Un inagotable frescor intelectual
Es extremadamente dif¨ªcil resumir en breves l¨ªneas la trayectoria de Francisco Rodr¨ªguez Adrados, no solo por su ampl¨ªsima producci¨®n cient¨ªfica y literaria (de unos 50 libros y centenares de art¨ªculos a lo largo de los ¨²ltimos 60 a?os), sino tambi¨¦n por el car¨¢cter poli¨¦drico de la misma. Helenista, fil¨®logo de muy amplios horizontes, traductor de cl¨¢sicos griegos, defensor perenne e incansable de los Estudios Cl¨¢sicos y la formaci¨®n human¨ªstica, ha sido un formidable investigador en Ling¨¹¨ªstica General y en diversas lenguas indoeuropeas e historiador de la lengua griega y sus influencias en la espa?ola, y en los ¨²ltimos a?os un intelectual comprometido y muy cr¨ªtico respecto a la deriva de la cultura europea.
Todo ello unido a su incesante actividad como profesor universitario en Madrid, y como conferenciante en foros y congresos internacionales. Ya que me resulta imposible dar no ya una idea exhaustiva, sino tampoco cuenta cabal de esa inmensa obra investigadora, quiero ahora recordar, al pronto, algunos de sus t¨ªtulos m¨¢s resonantes: Ilustraci¨®n y pol¨ªtica en la Grecia cl¨¢sica (1966), Fiesta, comedia y tragedia (1972), Ling¨¹¨ªstica indoeuropea (1975), Historia de la f¨¢bula greco-latina (1977), El mundo de la l¨ªrica griega (1981), Historia de la lengua griega (1999), De Esopo al Lazarillo (2005) y El reloj de la historia: Homo sapiens, Grecia antigua y mundo moderno (2006).
Son, evidentemente, unos pocos libros espigados en su vasta obra, pero dan una idea, creo, de la variedad de sus enfoques, en los que la originalidad cr¨ªtica prima sobre la erudici¨®n, pero siempre est¨¢n en la avanzada de la Filolog¨ªa m¨¢s actual. A?adamos su enorme labor como director del monumental Diccionario griego-espa?ol y claras versiones de Tuc¨ªdides, L¨ªricos, Arist¨®fanes e innumerables introducciones y pr¨®logos. La obra del profesor Rodr¨ªguez Adrados goza de un amplio reconocimiento internacional y es acad¨¦mico no solo de la RAE, sino tambi¨¦n de algunas otras academias. Pero, con todo, lo que sigo admirando m¨¢s, todav¨ªa, en el profesor Rodr¨ªguez Adrados, maestro y amigo durante muchos a?os, es su inagotable frescor intelectual, su actitud abierta a nuevos enfoques, su audacia cr¨ªtica para avanzar m¨¢s all¨¢ de los l¨ªmites de cualquier c¨®modo reducto del especialismo. En fin, su talante inquieto y batallador, que rejuvenece sus casi 90 a?os, y que no se ver¨¢ alterado por tantos y tantos honores y premios, como el de ayer.
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