Equilibrismos variados
Los espa?olitos seguimos quedando estupendamente: un 92% leemos algo alguna vez al trimestre. Mu?oz Molina elabora una compleja y muy abierta respuesta al casi olvidado ¡°esplendor¡± econ¨®mico
Para los futuros historiadores del libro y soci¨®logos de la lectura (y quiz¨¢s tambi¨¦n para los psic¨®logos sociales) podr¨ªa resultar apasionante estudiar la serie de encuestas acerca de H¨¢bitos de Lectura y compra de Libros que viene publicando la Federaci¨®n de Gremios de Editores (FGE) desde 2000. Cada vez mejor cocinadas y m¨¢s estupefacientemente presentadas a la prensa, las c¨¦lebres encuestas arrojan una luz cada a?o m¨¢s optimista acerca de lo que pretenden medir. La verdad es que sus responsables, a los que imagino como consumados equilibristas, han ido introduciendo a?o a a?o llamativas modificaciones, incorporando nuevas preguntas o desechando ¡°otras que no aportaban informaci¨®n relevante¡±. En la del ¨²ltimo (realizada, por cierto, a partir de solo 6.700 entrevistas, en vez de las 13.400 del a?o anterior, otro recorte) los espa?olitos seguimos quedando estupendamente: un 92% leemos algo alguna vez al trimestre. Claro que el ¡°algo¡± que leemos puede ser cualquier cosa, puesto que nos explican que ¡°por lectura se entiende al (sic) proceso de aprehensi¨®n de determinadas clases de informaci¨®n contenidas en un soporte particular que son transmitidas por medio de ciertos c¨®digos, como lo (sic) puede ser el lenguaje¡±: es decir, desde libros a se?ales de tr¨¢fico, pasando por sms, o, si me apuran, hasta formas codificadas de comunicaci¨®n no verbal. De modo que, ya que somos lectores omn¨ªvoros, no deja de sorprenderme que, seg¨²n los encuestadores y cocineros, todav¨ªa haya un 8% que no lee nada nunca jam¨¢s. Y, a¨²n m¨¢s enigm¨¢tico me resulta que del total de esos raros espec¨ªmenes exista un 1,6% que posee estudios universitarios: me pregunto c¨®mo se la arregla esa gente para conseguir no leer nunca nada de nada. En cuanto a los libros, resulta que ¡ª?hurra!¡ª ya hay un 63% de espa?olitos que los leemos alguna vez al trimestre: ?verdad que somos cult¨ªsimos? Y lo somos tanto que este a?o hemos publicado (cifras del ISBN) 88.000 t¨ªtulos, bastantes m¨¢s que los 65.412 de Francia (cifras de Electre), lo que nos coloca (salvo ulteriores correcciones del estudio de comercio interior de la FGE) en el 3? productor de libros europeo, justo detr¨¢s de Reino Unido (poblaci¨®n: 62 millones) y Alemania (81), y por delante de Francia (65) e Italia (60) pa¨ªses en los que al parecer, no tienen la suerte de contar con un lectorado tan empedernido y ¨¢vido de novedades como el nuestro. Por lo dem¨¢s, y ya puestos a entretenerles con datos parad¨®jicos, seg¨²n la IPA (International Publishers Association), aunque ocupamos el tercer lugar del mundo en nuevos t¨ªtulos por mill¨®n de habitantes (1.692 en 2011), bastante m¨¢s que Alemania (1.172), Francia (1.242) o Italia (956), la facturaci¨®n del sector espa?ol fue solo de 2.890 millones de euros en 2011, bastante menos que lo que facturaron dichos pa¨ªses (9.737, 4.587 y 3.417 millones de euros respectivamente). Con todos esos datos tan contradictorios ya me dir¨¢n ustedes si nuestro sector del libro no exhibe rarezas y malformaciones como para ocupar un lugar de honor en el Guinness. Tal vez algo se arreglar¨ªa si se hiciera un esfuerzo por mejorar (y homologar) de una vez todas las encuestas y las bases de datos relacionadas con el libro y la lectura y evitar las chapuzas m¨¢s o menos interesadas. As¨ª sabr¨ªamos de verdad d¨®nde estamos y de que pi¨¦ cojeamos. Claro que para eso se necesitar¨ªa poner dinero sobre la mesa, y a este sector ¡ªadmirable por tantos conceptos¡ª le ha dado por sacar a relucir su lado ¡ªdigamos¡ª m¨¢s econ¨®mico desde que Papa Estado cerr¨® el grifo.
Regeneraci¨®n
Cuenta el G¨¦nesis (41, 3-4), el libro que contiene casi todas las novelas posibles, que Fara¨®n tuvo un sue?o: le parec¨ªa que estaba junto a un r¨ªo y que de ¨¦l sub¨ªan siete vacas gordas y hermosas y se pon¨ªan a pacer en el prado; tras ellas sub¨ªan otras siete vacas, feas y escuchimizadas que proced¨ªan a zamparse a las primeras. El prudente Jos¨¦, hijo de Jacob, interpret¨® las vacas gordas como siete (pr¨®ximos) a?os pr¨®speros y las flacas (que, por cierto, segu¨ªan igual de flacas despu¨¦s de embaularse a sus hermanas) como otros tantos a?os de penuria que seguir¨ªan a los primeros a menos de que se dispusieran las medidas adecuadas para evitarlo. He pensado en aquel sue?o de Fara¨®n durante la lectura de Todo lo que era s¨®lido (Seix Barral), el importante ensayo de Antonio Mu?oz Molina que est¨¢ a punto de llegar a las librer¨ªas. Desde una t¨¢cita pregunta inicial (?como hemos llegado a esta situaci¨®n?) AMM elabora una compleja y muy abierta respuesta en que se mezclan la reflexi¨®n de tono grave sobre los delirios y las ilusiones de nuestro ya casi olvidado ¡°esplendor¡± econ¨®mico (¡°cuando los pobres no parec¨ªan pertenecer a otra clase, sino a otra especie¡±), la vivencia autobiogr¨¢fica de los a?os locos, y un permanente ubi sunt de raigambre regeneracionista y eleg¨ªaca referido a los ideales ampliamente compartidos en la Transici¨®n, y a cuyo olvido atribuye el autor buena parte de lo que despu¨¦s ha venido. Sin duda los cr¨ªticos se ocupar¨¢n suficientemente de este libro, a la vez arriesgado y pol¨¦mico, pero no he podido dejar de pensar, mientras lo le¨ªa, en su oportunidad en un momento en que cada d¨ªa encontramos m¨¢s evidencias (hoy se publican graves acusaciones contra otro dirigente de la CEOE) de que la ¡°capilaridad de la corrupci¨®n¡± ha contaminado muchas instituciones y corre el peligro de ¡°infectar de cinismo¡± ¡ªuna de las enfermedades letales de la democracia¡ª a buena parte de la ciudadan¨ªa.
Gays
Me entero en Extra?os. Amores homosexuales en el siglo XX (FCE), el muy erudito y ameno ensayo de Graham Robb, de que los homosexuales (gays y lesbianas) no estaban tan perseguidos en el siglo XIX como habitualmente se cree. De hecho, lo fueron mucho m¨¢s y m¨¢s sa?udamente en el siglo XX (en el Reino Unido, por ejemplo, hasta 1967); en todo caso, Robb deja bien sentado que la ¡°homosexualidad¡± exist¨ªa en el XIX, a pesar de la negativa de Foucault a considerar su existencia como categor¨ªa antes de 1860. Extra?os... se extiende en su historia cultural decimon¨®nica, analizando en primer lugar el contexto m¨¦dico y legal (incluyendo prejuicios y falsas creencias) en que se desenvolv¨ªan los homosexuales; describiendo m¨¢s tarde sus vidas secretas: c¨®mo se reconoc¨ªan y relacionaban, los encuentros sexuales furtivos, las (contadas) salidas escandalosas del armario, la homofobia ambiental. La ¨²ltima parte, y para m¨ª la m¨¢s interesante, estudia algunos aspectos de la cultura gay, particularmente las relaciones entre literatura y homosexualidad, con especial hincapi¨¦ en los subtextos homosexuales de la literatura polic¨ªaca y, particularmente, de sus detectives: desde el Auguste Dupin de Poe al Nero Wolfe de Stout, pasando por Poirot o Miss Marple (estos tres ya en el siglo XX), e incluyendo a Sherlock Holmes (a quien se consagra buena parte del ¨²ltimo cap¨ªtulo del libro), algunos de los m¨¢s c¨¦lebres sabuesos de la literatura presentan para Robb llamativas ambivalencias sexuales que subrayan la influencia de la cultura gay en la novela popular.
Babelia
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