Cuatro d¨¦cadas a sus pies
El Premio Nacional de Dise?o de Moda a Manolo Blahnik reconoce en Espa?a el trabajo de un zapatero universal "Estoy muy agradecido y contento. Quiero donar el dinero de este premio a mi tierra, La Palma"
Apenas unas horas despu¨¦s de recibir en Londres el reconocimiento a toda su carrera en los British Fashion Awards y de celebrar ¡ªen la intimidad que tanto cuida¡ª su cumplea?os, Manolo Blahnik (Santa Cruz de La Palma, Canarias, 1942) recibi¨® el Premio Nacional de Dise?o de Moda que otorga el Ministerio de Cultura espa?ol y que, dotado con 30.000 euros, tambi¨¦n reconoce cuatro d¨¦cadas dedicado a imaginar zapatos que en su prodigiosa mano acaban siendo realidad. ¡°Estoy muy agradecido, muy contento. Y quiero donar el dinero de este premio a Canarias, a una asociaci¨®n ben¨¦fica de La Palma, mi isla. En un momento como este me parece absurdo qued¨¢rmelo¡±, afirma, a¨²n emocionado por la gala en Londres, en la que Zaha Hadid le entreg¨® un premio que ¨¦l dedico a su difunta amiga Anna Piaggi, icono de la moda fallecida este verano y una de las mujeres que, desde siempre, defendi¨® el apabullante talento de este zapatero errante.
Afincado oficialmente en Londres desde los a?os setenta, Blahnik ha prolongado en sus zapatos su personalidad cosmopolita, exuberante y extremadamente refinada. Fue la famosa editora Diana Vreeland, esa mujer que prestaba mucha m¨¢s atenci¨®n a la fantas¨ªa de una mujer que a la ropa que llevaba puesta, quien lo anim¨® a hacer zapatos al ver unos figurines suyos para un vestuario de teatro. Y fue su singular educaci¨®n la que dispar¨® los resortes de una f¨¦rtil imaginaci¨®n, tan arraigada a la rica naturaleza de las plantaciones de pl¨¢tanos de su tierra como a los cuentos para ni?os que desde Inglaterra llegaban a su casa familiar de Canarias y que su madre les le¨ªa con esmero a ¨¦l y a su hermana Evangelina, su brazo derecho en los negocios. ¡°?frica y el Mediterr¨¢neo¡±, resume ¨¦l para explicar esa mezcla suya de colores, formas, materiales y sentidos. ¡°Mi padre siempre escuchaba m¨²sica ¨¢rabe maravillosa en Radio Casablanca mientras en otros rincones de nuestra casa sonaba Antonio Molina¡±. El Premio Nacional le recuerda el cord¨®n umbilical que le une con su tierra: ¡°No puedo vivir sin Espa?a, son mis ra¨ªces, y no me las puedo arrancar. No lo puedo remediar, cada vez echo m¨¢s de menos vivir ah¨ª¡±.
Trabajador incansable, solitario militante y radical defensor de una elegancia que no entiende de tendencias ni de marcas, Blahnik ha convertido sus zapatos no solo en trabajos artesanales capaces de plantarle la batalla al paso del tiempo, sino en joyas de coleccionista deseadas por las mujeres m¨¢s dispares del mundo. ¡°Paciencia, pasi¨®n y trabajo¡±. Esas son en sus palabras las claves de una trayectoria que viaja de Londres (donde est¨¢n sus oficinas), a Mil¨¢n (donde fabrica sus modelos), a Nueva York (donde est¨¢ gran parte de su negocio) y a Bath y La Palma (donde sue?a y dibuja sus colecciones).
De las pel¨ªculas de Visconti a las de Cocteau, de El Greco a Vel¨¢zquez y Zurbar¨¢n, sus influencias se sostienen sobre dos pilares sin los que no se puede entender su universo creativo: el cine y la pintura, especialmente la espa?ola. No es dif¨ªcil verle pasear a ritmo acelerado por las salas del museo del Prado como tampoco lo es escucharle dar una amena y documentada charla sobre cine italiano. Sus intereses culturales son desprejuiciados e inabarcables, propios de un hombre de otra ¨¦poca que no sabe entender el mundo sin esa belleza que ¨¦l, zapato a zapato, tambi¨¦n ha contribuido a construir.
Si Madonna dijo a finales de los noventa que los manolos eran mejores que el sexo, en el umbral del nuevo siglo fueron mujeres tan representativas de estos tiempos como la modelo Kate Moss y el personaje televisivo Carrie Bradshaw quienes han lanzado a la celebridad internacional al, por otro lado, discreto dise?ador. Si Sarah Jessica Parker le grit¨® en la serie Sexo en Nueva York a un ladr¨®n ¡°?Qu¨ªteme lo que sea, mi anillos, mi reloj..! ?Todo, menos mis manolos!¡±, Moss se cas¨® calzada con el ¨²nico zapato posible a la hora de convocar un sue?o: unos manolos. Entre una y otra, legiones de clientas (las primeras fueron, entre otras, sus todav¨ªa grandes amigas Bianca Jagger, Marisa Berenson y Angelica Huston) para quienes la alegr¨ªa de Blahnik, su vertiginosa vitalidad, se transmite a trav¨¦s de los pies. ¡°Mis zapatos no son dise?os, son gestos¡±, suele decir ¨¦l. Anoche, en Londres, poderosas mujeres de la moda como la periodista Suzy Menkes, las editoras Anna Wintour, Grace Coddington y Francesca Sozzani y modelos como Naomi Campbell o la propia Moss le agradecieron esos gestos tan sofisticados pero, como record¨® Coddington, ¡°siempre humanos¡±.
Babelia
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