El tiempo del micronicho
Sabemos que el mundo discogr¨¢fico est¨¢ viviendo algo parecido a la tormenta perfecta. La industria sufre los efectos de una renuncia general a pagar por sus propuestas, un cambio radical de h¨¢bitos de consumo, una devaluaci¨®n de la consideraci¨®n social de la m¨²sica, incluso un desprecio por las funciones de las disqueras. Y eso se resume en un descenso vertiginoso de ventas que ya dura ¡ªseg¨²n pa¨ªses¡ª 10, 15 a?os.
A partir de esos datos, el discurso tiende a volverse catastrofista. Efectivamente, la m¨²sica pop es a la vez fen¨®meno est¨¦tico y producto industrial. Y ambas est¨¢n ¨ªntimamente relacionadas. Un cataclismo econ¨®mico de tales dimensiones afecta a la creatividad, de muchas maneras.
Pero eso lo intuye cualquiera. Lo que quisiera destacar es que estos tiempos est¨¢n resultando prodigiosos para los amantes de los discos. Vivimos en la era de la abundancia. Nunca hab¨ªa estado disponible tanta m¨²sica. Repito: jam¨¢s se vio tal catarata de lanzamientos frescos y semejante repesca de un siglo de grabaciones. Y hablo puramente de ediciones legales.
Vivimos una era de abundancia discogr¨¢fica, nunca hab¨ªa estado disponible tanta m¨²sica
Vale, algunas quiz¨¢s no se molesten en pedir permisos: pienso en la serie sueca Fading yellow, que se dedica al pop-sike. Una etiqueta lo bastante el¨¢stica para incluir en su volumen 14 ¡ªdedicado a Espa?a¡ª grupos tan variados como Mocedades, M¨®dulos o Sirex.
Algo tiene que ver la debacle de las grandes compa?¨ªas. Han reaccionado huyendo hacia delante, buscando artistas del m¨¢s amplio espectro comercial. Inevitablemente, est¨¢n cediendo zonas de menor rentabilidad. Por ejemplo, la explotaci¨®n del cat¨¢logo con sensibilidad de coleccionistas.
Las majors siguen reeditando material pero lo hacen simplificando sus objetivos, renunciando a su potencial educativo. Un sello como Rhino, parte de Warner Music, ya no confecciona las famosas antolog¨ªas panor¨¢micas, con textos extensos y varios discos, que iluminaban una ¨¦poca musical. No es que hayan olvidado c¨®mo se hacen. Precisamente estos d¨ªas se reedita el modelo para esas recopilaciones: el memorable Nuggets (1972), obra de Lenny Kaye que defini¨® el concepto de garage rock.
Ese espacio abandonado lo est¨¢n ocupando compa?¨ªas especializadas, sellos diminutos, eruditos con buenos fondos, tiendas echadas para adelante. Entre todos, han generado un tsunami de lanzamientos, en CD y/o LP. Los beneficios son demasiado peque?os para una multinacional pero siempre hay quien est¨¢ dispuesto a satisfacer (o crear) una demanda. Todo lo que el aficionado pueda desear. Todav¨ªa no se ha alcanzado el punto de saturaci¨®n en m¨²sicas como el soul, el funk, el reggae o la psicodelia y ya est¨¢n rastrillando el prog, el punk, el after punk, el metal, el primer indie, el jazz-funk y el techno pop.
M¨¢s que nichos de mercado, estos son micronichos: pueden ser tiradas m¨ªnimas, de 500 o 1.000 copias para un vinilo. Con esas limitaciones, todo est¨¢ permitido. Se rescatan proyectos interrumpidos, descartes, maquetas, directos, grabaciones caseras, hasta entrevistas. Un grupo como los escoceses Poets, que edit¨® seis singles en su breve vida, tiene ahora disponibles ¡ªmilagro¡ª varios discos de larga duraci¨®n.
Estos guerrilleros de la edici¨®n discogr¨¢fica ya no exploran solo la serie B del rock: han llegado a las divisiones regionales. Han superado el anglocentrismo y est¨¢n excavando en los sonidos de otros pa¨ªses. Aplican sus est¨¢ndares de dise?o, informaci¨®n y cuidado sonoro a m¨²sicas que en sus lugares de origen no disfrutan de ese tratamiento: la cumbia colombiana, el highlife de Ghana, la psicodelia hispanoamericana. Incluso se investiga entre los ancestros. Alguien ha rescatado las canciones que compon¨ªa y grababa Molly Drake, exclusivamente por capricho personal. Sabiendo que era la madre de Nick Drake, la curiosidad est¨¢ garantizada. Para 2013 se recuperan los himnos en yoruba del Reverendo Josiah Jesse Ransome-Kuti. Se trata del abuelo del rebelde Fela Kuti (y bisabuelo del escritor Wole Soyinka). Su recuerdo se ha desvanecido en una Nigeria desgarrada por conflictos religiosos pero, felizmente, en 1922 registr¨® unas placas en Londres. Si sue?an con la posteridad, graben m¨²sica.
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