Terapia suave para olvidar la infamia
Los programas especiales de las cadenas generalistas ofrecieron las dosis necesarias de empalago y optimismo que requieren los tiempos y el calendario
Imposible imaginar a las familias hablando del discurso del Rey. A las nueve de la noche (las ocho en Canarias), estos discursos navide?os de don Juan Carlos sirvieron a veces para dar asunto a los que cumplen el rito gastron¨®mico de la unidad familiar. Pero esta vez el monarca decidi¨®, con sus asesores, que era mejor dejar la fiesta en paz, que cada uno hablara de lo que le diera la gana. Por eso quiz¨¢, inmediatamente que acab¨® su intervenci¨®n, el genial Carlos Latre, que tan bien lo imita, habl¨® de espaldas al Rey, literalmente, pero haciendo como que nos daba la espalda del Rey para anunciar su show colectivo en Televisi¨®n Espa?ola. El conjunto, tanto el discurso del Rey como el resto de los entretenimientos de la noche, constituyeron una terapia suave para olvidar la infamia que ha sido 2012 y tiempos adyacentes.
?Y por qu¨¦ el Rey decidi¨® que no se hablara de su discurso sino para decir que lo hab¨ªa pronunciado? ¡°?Ya termin¨® el Rey?¡±, gritaban desde las cocinas. Porque ahora hasta ¨¦l tiene muy dif¨ªcil cumplir el dictado (de James Joyce) que ha conducido gran parte de sus intervenciones navide?as: ya que no podemos cambiar de pa¨ªs, cambiemos de conversaci¨®n. Ahora no hay manera de cambiar de conversaci¨®n, de modo que dejemos que cada uno hable de c¨®mo le va. Menos el Rey. El a?o pasado, el Rey habl¨® de c¨®mo le iba en Casa, pues ten¨ªa caliente el caso Urdangar¨ªn. Este a?o ese asunto sigue en el horno, que no est¨¢ para bollos, pero el Rey prefiri¨® conducir a la gente a las maneras suaves de entender la vida, no comparti¨® sucesos familiares, que son los que suelen arruinar las cenas, las suyas tambi¨¦n, supongo, y dijo lo que se dice en las casas para que los cu?ados no se peguen. Habl¨® de alta pol¨ªtica (lo que llamamos, dijo ¨¦l, la pol¨ªtica con may¨²sculas) y, como se aconseja que se haga siempre que se trata de olvidar la infamia, apel¨® a la buena voluntad para cicatrizar heridas abiertas.
?l sabe, todo el mundo sabe, qu¨¦ heridas est¨¢n abiertas, porque ¨¦l mismo meti¨® ah¨ª el dedo este a?o; pero el caso catal¨¢n, llamado tambi¨¦n Catalu?a, no se mencion¨® sino de esa pasada. El Rey, por otra parte, se puso del lado de los que ya est¨¢n hartos de no entender de qu¨¦ se habla en las reuniones, y dijo dos veces, al rev¨¦s y al derecho, que no todo es econom¨ªa, econom¨ªa no es todo.
Los astutos asesores dispusieron al monarca en una nueva tesitura este a?o, sobre la que se lanzaron, con su habitual perspicacia veloz, y tambi¨¦n malvada, las llamadas redes sociales. Lo pusieron a hablar de pie, como quer¨ªa Salvador de Madariaga que estuvieran los hombres para retratarlos mejor. Pero como estar de pie estos diez minutos de charla era demasiado, lo hicieron reposar en esa mesa que parec¨ªa medianamente rellena de asuntos pendientes. Aguant¨® bien, para su edad, porque es incluso m¨¢s c¨®modo estar de pie que resistir estando medio de pie.
Lo que sigui¨® en la tele abund¨® en la terapia, espiritual en La 2, donde retransmitieron muy cumplidamente la misa papal, y nost¨¢lgica en ese tramo de Latre en La 1. Antena 3 se evit¨® las sorpresas, y las producciones, con may¨²sculas, que dir¨ªa el Rey, o con min¨²sculas, que dir¨ªa el presupuesto, y apost¨® por los Simpsons, su emblema. La Cuatro se fue por las pel¨ªculas. Telecinco se empe?¨® en desperdiciar el talento de Paz Padilla y de Joaqu¨ªn Prat para situarlos en la obligaci¨®n de sentirse felices dando paso a m¨²sicas que tampoco a ellos parec¨ªan entusiasmarles demasiado. Al menos en casa los ni?os y los adultos, que manejaban el mando, estuvieron poco tiempo en ese tr¨¢nsito festivo. Y La Sexta, que tiene el mejor de la temporada, y de otras temporadas, con El Intermedio, hizo esa apuesta que ya triunfa en las noches.
Donde no se movi¨® el mando familiar demasiado fue en el tiempo de Latre. Tanto es as¨ª que algunos miembros de la tribu sentada echaban de menos que este muchacho, ahora adelgazado como un jugador de f¨²tbol y sonriente como un ejecutivo que quiere hacer olvidar las malas noticias, no estuviera m¨¢s en la pantalla con min¨²sculas, que dir¨ªa el Rey. Con el Rey empez¨® a imitar, y cre¨ªamos que imitar¨ªa m¨¢s. Pero se dedic¨® m¨¢s bien a condimentar una pasta muy diversa: personalidades de la televisi¨®n (TVE, sobre todo) y otros artistas de distinta procedencia convocados a cantar canciones que se sabe casi todo el mundo. Fue un show simp¨¢tico que titularon Cantando y bailando contigo, una especie de trasunto de aquel Hablando se entiende la gente pronunciado por el Rey en salva-sea-la-ocasi¨®n. Entre esas canciones que expusieron como "inolvidables", aquella de Rosa L¨®pez, Europe?s living a celebration, que en las circunstancias actuales viene a hundir, sin querer, el dedo en la herida. No por Europa, la pobre, sino por la celebration.
Fue una terapia suave. Los artistas (aquellos y los que siguieron, en La 1 y en Telecinco) tienen la costumbre de parecer muy felices; presentan sus espect¨¢culos con tanto embeleso que llegan al empalago. Sucedi¨® en los especiales de Alejandro Sanz y de Miguel Bos¨¦, que instal¨® sucesivamente La 1, y pas¨® en menor medida en Telecinco, donde a Paz Padilla se le escaparon algunos chistes que ella no puede remediar y que le nacen de all¨ª de donde le naci¨® el arte que su cadena se ha empe?ado en desviar. Del mismo modo que a Latre ten¨ªa que haberlo asistido un buen ling¨¹ista (De la Concha, por ejemplo) para que no dijera ¡°Ves cantando¡± o para que no repitiera m¨¢s ¡°Menos mal de Jaime¡¡±, Alejandro Sanz deb¨ªa tener cerca un buen poeta que fuera tambi¨¦n letrista (como Luis Alberto de Cuenca o Luis Garc¨ªa Montero) que le diera en la mano para que no llegara a rimar ¡°feroz¡± con ¡°tos¡± o para que no considerara l¨ªcito incluir en unos versos este que dice: ¡°Pero si mi boca se equivoca¡¡± En uno de los gags con los que alivi¨® el concierto se lo dijo Fernando Tejero, que hizo de psicoanalista interesado en practicarle una terapia. Pero era tarde, ya hab¨ªa compuesto las canciones.
Fue, pues, una terapia a destiempo, acaso como la de suavizar hasta estas alturas de la infamia el a?o que llevamos sufrido. Del Rey abajo ya ni Dios nos salva de esta.
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