Un d¨ªa de trabajo
Releo por en¨¦sima vez Un d¨ªa de trabajo, de Truman Capote, una de las mejores piezas de M¨²sica para camaleones, ese libro en el que todo es caza mayor. Pocos escritores de su quinta (y de despu¨¦s) hubieran elegido ese asunto: una jornada con Mary S¨¢nchez, su asistenta, que trabaja ¡°nueve horas al d¨ªa, a cinco d¨®lares la hora, seis d¨ªas a la semana¡±. Una lluviosa ma?ana de abril de 1979, Capote la acompa?a como un diablo cojuelo por todos los pisos que ha que limpiar, y escruta bibliotecas y cuartos de ba?o y fotos enmarcadas, y habla con ella de todo lo divino y lo humano, y fuman incontables porros de marihuana, y asaltan una nevera y devoran helados y pasteles, como si ¨¦l tuviera de nuevo seis a?os y estuviera otra vez en Monroeville y ella fuera su querida t¨ªa Sook Faulk, y luego buscan en la radio una emisora latina y rompen a bailar, y los due?os de esa casa, los estirad¨ªsimos se?ores Berkowitz, les encuentran, colgados y felices, y les echan a patadas, y Truman y Mary acaban, cuando comienza a anochecer, en una peque?a iglesia solitaria, arrodillados, rezando ¡°por todas las almas perdidas en la oscuridad¡±.
?Maravillosa jornada, maravilloso texto! Puro late style, como Las joyas de los Cabot, de Cheever, o Los ojos de las estrellas, de Salter, esos relatos en lo que parece no pasar nada y pasa todo: pasa la vida. El estilo tard¨ªo sobreviene cuando un escritor se libera de la losa de ¡°tener que demostrar¡± y extiende los colores de su paleta, y elige los esenciales, o combina tonos ins¨®litos, verde espliego con vainilla y magenta, y juega, y baila, y reza, y se deja besar por ¡°un diablo de azucarados labios rojos¡±, y olfatea un aire nuevo, que parece ¡°un espejo destrozado¡±, un torrente de mercurio.
El estilo tard¨ªo llega cuando un escritor se libera de la losa de ¡°tener que demostrar¡±
M¨²sica para camaleones es lo que m¨¢s suelen denigrar editoriales y cr¨ªticos: un libro miscel¨¢neo, de textos ¡°sin unidad¡±. Capote recupera, reescribe o a?ade materiales con imbatible alegr¨ªa, con absoluta libertad, sabiendo que el libro va a ser recibido como fondos de caj¨®n (y as¨ª fue), y porque su ansia de demostrar est¨¢ concentrada en Plegarias atendidas, la novela en la que lleva trabajando, dice, diez, quince, veinte a?os, con la que pretende convertirse en ¡°la respuesta americana a Proust¡±. No hay presi¨®n: nadie est¨¢ esperando M¨²sica para camaleones.
S¨ª, lo he rele¨ªdo cien veces, pero reparo ahora en un pasaje, a mitad del relato, que quintaesencia como pocas su estilo y sus obsesiones. Capote y Mary S¨¢nchez caminan por Park Avenue, y la c¨¢mara invisible se mueve en un pl¨¢cido travelling, y primero brota su capacidad de ensue?o, est¨¢ lloviendo pero ¨¦l se siente ¡°como si hiciera un d¨ªa c¨¢lido y sereno, con el cielo turquesa, y las calles duras y resbaladizas fuesen largas playas caribe?as con reflejos de perla¡±, y asoma luego el Capote memorial¨ªstico ante la casa donde viv¨ªa Willa Cather, su mentora, y aquellas tardes tan lejanas, bebiendo Bristol Cream frente a la chimenea, cuando ¡°la lumbre inflamaba el p¨¢lido azul de sus ojos¡±, y de repente la c¨¢mara se alza hasta la c¨²spide de un edificio en la calle 84, una reuni¨®n social con los Kennedy, JFK atento y goloso por las historias del modista Oleg Cassini narrando las especialidades er¨®ticas de sus j¨®venes modelos, y ah¨ª vemos el pico y las garras del halc¨®n Capote, cerni¨¦ndose sobre los chismes de la clase dirigente, y el tren fantasma sigue recorriendo ventanas como al final de I vitelloni (Los in¨²tiles), y de repente la muerte saluda con la mano en la calle 87, desde un cuarto piso del numero 1060, y en aquella otra fiesta hab¨ªa una mujer muy guapa y muy inteligente pero que no quer¨ªa vivir, y todo el mundo dijo que estaba preciosa, y justo despu¨¦s de la cena, antes de irse a acostar, la se?ora Capote se tom¨® treinta pastillas de Seconal y no volvi¨® a despertarse, su madre (caigo en la cuenta) repentinamente como Marilyn, otra alma perdida en la noche, otra adorable criatura, y Mary S¨¢nchez dice ¡°No ten¨ªa derecho a hacer eso¡±, acelera el paso, r¨¢pidas zancadas bajo la lluvia, fin del travelling, nos ha contado todo eso en apenas dos p¨¢ginas, sin que nos percat¨¢ramos de la estructura, de los giros, de los cambios de tono: puro estilo tard¨ªo, puro magisterio, pura m¨²sica.
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