"Hay quien tiene 500 'manolos'. Un disparate obsceno"
Con Manolo Blahnik es f¨¢cil hablar de cualquier cosa menos de zapatos. El inter¨¦s por todo lo que se mueve, siempre que est¨¦ relacionado aunque sea remotamente con la belleza, acapara su energ¨ªa, que es mucha -"soy hiperactivo"-, y su tiempo, que tambi¨¦n es mayor que el de los dem¨¢s, pues solo necesita dormir cuatro o cinco horas para sentirse bien. Y Fidias, Tiepolo, Balzac, Filoctetes, los Madrazo, Visconti, Turner, Mahfuz y otros genios por el estilo se mezclan en una apasionada anarqu¨ªa verbal durante el almuerzo, que acomete con desgana, tal vez porque lo que ¨¦l quer¨ªa comer era un cocido, y su equipo ha dispuesto el restaurante de la terraza del hotel donde se hospeda por ajustes de la agenda.
El dise?ador de zapatos iba para diplom¨¢tico y solo aguant¨® un semestre
Blahnik (Santa Cruz de la Palma, 1942) es el zapatero m¨¢s famoso del mundo. Desde 1971, cuando abri¨® tienda en Londres, millones de mujeres admiran sus zapatos y algunas incluso los compran, previo pago de 520 euros -los m¨¢s baratos- hasta 4.300, los confeccionados con piel de cr¨ªas de cocodrilo. "De granja", apostilla.
Iba para diplom¨¢tico. Su padre, un checo que conoci¨® a la madre -hija de terratenientes plataneros- al atracar su crucero en Santa Cruz, le envi¨® a la escuela diplom¨¢tica de Ginebra. "Aguant¨¦ un semestre. No se imagina qu¨¦ aburrimiento". Tante¨® oficios de corte bohemio y al final se especializ¨® como fot¨®grafo de moda. Fue el puente hacia un sector donde controla varias f¨¢bricas en Mil¨¢n y 182 puntos de venta.
Era ya un dise?ador legendario -Jackie Onassis fue clienta fiel- cuando Sarah Jessica Parker le populariz¨® a escala planetaria. Su famos¨ªsima serie de televisi¨®n Sexo en Nueva York es un canto de amor rendido a los manolos. Lady Gaga -"uff, que mujer tan manufacturada"- los cita en sus canciones y Madonna colg¨® en la web: "Los manolos son mejores que el sexo". "Me temo que es lo que tendr¨¦ que escribir sobre mi tumba", dice ri¨¦ndose.
Como es al¨¦rgico a la uva fermentada, se asegura de que la zarzuela de tomate, que apenas prueba, no contenga vinagreta. Con la lubina se anima, pero parece que la cocina no le entusiasma. Algo raro en una personalidad tan heterog¨¦nea y apasionada: "Cuando vi El Gatopardo quise ser director de cine. Del Parten¨®n vinieron mis estudios de arquitectura. Con Benito P¨¦rez Gald¨®s y Stefan Zweig, que mam¨¢ nos le¨ªa de peque?os a mi hermana y a m¨ª, quise ser escritor. Siempre me pasa. Me enamoro de las cosas. Ahora estoy leyendo Bouvard y P¨¦cuchet, de Flaubert, y quiero ser jardinero".
Conocida su pasi¨®n por Zurbar¨¢n, la National Gallery le cedi¨® el cuadro de santa Margarita para una exposici¨®n en Londres. "Lo puse en una gran pared. Y debajo coloqu¨¦ un par de mis est¨²pidos zapatitos. El conjunto era bonito. Pensaba: ah¨ª est¨¢ el maestro, y debajo, mi estupidez".
Cada enamoramiento se refleja en su obra. "Quiero los colores de El Gatopardo", orden¨® a su taller. Comenta que Garc¨ªa Lorca le ha dictado los tonos del modelo Madrid, presentado ayer. "El matiz del albero, el malva y los granas est¨¢n en el Romancero gitano. Me limito a copiar". Un sistema que ha aplicado en 25.000 dise?os, algunos objeto de obsesi¨®n. "S¨¦ que en Hollywood hay quien tiene 500 pares de manolos. Qu¨¦ disparate. Yo hago zapatos para durar. Comprar muchos resulta obsceno".
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