Amistad entre secuencia y secuencia
Borau se ha muerto. Me llega la noticia temida y esperada, y no por eso menos amarga. Los ¨²ltimos meses han sido as¨ª, temer que en cualquier momento el tel¨¦fono se llene de mensajes que me comunican que se ha muerto uno de mis mejores amigos. Me embarga una pena profunda, y la sensaci¨®n de haber perdido algo muy valioso. Precioso. ?nico. Y con la p¨¦rdida, la gratitud. No se puede perder lo que no se tiene, y me doy cuenta de que he sido muy afortunada al haber contado con su amistad. Porque a m¨ª, ser su amiga me pareci¨® siempre un regalo. Un lujo. Una de esas cosas buenas de la vida que te pasan sin t¨² buscarlo. Lo conoc¨ª de la mano de Manolo Guti¨¦rrez Arag¨®n, rodando Malaventura. ?l interpretaba a mi padre, y yo a su hija descarriada. Entre plano y plano, entre secuencia y secuencia, me prend¨® su personalidad. Jos¨¦ Luis Borau era un hombre muy divertido, sin pretenderlo, incluso cuando se enfadaba y daba voces. A veces no solo daba voces; tambi¨¦n pataleaba en el suelo, y entonces era desternillante, por m¨¢s que su furia pusiera los pelos de punta a m¨¢s de uno.
Era peculiar en todo. A pesar de ser director y guionista era incapaz de recordar una l¨ªnea de su texto ni ninguna de las acciones que le marcaba Manolo. Pero lo intentaba, con c¨®mica tenacidad, y como un ni?o que quiere cumplir y hacerlo bien, cuando Manolo dec¨ªa ¡°?acci¨®n!¡± el actor Borau tambi¨¦n se dec¨ªa ¡°?acci¨®n!¡± a s¨ª mismo y solo entonces, a su propia orden, mov¨ªa su cuerpote desgarbado tropez¨¢ndose con el decorado y los extras que le esquivaban como pod¨ªan.
Y ya entonces Borau, en aquel rodaje, decidi¨® regalarme su tiempo. Eso me pareci¨® siempre. Que me regalaba su compa?¨ªa, su conversaci¨®n inteligent¨ªsima, y tambi¨¦n desde el principio, su cari?o incondicional, al que espero haber correspondido durante 24 a?os.
En ese tiempo hemos rodado juntos sus dos ¨²ltimas pel¨ªculas, Leo y Ni?o Nadie, hemos compartido infinidad de comidas, de charlas. Ha sido testigo del nacimiento de mis hijos, ha comentado con ojo cr¨ªtico, a menudo muy cr¨ªtico, todas mis pel¨ªculas. A la ¨²ltima se empe?¨® en ir y lleg¨® a duras penas, cuando casi no sal¨ªa ya de casa, ayud¨¢ndose con muletas. Los ¨²ltimos meses lo vi m¨¢s que nunca, en su casa. A pesar de verle apagarse, poquito a poquito, f¨ªsicamente, visitarle era siempre un reto, porque me exig¨ªa que le contara cosas. Si t¨² le preguntabas a ¨¦l se enfadaba, dec¨ªa que no ten¨ªa nada que contar y que la que le visitaba era yo, as¨ª que ten¨ªa que traerle noticias y novedades. Y antes de ir a su casa hac¨ªa mentalmente los deberes, buscando algo que este hombre tan culto no supiera ya, o no imaginara. Y escuchaba las noticias que le tra¨ªa con la ilusi¨®n de un ni?o, los ojos abiertos, el cuerpo ya disminuido por la inactividad y los a?os, inclinado hacia delante, atento, ¨¢vido. Se re¨ªa con las bromas, y aunque se agotaba, quer¨ªa o¨ªr m¨¢s. Borau era as¨ª; intenso, extremo, ¨¢vido, curioso y enormemente generoso.
Y tantas cosas m¨¢s que otros glosar¨¢n: escritor, productor, director, acad¨¦mico de la lengua, maestro... Yo solo quer¨ªa recordar y despedir hoy desde aqu¨ª al amigo. A mi amigo Jos¨¦ Luis Borau.
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