Los retratistas del desastre
El cine se convierte en el refugio m¨¢s c¨¢lido cuando casi todo el personal vive en la incertidumbre o la constataci¨®n de la pobreza
Hay gente que le exige al cine que sea un permanente espejo de la realidad y que denuncie los abusos y las injusticias que se cometen en ella y otra cuya m¨¢xima aspiraci¨®n al introducirse en una pel¨ªcula es que esta logre que se olviden durante un par de horas de la realidad. Hay quien busca enso?aci¨®n y otros que lo identifican con una ventana para observar el mundo, hay quien disfruta con el cine de prosa y otros que solo encuentran la esencia en el cine de poes¨ªa. Yo, la ¨²nica condici¨®n que preciso es que sea bueno, que no me aburra, que me provoque sensaciones potentes (incluyo la m¨¢s grata, o sea, la risa), que me hipnotice, que me lo crea.
Se agradece que el cine explique c¨®mo se fragu¨® la ruina y sus responsables"
Cuentan que en las ¨¦pocas duras, cuando casi todo el personal vive en la incertidumbre, el desasosiego, el miedo, la amenaza o la constataci¨®n de la pobreza, la pura desolaci¨®n (por supuesto, est¨¢n eximidos de esas sensaciones tan ingratas los legitimados miserables que las han creado), el cine se convierte en el refugio m¨¢s c¨¢lido. Ocurri¨® durante la Gran Depresi¨®n, con millones de espectadores arropados por la oscuridad y permiti¨¦ndose so?ar con lo que ocurr¨ªa en la pantalla. Aunque se necesitaba un m¨ªnimo de dinero para acceder a ese placer. Otros ni siquiera dispon¨ªan de alimento. Pero vamos a creer a Ma Joad despidi¨¦ndose tal vez para siempre de su digno y acorralado hijo en la conmovedora Las uvas de la ira: ¡°No podr¨¢n con nosotros, no podr¨¢n destruirnos porque nosotros somos la gente¡±.
Hay directores empe?ados en explicarnos los or¨ªgenes y los mecanismos del desastre que estamos viviendo, sin tiempo ni ganas para hablar de las rosas. Evidentemente, esas pel¨ªculas y esos documentales no van a meter en la c¨¢rcel a los impunes depredadores, ni a cambiar el estado de las cosas, ni a dar de comer al hambriento, pero se agradece que el cine (si es bueno, repito) nos explique c¨®mo se fragu¨® la ruina y se?ale a sus responsables.
El Gordon Gekko de Wall Street fue un glorioso pionero de la infamia. Sali¨® de la c¨¢rcel en plena crisis econ¨®mica. Pero Wall Street 2: el dinero nunca duerme es anodina y olvidable. Aunque contiene una reflexi¨®n antol¨®gica de Gekko: esto ya ocurri¨® hace cuatro siglos con la especulaci¨®n de los bulbos de los tulipanes en Holanda. Ocurri¨®, ocurre y volver¨¢ a ocurrir. Margin call y The company men supuestamente son ficciones, pero suena a pavorosamente real lo que cuentan. La primera describe los primeros momentos del derrumbe y la actitud de los tiburones financieros. La segunda, el estado de ¨¢nimo de la gente que trabaja en una gran empresa y que de la noche a la ma?ana se quedan en la puta calle.
Otros han elegido el formato y el lenguaje del documental para retratar los or¨ªgenes y las consecuencias del desastre. Michael Moore, c¨®mo no, se apunt¨® corriendo a la pedag¨®gica aunque horrorizada notar¨ªa de este, pero Capitalismo: una historia de amor trata al espectador como a un cr¨ªo con pocas luces. Es facilona, enf¨¢tica, tramposa. Todo lo contrario que las l¨²cidas y verdaderamente corrosivas Enron e Inside job. Costa-Gavras, autor ancestral del cine de denuncia (con irregulares m¨¦ritos art¨ªsticos) adopta la s¨¢tira para hablarnos de los banqueros en El capital. Solo han pasado dos meses desde que la vi en el festival de San Sebasti¨¢n pero he olvidado completamente su argumento. Siendo m¨¢s precisos, me costaba recordarlo a la hora de acabar su proyecci¨®n.
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