?Viva el mal!
'El capital' no es la ¨²ltima palabra sobre la crisis econ¨®mica, pero s¨ª una pel¨ªcula apreciable, llena de apuntes incisivos, y a ratos parece explicada a los ni?os
Emblem¨¢tico superviviente del cine ideol¨®gico de los setenta, capaz de aclimatarse ¡ªy, por tanto, atemperar y modular la agresividad de su discurso¡ª a los m¨¢s diversos contextos, Costa-Gavras estaba predestinado a encontrarse con este cine, en su mayor¨ªa pospol¨ªtico, que intenta esclarecer las ra¨ªces ¡ªy efectuar el balance de da?os¡ª de la crisis econ¨®mica. Todo ha cambiado mucho ¡ªdemasiado¡ª desde los tiempos de Z (1969) y Estado de sitio (1972): entre otras cosas, al cineasta le ha salido un hijo capaz de convertir la imaginer¨ªa de los nuevos activismos en textura cool para v¨ªdeos musicales con (ambigua) actitud; un Romain Gavras que orienta su propia carrera como director de culto hacia una transgresi¨®n, no siempre l¨²cida, de tab¨²es de representaci¨®n. El paso del tiempo ha sido tan implacable que, entre otras cosas, a) Costa-Gavras confiesa haber encontrado la materia prima para su pel¨ªcula en un libro cuya portada le parec¨ªa demasiado extravagante ¡ªEl capital, de Stephane Osmont, en cuya cubierta se mostraban las amenazantes fauces de un perro callejero¡ª; y b) uno tiene la impresi¨®n de, aunque el cineasta hubiese dirigido su pel¨ªcula haciendo el pino sobre una cama de faquir, nadie hubiese dado el esfuerzo por suficiente.
EL CAPITAL
Direcci¨®n: Costa-Gavras.
Int¨¦rpretes: Gad Elmaleh, Gabriel Byrne, Katharine Bennett-Fox, Lya Kebede, Hippolyte Girardort.
G¨¦nero: comedia. Francia, 2012.
Duraci¨®n: 114 minutos.
En efecto, El capital no es la ¨²ltima palabra sobre la crisis econ¨®mica, pero s¨ª una pel¨ªcula apreciable, llena de apuntes incisivos a los que quiz¨¢ les cueste afirmar su inc¨®moda potencia en medio de un conjunto que apuesta (de manera transparente) por el didactismo. La pel¨ªcula parece, a ratos, la crisis financiera explicada a los ni?os ¡ªlo que tampoco es necesariamente malo: alguien ten¨ªa que hacerlo¡ª a trav¨¦s de la historia de un arribista que hereda un imperio bancario porque sus superiores le creen m¨¢s manipulable de lo que se dejar¨¢. El c¨®mico Gad Elmaleh asume el papel como el regalo que le deb¨ªan los dioses para un sostenido ejercicio de contenci¨®n y, a ratos, recuerda al potencial dram¨¢tico de un Jos¨¦ Mota.
La pel¨ªcula lanza sus mejores andanadas cuando habla del lenguaje y sus usos perversos: por ejemplo, los ecos de las purgas de la revoluci¨®n cultural mao¨ªsta en la estrategia que limpiar¨¢ el banco de su sobrecarga de mandos intermedios, la claustrofobia comunicativa de una infancia pegada a sus microconsolas o el uso populista de la ventanas intern¨¢uticas para convertir una plantilla en silencioso, atroz y vengativo pelot¨®n de linchamiento.
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