El Prado alumbra una joya primitiva
La pinacoteca incorpora una rara tabla francesa del XV proveniente de manos privadas Solo se conserva una docena de obras similares en el mundo
La clave que acab¨® resolviendo el misterio tom¨® la forma de una ortiga. La conservadora del Prado Pilar Silva ten¨ªa la certeza de que La oraci¨®n en el huerto, tabla francesa del siglo XV descubierta en una colecci¨®n privada espa?ola y presentada ayer al mundo con los honores que el museo reserva a ¡°las grandes joyas¡±, no era una obra cualquiera. Es m¨¢s, estaba pr¨¢cticamente convencida de hallarse ante una pieza hecha en la corte de Luis I de Orleans (1372-1407). La figura femenina aparecida en la parte inferior izquierda cuando se hubo retirado el repinte result¨® ser Santa In¨¦s. Y el duque (y regente) de Francia ten¨ªa razones para pedir al artista su representaci¨®n: tanto su padre (Carlos V) como su mujer (Valentina Visconti) eran devotos de la santa. As¨ª que, se dijo Silva, la figura masculina no pod¨ªa ser sino la de Luis I de Orleans.
Claro que en el espinoso mundo de las atribuciones y desatribuciones del arte antiguo, las intuiciones sirven de bien poco frente a las certezas.
La enigm¨¢tica figura masculina viste una t¨²nica ¡°a la ¨²ltima moda del siglo XV¡±, moteada de ortigas doradas. Las investigaciones condujeron a Silva a la conclusi¨®n de que el duque ¡°hab¨ªa elegido esta divisa, s¨ªmbolo her¨¢ldico del aguij¨®n de la muerte, a medida que se incrementaban las desavenencias con los duques de Borgo?a (primero con su t¨ªo Felipe el Atrevido y despu¨¦s con su primo Juan Sin Miedo), a la par que sus ambiciones pol¨ªticas¡±. De modo que el donante solo pod¨ªa ser uno: el ambicioso Luis I, que acabar¨ªa salvajemente asesinado en las calles de Par¨ªs a manos de sus enemigos.
¡°El descubrimiento de las ortigas fue el eureka de esta historia¡±, recordaba ayer la conservadora ante la tabla, de 56,5X42 cent¨ªmetros, que ciertamente luce un envidiable estado de conservaci¨®n gracias a la labor de Mar¨ªa Antonia L¨®pez de Asia¨ªn. La restauradora se ha dedicado durante m¨¢s de un a?o a la tarea en el taller de la pinacoteca, donde ¨²ltimamente andan acostumbrados a los milagros.
El obrado en esta ocasi¨®n se hace evidente al comparar el antes y el despu¨¦s del rescate. Una fotograf¨ªa recuerda al lado de la pieza en la sala 58 A (donde permanecer¨¢ hasta abril) el estado en el que la tabla lleg¨® en 2011 al museo, cuando su anterior propietaria, una anciana para la que se rog¨® el anonimato (aunque se dieron algunos datos: proviene de una familia francesa llegada a Espa?a en tiempos de Napole¨®n) la puso a disposici¨®n de Sotheby¡¯s para su venta. Tras unos primeros estudios que confirmaron su val¨ªa, la pinacoteca pag¨® por ella 850.000 euros.
Nadie se atrevi¨® ayer a aventurar cu¨¢nto costar¨ªa la obra ahora que se conoce su verdadera importancia; en todo el mundo solo se conserva una docena de tablas de esta ¨¦poca y caracter¨ªsticas. La hip¨®tesis de que aterrice una similar en el mercado es altamente improbable, por decirlo educadamente. Gabriele Finaldi, director adjunto de conservaci¨®n, s¨ª ofreci¨® una pista: el Louvre pag¨® recientemente siete millones de euros por una parecida, de mayor tama?o aunque peor estado de conservaci¨®n.
A Finaldi se debe, como en ocasiones anteriores (tan memorables como el descubrimiento de El vino de la fiesta de San Mart¨ªn, de Pieter Bruegel el Viejo) la fe en las posibilidades de la obra. La mantuvo incluso ante tempranos pronunciamientos negativos, como el de Michel Laclotte, exdirector del Louvre, quien dud¨® seriamente de la procedencia parisiense de la pieza para colocarla en la ¨®rbita de la Escuela del Danubio.
Cierto es que las primeras radiograf¨ªas invitaron al optimismo. Gracias a ellas, se descubri¨® que un grueso repinte ocultaba dos figuras de la composici¨®n original. La agresiva capa de pintura ayud¨® ir¨®nicamente a una mejor conservaci¨®n de esa parte de la obra, seg¨²n record¨® L¨®pez de Asia¨ªn, cuya paciente labor, apoyada econ¨®micamente por la Fundaci¨®n Iberdrola, se puede admirar en un v¨ªdeo que acompa?a a la exposici¨®n. Cuesti¨®n distinta es por qu¨¦ nadie querr¨ªa tapar una porci¨®n tan importante del cuadro: ¡°Probablemente se hiciera con una venta en mente. Quiz¨¢ consideraron que esas dos figuras entorpec¨ªan la pureza de la escena religiosa¡±.
En aquel momento del proceso ya solo restaba fechar la obra y buscar un posible autor. Los expertos del Prado ofrecen ante el primer enigma una aproximaci¨®n: la tabla pudo ser pintada ¡°hacia 1405-1408¡±. Es decir, poco antes o justo despu¨¦s de la muerte del tipo que la encarg¨® (a nadie se le escapar¨¢ el simbolismo de la escena; Cristo en su ¨²ltima oraci¨®n antes de ser traicionado).
En cuanto a la autor¨ªa, Silva no tiene m¨¢s remedio que quedarse esta vez en el terreno de las hip¨®tesis y se?alar a Colart de La¨®n como posible pintor del cuadro, que muy probablemente fue concebido como la porci¨®n central de un tr¨ªptico. Aparte de las semejanzas estil¨ªsticas con las obras que de ¨¦l se conocen, De La¨®n (1377-1411) fue pintor de Luis I de Orle¨¢ns y lleg¨® a habitar el mismo edificio que el duque.
Pese a los indicios, su nombre se acompa?a en la cartela de un signo de interrogaci¨®n. Y esta vez, mucho se teme Silva, ninguna ortiga acudir¨¢ en su ayuda para resolver el enigma.
Babelia
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