Malraux en el remite y en el destino
Unas 200 misivas conforman la correspondencia in¨¦dita del escritor y pol¨ªtico franc¨¦s Picasso, Gide, De Gaulle, Bergam¨ªn y Dal¨ª desfilan por el libro ¡®Cartas escogidas¡¯
Andr¨¦ Malraux (Par¨ªs, 1901 -Cr¨¦teil, 1976) era hasta ahora una de los pocas vacas sagradas de la literatura francesa del siglo XX que no contaba en su bagaje editorial con el correspondiente volumen de correspondencia in¨¦dita. En el caso del autor de L¡¯ espoir, ¨¦l mismo se hab¨ªa encargado de que sus cartas no vieran la luz, al menos en los treinta a?os que siguieran su muerte, seg¨²n dej¨® estipulado en su testamento.
Malraux no consideraba la correspondencia como una forma de literatura. Sobre todo, era poco dado a hablar de ¨¦l y de su intimidad, de lo que denominada ¡°el miserable peque?o ¨¢rbol secreto¡± de cada uno. Pero ahora, superado el impuesto veto temporal del autor, la editorial francesa Grasset ha decidido acabar con esta anomal¨ªa y publica una fascinante colecci¨®n de cartas suyas, casi todas in¨¦ditas, que arrojan una nueva luz sobre uno de los grandes escritores ¡ªy pol¨ªticos¡ª del siglo pasado.
El libro, Lettres choisies, 1920-1976 (Cartas escogidas, 1920-1976), recoge as¨ª m¨¢s de 200 cartas elegidas y anotadas por Fran?ois de Saint-Cheron, en las que muestra a un Malraux liberado del cors¨¦ de la literatura y de su personaje de gran hombre de Estado. Deja as¨ª al descubierto al amigo atento, simp¨¢tico, divertido y lector compulsivo, sin olvidar al hombre de compromiso pol¨ªtico. Sus destinatarios no son otros que el general de Gaulle, Max Jacob, Andr¨¦ Gide, Jos¨¦ Bergam¨ªn ¡ªcon quien mantuvo una estrecha relaci¨®n hasta su muerte¡ª,Marc Chagall, Pablo Picasso, Salvador Dal¨ª...
¡°Nada me parece epistolar, salvo las ideas, las cosas de orden pr¨¢ctico y los elementos estramb¨®ticos de la vida¡±. La frase del propio Malraux sirve de pre¨¢mbulo a la obra, aunque en las cartas poco espacio se deja a esas ¡°cosas de orden pr¨¢ctico¡±. Las ideas recorren toda su correspondencia, sean literarias o pol¨ªticas, las m¨¢s solemnes y las menos, y lo ¡°estramb¨®tico¡±, una de sus palabras fetiches, asoma en cada p¨¢gina.
Vida y obra
Nace en Par¨ªs el 3 de noviembre de 1901 y muere en Cr¨¦teil en 1976.
De formaci¨®n autodidacta, frecuent¨® los c¨ªrculos de la vanguardia en Par¨ªs, junto a Andr¨¦ Breton, Louis Aragon, Andr¨¦ Gide...
En 1923, con su esposa Clara Goldsmith y un amigo viaja al templo de Angkor, en Camboya, y roba varios bajorrelieves. Es procesado y condenado a prisi¨®n. No cumple condena.
En 1936 explota la Guerra Civil espa?ola y se pone al servicio de la Rep¨²blica. Combate en la Escuadrilla Espa?a como piloto. Es nombrado teniente-coronel. Realiz¨®, con guion de Max Aub, la pel¨ªcula Sierra de Teruel.
Fue ministro del Interior y de Cultura bajo la presidencia de De Gaulle.
Obras esenciales: La condici¨®n humana, La esperanza, Antimemorias, El museo imaginario...
Incluso investido ya de la funci¨®n ministerial que ocup¨® desde 1958 hasta la retirada de De Gaulle de la pol¨ªtica en 1969, Malraux demuestra su sentido del humor, el mismo que le hac¨ªa dibujar peque?os diablos en la esquina de sus notas del Consejo de Ministros. As¨ª, en un correo fechado el 15 de junio de 1959, con el muy imponente sello del Ministerio de Asuntos Culturales, entabla un correo muy falsamente formal dirigido al escritor Pierre V¨¦ry sobre el presunto estudio por parte de una comisi¨®n de la ortograf¨ªa de la palabra ministro con y ¡°que expresa de forma sint¨¦tica los sentimientos del gato de Mallarm¨¦¡±, en lo que se parece a una broma entre los dos grandes amigos.
En las cartas dirigidas a De Gaulle, al que define como ¡°un compa?ero a la vez maravilloso y fiel a bordo de un buque en el que el destino nos ha embarcado a los dos¡±, llama tambi¨¦n la atenci¨®n por momentos el tono desenfadado adoptado por Malraux. En una misiva de felicitaci¨®n de A?o Nuevo de 1966, adjunta ¡°en un rinc¨®n, como el pastor de las pinturas flamencas que sostiene su pato detr¨¢s de los reyes magos, un deseo menor para los nietos¡±.
De principio a fin del libro, resalta sobre todo el valor aportado a la amistad por el autor de La condici¨®n humana. ¡°En literatura, todo ataque personal es vano¡±, se?ala en un momento dado. En otra carta, se preocupa por la salud de una se?ora mayor y antigua resistente. A Martin du Gard le explica que se puso a cantar de la alegr¨ªa al saber que le concedieron el Premio Nobel de Literatura, el mismo que Malraux nunca obtuvo. Incluso en otra misiva dirigida tambi¨¦n a Du Gard transmite su enhorabuena a Albert Camus por obtener el premio y aplaude su ¡°conducta ejemplar¡±: ¡°se lo tendr¨ªan que haber dado a Malraux¡±, declar¨® Camus al saberse ganador.
Por momentos, su compromiso pol¨ªtico formal con De Gaulle le aparta de su amor primero por la literatura. Muchas misivas son unas suertes de minicr¨ªticas literarias de obras que ha recibido, le¨ªdo y analizado. En otras ocasiones, su intensa actividad pol¨ªtica le impide mantener ese contacto tan fluido como desear¨ªa. As¨ª lo manifiesta en una carta manuscrita a Andr¨¦ Gide fechada a finales de 1945, en la que se disculpa por no haber podido agradecerle antes su art¨ªculo sobre su libro L¡¯ espoir. ¡°En cuanto a las pobres almas que piensan que ¡®luchaba antes¡¯ y ahora he ganado el reposo burgu¨¦s, tendr¨ªan mucho que aprender¡¡±, relata.
A Marcel Pagnol, quien le propone presentarse como candidato a la Academia Francesa en 1954, le argumenta su rechazo as¨ª: ¡°El deseo de finalizar trabajos interrumpidos por 10 a?os empleados en lo que usted sabe, me ha obligado a una suerte de jubilaci¨®n¡±. ¡°Me separa de ustedes los libros que no he escrito¡±.
Saint-Cheron, el instigador de la publicaci¨®n de estas cartas ¡ªmuchas de las cuales tuvo que copiar a mano porque se encuentran en bibliotecas nacionales¡ª asegura que las ha seleccionado con el ¨²nico criterio de su inter¨¦s. ¡°No hab¨ªa nada escandaloso, ni desde luego mezquino en lo que he dejado de lado¡±. Desde la publicaci¨®n del libro ha recibido varias copias de cartas enviadas por particulares que, por alg¨²n motivo, tienen guardada alguna carta de Malraux.
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