. Hasta el 23 de diciembre. www.teatrocofidis.com/
blogs.elpais.com/bulevares-perifericos/
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