Vuelve ¡®Proa¡¯: rescate de la revista literaria fundada por Borges
Una edici¨®n facsimilar recupera la segunda etapa de la revista ¡®Proa¡¯
En julio de 1924 el escritor argentino Jorge Luis Borges regres¨® a Buenos Aires despu¨¦s de su segundo viaje a Europa, de un a?o de duraci¨®n. Ten¨ªa 25 a?os y volv¨ªa a casa con la cabeza llena de ismos y p¨¢jaros literarios, aunque ya por entonces se hab¨ªa alejado del vanguardismo ultra¨ªsta y exploraba otros terrenos m¨¢s jugosos, como el criollismo urbano y la construcci¨®n de una mitolog¨ªa de lo propio, junto al redescubrimiento de los cl¨¢sicos antiguos y modernos. Borges hab¨ªa editado ya Fervor de Buenos Aires (1923) y antes impuls¨® la publicaci¨®n de las hojas de Prisma y la revista Proa en su primera etapa (tres n¨²meros, entre 1922 y 1923), plataforma del ultra¨ªsmo en Am¨¦rica. Sin embargo, cuando en agosto de 1924 ¨¦l y otros tres j¨®venes escritores argentinos ¡ªAlfredo Brand¨¢n, Ricardo G¨¹iraldes y Pablo Rojas Paz¡ª refundan Proa, inician una aventura literaria de vanguardia que ir¨ªa mucho m¨¢s all¨¢ de la influencia ultra¨ªsta y que, en sus 15 n¨²meros y dos a?os escasos de vida, dio cabida en el mismo espacio a corrientes luego irreconciliables.
Este legado ¡°inclusivo¡± de Proa acaba de ser rescatado en una cuidada edici¨®n facsimilar a cargo de Anthony Stanton y Rose Corral, investigadores del Centro de Estudios Ling¨¹¨ªsticos y Literarios del Colegio de M¨¦xico. Adem¨¢s de reproducir los 15 n¨²meros de la segunda etapa de Proa con sus portadas originales, los acad¨¦micos realizan un ensayo introductorio en el que reivindican la importancia de la publicaci¨®n en aquellos momentos de efervescencia cultural, cuando varias peque?as revistas, a cada cual m¨¢s iconoclasta y excluyente, pugnaban por hacer valer su voz y su respectivo ismo a ambos lados del r¨ªo de la Plata.
En 1924 acababa de aparecer el peri¨®dico Mart¨ªn Fierro, ¡°demoledor en su irreverencia y en su af¨¢n cr¨ªtico¡±, seg¨²n Stanton. Lo curioso, afirma, es que ¡°los mismos escritores argentinos colaboraban en los dos lugares, pero el car¨¢cter de lo que publicaban era distinto en cada caso¡±. ¡°En la segunda Proa brilla el arte de evitar las pol¨¦micas y su af¨¢n de construcci¨®n plural, rasgos que la alejan de la t¨ªpica revista vanguardista, que suele practicar un sectarismo dogm¨¢tico¡±, indica Corral.
Pero ?quienes eran los colaboradores de Proa? Desde luego, los escritores argentinos y americanos m¨¢s valiosos del momento, empezando por Borges y los otros directores de la revista, adem¨¢s de Macedonio Fern¨¢ndez, Roberto Arlt, Neruda o Villaurrutia, tambi¨¦n Lorca, Ram¨®n G¨®mez de la Serna, Guillermo de Torre o Benjam¨ªn Jarn¨¦s, entre los espa?oles, y representantes del neosimbolismo franc¨¦s (hay espl¨¦ndidos poemas de Jules Supervielle, Saint-John Perse y Jules Romains).
Para ilustrar sus p¨¢ginas hace caricaturas y grabados Norah Borges (hermana del escritor), y tambi¨¦n el pintor argentino Xul Solar saluda ¡°la aventura y la haza?a¡± de la aparici¨®n de Proa con un cuadro del mismo nombre. En el ¨®leo aparecen ¡°tres hombres, lanzas en mano, colocados en la proa de un barco y dispuestos a enfrentar las adversidades que les esperan en alta mar: serpientes erguidas, amenazadoras, y ondas dentadas¡±, una buena met¨¢fora del esp¨ªritu de la publicaci¨®n, creen los autores del ensayo, que destacan la carta enviada por los directores de Proa a un grupo de escritores latinoamericanos en 1925: ¡°Trabajamos en el sitio m¨¢s libre y m¨¢s duro del barco, mientras en los camarotes duermen los burgueses de la literatura¡±.
¡°Hay un af¨¢n claro de trascender el vanguardismo cosmopolita y acceder a una modernidad universal desde las condiciones espec¨ªficas de la cultura local¡±, aseguran Stanton y Corral. En aquellos a?os los distintos ismos eran radicalmente iconoclastas y promov¨ªan la experimentaci¨®n, la ruptura. Y en su mismo t¨ªtulo, Proa, asume ese esp¨ªritu pionero, pero ¡°lo maravilloso es ver c¨®mo en su traves¨ªa la revista fue dando a conocer un enorme universo que puede concebirse como un espejo de la modernidad: el romanticismo visionario (en los poemas de Marechal), la metaf¨ªsica criolla de Macedonio Fern¨¢ndez, la narrativa de las orillas de Buenos Aires que empez¨® a fraguar Roberto Arlt, el americanismo est¨¦tico de G¨¹iraldes, ciertas nostalgias posmodernistas, el neosimbolismo franc¨¦s, los poemas creacionistas del chileno Juan Mar¨ªn, la nueva vanguardia de Neruda. En un momento los directores de la revista dicen que el ¨²nico ismo que rige su br¨²jula es el individualismo¡±.
Joyas en Proa hay muchas. La traducci¨®n de Borges de la ¨²ltima p¨¢gina del Ulises y su ensayo pionero sobre la obra de Joyce, o su proyecto criollista ¡ªdel que luego renegar¨ªa¡ª presente en el texto La pampa y el suburbio son dioses, publicado en el ¨²ltimo n¨²mero de la revista. En ¨¦l declara: ¡°En cuatro cosas creemos: en que la pampa es un sagrario, en que el primer paisano es muy hombre, en la reciedumbre de los malevos, en la dulzura generosa del arrabal¡±. Otras perlas son las prosas de Macedonio o los versos precoces de Ra¨²l Gonz¨¢lez Tu?¨®n, que publica un poema de ambiente prostibulario, Maip¨² Pigalle, ¡°sorprendente negaci¨®n del tango, escrito a los 19 a?os¡±, cuenta Stanton. La edici¨®n facsimilar, una colaboraci¨®n de la Bibliteca Nacional de Buenos Aires y la Fundaci¨®n Jorge Luis Borges, pretende que Proa zarpe de nuevo para rescatar su legado y tambi¨¦n, aseguran Stanton y Corral, ¡°para ofrecer a los lectores un abanico de obras perdurables, muchas tan frescas hoy como lo fueron ayer¡±.
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