¡®Debonair¡¯
Hoy Cary Grant cumple a?os. 109 si no hubiera abandonado hace tiempo la cuenta. Desde que existi¨® Cary Grant todos los hombres asumen una porci¨®n de fracaso, por m¨¢s que triunfen: el fracaso de no ser Cary Grant. Su existencia es casi un agravio para el g¨¦nero, su personalidad cinematogr¨¢fica puso el list¨®n tan alto que nos pasamos la vida quedando por debajo. Ahora que se acercan las ¨¦pocas de premios, donde se mide est¨²pidamente la interpretaci¨®n en galardones, no est¨¢ de m¨¢s recordar a Cary Grant. Entre otras cosas porque jam¨¢s gan¨® el Oscar. El gusto de hoy se inclina hacia actores de motivaci¨®n traum¨¢tica y la intensidad se telegraf¨ªa con gesto moh¨ªno, dicci¨®n entrecortada y una propuesta f¨ªsica evidente. No s¨¦ si se estudia a Cary Grant en las escuelas de interpretaci¨®n, o quiz¨¢ pasa como con los Oscar, que era demasiado bueno para caber en el plan de estudios.
Pero m¨¢s all¨¢ del oficio es urgente reivindicar a Cary Grant ante la carencia de est¨¦tica y elegancia que invade declaraciones, indultos, prebendas y saltos de pol¨ªticos a la empresa privada. Cary Grant naci¨® en Bristol, y aunque pobre como una rata, invent¨® su propia forma de aristocracia. Los anglosajones tienen una palabra para definir su ingr¨¢vida gallard¨ªa: debonair. Se pas¨® la vida en una pugna amarga entre sus matrimonios fallidos y el recuerdo de los mejores a?os compartidos junto a Randolph Scott, del que tuvo que distanciarse para no da?ar sus carreras. Acab¨® entregado al LSD por recomendaci¨®n facultativa, pero su vida real concede a¨²n mayor valor a la capacidad de evocaci¨®n de su personaje en las pel¨ªculas.
Cre¨ªble como h¨¦roe rom¨¢ntico, c¨ªnico empedernido, torpe superado, h¨¢bil manipulador, viril o apocado, todo lo lograba sin variar la raya del pelo. Hitchcock, fascinado por su ambig¨¹edad, lo coloc¨® al frente de sus pel¨ªculas m¨¢s ambiguas. Pero quiz¨¢ su olvidada grandeza interpretativa toc¨® techo en un instante de Historias de Filadelfia, cuando vestido de calle tiene que componerse en novio para volver a casarse con Katherine Hepburn. Le basta levantar el cuello de la americana y abontonarse con la zurda para entrar en el sal¨®n nupcial como lo que siempre fue, el tipo m¨¢s elegante del mundo. Frente a la zafiedad, feliz cumplea?os.
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