Teleamnesia
En estos d¨ªas es apasionante mirar Telemadrid. Pasan cosas inusuales: congelados, fundidos a negro, invasiones de plat¨®. Si la tele es sorpresa, ah¨ª la tienen. La verdad es que hemos asumido el despido de 925 trabajadores de Telemadrid como asumimos la ley de la gravedad. Los madrile?os no van a preguntarse jam¨¢s en qu¨¦ desag¨¹e han terminado los millones de euros vertidos sin pelear por calidad, utilidad p¨²blica o sostenibilidad empresarial. Es dinero de todos volatilizado sin exigir responsabilidad a nadie. Costumbre que vuelve a liberar a los pol¨ªticos de culpa, tras a?os de manejar el canal como espada de ese liberalismo intervencionista, caprichoso y ruinoso de fabricaci¨®n local. Tambi¨¦n hemos inventado la ecolog¨ªa contaminante, y lo que a¨²n inventaremos si nos dejan solos.
No nos detengamos en la dolorosa hip¨®tesis de que los canales auton¨®micos se hubieran utilizado para hacer buena televisi¨®n, cultura propia, desarrollo formativo y hasta negocio con futuro, ese que habr¨ªa premiado desarrollo audiovisual frente a subvenciones a autopistas de peaje vac¨ªas. Esa guerra ya la perdimos. Lo decente ser¨ªa que el despido de los trabajadores incluyera cierta dignidad. Que el proceso fuera transparente y supervisado con el rigor que precisa el dinero p¨²blico, que el estudio de viabilidad no fuera un expediente elaborado por un despacho de abogados sino por profesionales del sector, que planteara un futuro donde se corrigieran errores y se asentara un proyecto racional.
Que el trato a los trabajadores no dejara por los suelos a las instituciones madrile?as, que nos representan mucho m¨¢s que cualquier bandera que se airee con valor oportunista. Merecen mejores condiciones que esos 20 d¨ªas por a?o trabajado con un m¨¢ximo de 12 meses, mantra nacional. Merecer¨ªan que se contara con ellos con prioridad en las empresas que van a repartirse el negocio de los futuros contenidos, que se les permitiera asociarse para tener acceso a los concursos que seguramente se llevar¨¢n los cercanos al poder con la misma caprichosa inercia que ha conducido a la debacle. Merecer¨ªan, aunque solo fuera, la solidaridad de aquellos madrile?os que recuerdan la televisi¨®n bajo Leguina y Gallard¨®n, cuando era rigurosa, entusiasta y solvente. Qu¨¦ tiempos aquellos. Qu¨¦ tiempos estos. ?Qu¨¦ hubo entre ambos? Teleamnesia.
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